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La última función del actor

MERCADOS

Era el actor más popular de la época, cuya fama apenas desmerecía a la de María Guerrero, su segunda esposa. Aristócrata de gustos refinados y avanzadas ideas sociales, yerno del general Serrano por su primer matrimonio y amigo del tipógrafo Pablo Iglesias, Fernando Díaz de Mendoza siguió el rumbo de los cómicos de la legua.

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Su vida parecía abocada a extinguirse sobre el escenario y a punto estuvo de cumplirse tal destino: expiró en el Hotel Moderno después de representar su última función en el teatro García Barbón.

Los hoteles, teoriza Jesús Fernández Otero, no son más que una encrucijada de caminos donde se entrecruzan miles de vidas humanas. Transeúntes que vienen y que van, en permanente trasiego, y que apenas dejan huella imperceptible de su paso en el libro de registro. Solo en contadas ocasiones, añade el propietario del Hotel Moderno, alguna de esas vidas se detiene de repente y el lugar de paso se convierte en estación terminal. Fue el caso del gran actor y empresario teatral Fernando Díaz de Mendoza, fulminado por un ataque de apoplejía entre las paredes de este hotel. Solo han pasado seis meses desde aquel día y Fernández Otero, que comparte desayuno con sus huéspedes don Néstor y doña Clotilde, recuerda los detalles con precisión.

EL ARISTÓCRATA-ACTOR

La compañía Guerrero-Mendoza había debutado en el teatro García Barbón el 8 de octubre de 1930. Díaz de Mendoza llegó a su nueva cita viguesa tocado del corazón. Aun convaleciente del luto por su esposa -María Guerrero había fallecido dos años antes-, una aguda bronquitis le había dejado la secuela de una lesión cardíaca. Pero al irrumpir en el escenario, donde compartía protagonismo con su nuera y sobrina María como primera actriz, los achaques hacían mutis y resplandecía el actor que había nacido grande de España y que solo en contadas ocasiones utilizaba sus títulos nobiliarios porque, decía, «así sirven mejor en los hoteles».

En el Hotel Moderno, donde se alojó la compañía durante los doce días de su estancia en Vigo, no precisaba el actor exhibir sus credenciales de conde y de marqués para obtener trato deferente. Fernández Otero conocía sobradamente a su ilustre huésped, como así lo confirmó ante don Néstor y doña Clotilde, pero nada dijo acerca del origen de esa relación. Tal vez habían entablado primer contacto a principios de siglo, en Buenos Aires, adonde la troupe de María Guerrero viajaba con frecuencia, y en donde el ourensano regentaba el Hotel Sudamericano, antes de que, en 1906, decidiera retornar al terruño e instalarse en Vigo. O tal vez se conocieron tiempo después, ya en la ciudad olívica, donde la famosa pareja de actores embarcaba y desembarcaba las muchas veces que atravesaba el Atlántico.

El Hotel Moderno era, desde su apertura en 1906, uno de los más confortables de la ciudad. Pero solo a partir de la ampliación acometida diez años después, que aumentó de catorce a ochenta el número de habitaciones, tuvo el establecimiento capacidad para alojar al elenco completo de la compañía Guerrero-Mendoza. Y fue en una de esas habitaciones donde un viernes, el 17 de octubre de 1930 exactamente, se derrumbó el aristócrata-actor a causa de un derrame cerebral.

MUERTE EN EL HOTEL

Fernández Otero se extiende en detalles. El jueves, víspera del suceso, Díaz de Mendoza interpretó en el teatro García Barbón su último papel y cosechó sus aplausos postreros, durante la puesta en escena de un mediocre drama de Manuel Linares Rivas titulado Sancho Avendaño. A las once de la mañaba siguiente le sobrevino el ataque de apoplejía y el popular actor se desplomó mientras se entretenía jugando con su nieta, una hija de Luis Fernando Díaz de Mendoza Guerrero y de su segunda esposa -y prima-hermana-, la actriz María Guerrero López.

Los chillidos de la niña alertaron a sus padres y a los empleados del  hotel. Tres prestigiosos médicos vigueses, Julio Larramendi, Rafael Álvarez Novoa y José Iglesias Lago, acudieron de inmediato a socorrer al enfermo y diagnosticar su extremada gravedad. A las diez de la noche, casi a la hora en que debía comenzar la segunda función del día en el García Barbón -la comedia Rondalla, de los hermanos Quintero-, Díaz de Mendoza recobró el conocimiento y tomó cucharadas de purgante por su propia mano. La mejoría, fugaz, pronto se desvaneció y el actor se sumió en un sueño del que no despertaría. Falleció el lunes día 20 y su cadáver, embalsamado, fue trasladado en el expreso a Madrid para ser depositado junto a los restos de María Guerrero.

El Hotel Moderno se convirtió aquellos días en hospital, centro de prensa e improvisado tanatorio. Centenares de vigueses de toda condición acudieron a interesarse por el estado del famoso actor. En el momento de la muerte, además de sus hijos Luis Fernando y Carlos, estaba presente en el establecimiento una comisión de la Casa del Pueblo, con su presidente Enrique Heraclio Botana al frente. Venían a rendir homenaje póstumo al «amigo de los obreros», al aristócrata que, junto a «la excelsa» María Guerrero, representaba obras de Gorki o de Benavente en las casas del pueblo españolas. Así se comprende los emotivos mensajes que dos destacados dirigentes socialistas, Julián Besteiro y Andrés Saborit, hicieron llegar al Hotel Moderno. Dos más, entre el aluvión de telegramas y telefonemas, muchos llegados desde el otro lado del océano, que inundaron el establecimiento.

LO QUE VINO DESPUÉS

Jesús Fernández Otero concluye su relato. Ni el hostelero ni sus huéspedes pueden adivinar, en esos primeros días de la Segunda República, lo que el destino deparará a los personajes mencionados en la charla. Nosotros, ochenta y cinco años después, sí podemos. Sabemos que el actor fallecido era el abuelo -y la nieta que jugaba con él, medio hermana- de un niño de nueve o diez años, hijo de soltera, que, andado el tiempo, heredaría sus dotes interpretativas: Fernando Fernán Gómez. Sabemos que su hijo Luis Fernando Díaz de Mendoza, también actor y padre de Fernán Gómez, terminó sus días en 1942, al ser torpedeado el buque en que regresaba de Argentina. Sabemos que Enrique Heraclio Botana, tipógrafo y fundador de la UGT en Vigo, medio hermano de Portela Valladares y diputado en las Constituyentes de 1931, fue fusilado en el cementerio de Pereiró en agosto de 1936. Y sabemos, en fin, que el Hotel Moderno perdió su nombre en 1953 y fue rebautizado como Gran Hotel. Otra legión de cómicos, convocados por el nuevo propietario del establecimiento, el productor de cine Cesáreo González, fueron testigos del cambio.