El dibujo del nuevo empleo

Jaime Cabeza. Catedrático de Trabajo y Seguridad Social

MERCADOS

juan salgado

Desde que terminó la crisis, el porcentaje de paro disminuye de forma más rápida de lo que crece la tasa de actividad.  La tímida subida de salarios compensa el comportamiento plano del IPC. La temporalidad de los contratos sigue la senda de la época anterior a la recesión

27 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los datos publicados por los organismos públicos sobre el empleo, aunque difieren en atención a la mayor o menor dependencia política del Gobierno, muestran coherencias que permiten apreciar tendencias claras y formular algunas conclusiones. En relación con el porcentaje de desempleo, es evidente que sigue disminuyendo, para situarse algo por encima del 22 %. Eso sí, puede apreciarse que el desempleo decrece más rápido de lo que crece la tasa de actividad, por más que el índice de afiliaciones a la Seguridad Social se incremente de forma sostenida. Y, abundando algo más en el discreto crecimiento de la tasa de actividad, se observa que en Galicia se produce el menor de todo el Reino de España, con la excepción del Principado de Asturias.

Por consiguiente, resulta notable el descenso del desempleo, pero con un dato que invita a la reflexión, relativo a las diferencias entre hombres y mujeres: la bajada del paro masculino más que duplica la reducción del femenino, en unos términos que profundizan en la brecha de empleo entre unos y otras.

Por lo que respecta al asunto de la temporalidad, se constata un muy ligero incremento del empleo indefinido -incluso si se admite como tal el que se acoge a la modalidad de apoyo a emprendedores-, frente a una aceleración mucho más intensa de los contratos temporales. De tal modo que se ha superado ya el porcentaje del 26 % de trabajadores con empleos precarios, en una escalada que pronostica que muy pronto se alcanzarán los peores guarismos de la pasada década, de aproximadamente un tercio de la población activa sujeta a esta rotación. Además, dicha aceleración coincide en el tiempo con otra subida, en este caso la de los contratos de puesta a disposición firmados por empresas de trabajo temporal con empresas usuarias. Lo cual, si no es intrínsecamente malo, sí que revela una tendencia mayor hacia las relaciones laborales inestables.

En cuanto a los salarios, debe destacarse que se ha invertido la tendencia del 2014 y a lo largo del primer semestre del 2015 han crecido algo menos de medio punto. Lo cual tiene cierto valor si se considera el comportamiento casi plano del IPC, de modo tal que no se ha mantenido la constante pérdida de poder adquisitivo de las rentas de trabajo que hemos padecido en los últimos años de crisis.

Sin que ahora se trate de complicar el comentario con más orientaciones constatables, hay algunos elementos de reflexión muy claros. El primero se refiere al comportamiento casi simétrico de la situación actual en relación con el sucedido en otros escenarios poscrisis próximos. Es decir, la mejora de la situación, con ser evidente, se produce con lentitud, sin que pueda claramente atribuirse a unas supuestas decisiones políticas acertadas. El caso de Galicia constituye la mejor prueba: cuánto había de ignorancia al contrastar un menor crecimiento del desempleo en nuestro territorio en relación con el comportamiento de otras comunidades autónomas, como Andalucía. Es evidente que el desempleo se incrementaba menos porque nuestra tasa de ocupación es menor, de igual modo que tampoco ahora sería del todo equitativo echarle culpas al Gobierno autonómico de turno, por más que su capacidad de iniciativa política sea exactamente igual a cero en esta materia.

El segundo asunto que merece destacarse se refiere al escaso crecimiento de la tasa de actividad. Lo cual tiene que ver muy directamente con el problema del desempleo juvenil, sobre el que, de nuevo, la OCDE ha lanzado esta semana una muy seria advertencia a nuestros gobernantes en un informe que supone una crítica de fondo a las supuestas bondades de la reforma laboral. Esta magra subida revela varias inercias indeseables de nuestro mercado de trabajo, con miles de personas atrapadas en la inactividad o la emigración. Pero se relaciona asimismo con unas dinámicas mucho más sexistas, en las que el desempleo y la falta de ocupación se manifiestan como un problema predominantemente femenino.

Mención aparte merece el incremento de los contratos temporales. También a este respecto seguimos patrones de épocas anteriores de crecimiento y nos aproximamos a la barbarie en la que vivíamos instalados en la época del ladrillo, con la peculiaridad de que ahora no hay tanto cemento. Es decir, las conclusiones son ahora todavía peores, puesto que la subida de la temporalidad no cabe achacarla en este ciclo a una sobredimensión de un sector anclado en la rotación de mano de obra. Además, hay que recordar que muchos contratos indefinidos son contratos temporales disfrazados de indefinidos, como sucede con toda evidencia con los de apoyo a emprendedores. Alguien deberá reconocer que la reforma del 2012 no contribuyó en nada a disminuir la segmentación de la población activa, sino más bien a profundizar en ella.

Y, por lo que respecta a la evolución salarial, se vuelve al incremento modesto tan característico de nuestra tradición de épocas favorables. A este respecto, habría que insistir en las bondades de que se haya firmado el nuevo Acuerdo sobre el Empleo y la Negociación Colectiva y en el desatasco que ello ha producido en la firma de convenios. Tal vez no haya entusiasmado a nadie, pero al menos ha producido un orden y una normalidad que solo las partes sociales han sabido insuflar.

Ahora se avecina un momento de cambios políticos. Es muy importante que los nuevos gobiernos que salgan de las urnas recuperen una iniciativa que se ha perdido totalmente. Las últimas leyes que han aprobado las Cortes son muy decepcionantes y abundan en tópicos manidos y en recetas viejas, que solo producen desorden y preocupación en las cuentas de la Seguridad Social. Por ejemplo, cierta legislación en materia de promoción del empleo autónomo que es, lisa y llanamente, un bodrio. Por no hablar de la Xunta de Galicia que no pasa en los últimos seis años de la condición de gestoría de trámite de asuntos y negocios varios. Y que ahora se ha abrazado a las agencias privadas de empleo para ver si son más eficaces. Cualquier relación entre una hipotética mejora de la situación del empleo en Galicia y la acción de Gobierno autonómico ha sido mera coincidencia. Por todos esos motivos, hace falta que entre aire fresco y que alguien se tome el timón. Porque la situación del mercado laboral en Galicia no es buena, sino preocupante.