Un sueño y un traslado desde Madrid convirtieron la vida de esta empresaria en una oportunidad para el rural y un medio de proporcionar empleo en el pueblo de sus ancestros
30 abr 2017 . Actualizado a las 12:12 h.En octubre de 1995 lo dejó todo y se fue a Lugo. Atrás quedaban los estudios en Londres y la vida madrileña, tocaba volver a los orígenes para reinventarse y buscar su hueco en el mundo empresarial. Y lo logró. Hoy, Nuria Varela (Lugo, 1972) es la responsable de una exitosa empresa que dio un giro a la producción de huevos en Galicia y que con esa nueva visión, conquistó toda España. No sin mucho esfuerzo, su marca, Pazo Vilane, es ya famosa y su producción y facturación no han dejado de crecer en la última década. Ronda ya los cinco millones de euros.
-Pazo Vilane en realidad nació como un proyecto para recuperar una propiedad familiar.
-Después de estudiar Económicas me fui a Londres, era el año 94 o 95. Me fui a trabajar y aprender inglés, pero la vida en la ciudad no era para mi. Quería montar algo en la finca familiar, que estaba abandonada, y mis padres me animaron. En el 95 nos vinimos de Madrid a Vilavés con muchas ideas. Nos planteamos primero un negocio de hostelería, de turismo rural, pero no nos salían los números. Con doce habitaciones había que tener una ocupación muy alta para tener retorno. Así que pensamos en montar un proyecto con una marca comercial y se nos ocurrió la leche, porque había ya instalaciones. El problema es que en algo así no abarcas todo el proceso. Nosotros queríamos llegar incluso a la comercialización y con leche o con carne no era posible. Después de un año de formación sobre agricultura ecológica nos dimos cuenta de que había demanda de huevos de gallinas camperas, porque no había de forma controlada un negocio así.
-¿Qué instalaciones tienen?
-La finca tiene 37 hectáreas y había ya alguna nave hecha en los 60, una granja vieja, algunos almacenes. Arrancamos en una nave y en una finca de dos hectáreas. Ahora tenemos once naves. Empezamos con 50 y ahora tenemos 100.000 gallinas.
-En su finca y en las de sus colaboradores...
-Nosotros les damos las gallinas y la alimentación y luego les explicamos los cuidados. Tenemos seis granjeros colaboradores en la zona, en un radio de 40 kilómetros. Nos encargamos de recoger los huevos. Una idea del proyecto era dinamizar la zona.
-Y lo han conseguido generando empleo.
-Entre directos e indirectos creamos 30 puestos.
-¿Qué facturación mueven ya?
-En el 2016 cerramos el año con 4,5 millones de euros y esperamos seguir creciendo. La producción en ese período fue de 1.800.000 docenas de huevos.
-¿Llegan a todo el territorio nacional?
-Estamos en todas las comunidades, pero no tenemos previsto crecer más porque hay que tener mucho más terreno y una capacidad de una gran empresa y tampoco es el modelo que nos interesa.
-¿No se plantean diversificar?
-Además de los huevos también hacemos agricultura ecológica, tenemos una mermelada con un 80 % de fruta, de mora, arándanos, tomate. La idea es desarrollar una línea hortofrutícola aprovechando que la marca ya es conocida. Si hay que abrir otra granja en el futuro no lo descartamos, pero poco a poco, no nos obsesiona el crecimiento.
«He cargado estiércol, repartido huevos y hecho de todo porque el inicio fue difícil»
Apostar por el rural y por revalorizar el papel de la mujer son dos de los grandes retos a los que se enfrenta Varela, que aspira a ser un impulso para las nuevas generaciones.
-¿Qué es lo que hace diferente a los huevos de Pazo Vilane?
-Llevamos 20 años haciendo avicultura alternativa. Cuidar de las gallinas no es meterlas en una granja y ya está, estudiamos mucho su alimentación, repoblamos para que tengan sombra... no todas tienen las mismas necesidades. Nosotros apostamos por la excelencia. Hasta ahora solo había huevos de jaula, nosotros somos todo lo contrario.
-¿Fue difícil el comienzo?
-Contaba con el apoyo de mi familia pero no había un colchón financiero. Teníamos pocos recursos y el esfuerzo fue importante. He cargado estiércol, repartido huevos y hecho de todo porque el inicio fue difícil. Tardamos un par de años hasta que logramos que alguien nos escuchara. Finalmente, una sociedad de garantía recíproca abanderó la operación pero había que ir poco a poco. Lo bueno es que aquí hay menos riesgo que en una explotación de vacas, porque adquirir gallinas es más barato. Pero cuando compramos mil, por ejemplo, fue complicado. Además, en Galicia era difícil el mercado porque en primavera la gente iba a la aldea y ya tenía huevos de casa. Fue cuando salimos fuera cuando logramos estabilidad. En Madrid tenemos una gran acogida y los puntos en los que vendemos somos líderes, todo el mundo nos conoce, gusta mucho el proyecto y eso crea una clientela muy fiel.
-Mujer y rural, una combinación que es todo un reto.
-Espero que casos como este sean una inspiración para chicas más jóvenes con ganas de hacer cosas. Creo que las mujeres estamos en un viaje sin retorno y llegaremos a todas partes, solo así se equilibrarán los papeles. El rural necesita proyectos con personalidad que creen productos con valor añadido. No tiene que ser nanotecnología, a veces con recuperar la esencia de los buenos productos llega. El viejo modelo, de trabajar para las grandes corporaciones, no es el adecuado porque solo eres un número para ellos. Los agricultores y ganaderos tienen que apostar por valorizar sus productos.