La gira asiática del papa: las catástrofes naturales y la extrema pobreza

MERCADOS

El pontífice ha visitado Sri Lanka, uno de los territorios más castigados por el tsunami del 2004. El viaje concluyó en Filipinas donde el tifón Haiyan dejó 7.000 muertos en un país marcado por la corrupción y la miseria

28 ene 2015 . Actualizado a las 17:49 h.

Viejas colonias, separadas por miles de kilómetros, los dos territorios que el papa Francisco ha visitado en su reciente gira asiática guardan, sin embargo, algunos patrones comunes: Sri Lanka y Filipinas simbolizan la vulnerabilidad de los países pobres a las catástrofes naturales y constituyen territorios con enormes bolsas de miseria y pobreza. También comparten otro patrón extensible a muchos países subdesarrollados: cómo el crecimiento económico no está sirviendo para revertir la situación de necesidad de miles de habitantes. Sin embargo, los dos territorios presentan tendencias diferentes de recuperación.
La vieja Ceilán, productor mundial de té, ha vivido el pasado octubre una sequía que ha afectado a casi dos millones de personas y que ha reducido la producción agrícola en un 42%. Sri Lanka, sin embargo, presenta algunos avances: en el 2009 puso fin a la cruenta guerra civil que  enfrentó durante 30 años a cingaleses y tamiles, y desde entonces ha abierto un espacio de paz sostenible y un cierto desarrollo, con una considerable reducción de los niveles de pobreza, sobre todo en ámbitos más urbanos.
La dependencia de una alta población que vive del sector primario constituye una de sus debilidades. Pero gracias a la ayuda internacional y al proceso de reconstrucción tras el devastador tsunami, que mató a más de 30.000 personas, la isla presenta hoy otra cara.

Mejoras
Según el Banco Mundial, la tasa de incidencia de la pobreza era del 28,6 % en 1996 frente a solo el 6,57 % en el 2013. La esperanza de vida está ya en 74 años, la tasa de escolarización infantil a nivel primario supera el 90 % y la renta per cápita ha subido a los 3.170 dólares, el triple que cuando maremoto asoló la isla en el 2004. Un nivel de riqueza por habitante algo inferior al de Filipinas, donde el Papa concluyó su gira asiática con una multitudinaria misa bajo la lluvia. Azotado hace un año por el tifón Haiyan, el archipiélago presenta una tasa de pobreza cuatro veces superior a la de Sri Lanka. El crecimiento económico no solo no ha servido para reducir las bolsas de miseria sino que las ha incrementado. Mayor riqueza, pero también más desigualdad. El arzobispo de Manila, el cardenal Luis Antonio Tagle, ya lo denunció hace un año: «El auge económico está excluyendo al pueblo filipino».
En Filipinas, un país formado por siete mil islas y que concentra a la mayoría de la población en solo once, la miseria presenta diferentes caras. El caso más extremo es la isla de Mindanao, la más rica en recursos agrícolas y minerales, donde según los datos de Intermón Oxfam, siete de cada diez familias vive bajo el umbral de la pobreza. La corrupción, una oligarquía que controla la clase política y los intereses de unas élites explican la persistencia de la pobreza y la incapacidad de Filipinas para reducir su incidencia. Miles de filipinos han emigrado y el envío de divisas juega un papel determinante en la economía local.
A comienzos de noviembre del 2008, el tifón Haiyan afectó a 200.000 familias pescadoras y a un millón de hogares productores de coco, dos sectores tradicionalmente pobres. Pese a la ayuda humanitaria, miles de familias, un año después, siguen encontrando dificultades para sostener sus medios de vida. Pese a que en el 2013 Filipinas fue una de las economías de mayor crecimiento en Asia, la extrema pobreza en Manila -la capital, donde viven 12 millones de personas- ofrece estampas sobrecogedoras, de barrios inmundos de infraviviendas, donde los niños viven en condiciones insalubres.