Nos guste o no, se avecina una revolución tecnológica que cambiará muchos aspectos de la vida a nivel laboral y, en consecuencia, a nivel social. Gran parte de los trabajos que requieren menor cualificación, o aquellos más repetitivos, serán realizados por ingenios mecánicos y electrónicos, que estarán controlados por un ordenador y que necesitarán muy poca supervisión. Existen ya supermercados totalmente automatizados, centros de distribución de alimentos que no requieren personal, robots que limpian casas, piscinas, que cortan el césped…
Se hace, por tanto, imprescindible que los planes de estudio en Educación Primaria y Secundaria se adapten cuanto antes a esta realidad, y que los alumnos adquieran conocimientos tecnológicos lo antes posible. Esto no quiere decir que todos ellos se vayan a dedicar en el futuro a la informática o a la electrónica, pero sí deben tener conocimiento de cómo funcionan esas máquinas y automatismos, ya que estarán presentes en todos los ámbitos laborales.
Existe actualmente un bum de la programación y la robótica educativa, con infinidad de cursos de verano, talleres y demás actividades. Modas aparte, lo que se requiere es un planteamiento educativo riguroso de cómo introducir estas materias en la enseñanza reglada, con la perspectiva de que el futuro laboral de los estudiantes actuales depende de ello. En este sentido, la robótica debe ser un instrumento para que los alumnos adquieran conocimientos de matemáticas, física o lógica mediante la realización de proyectos en el mundo real y de forma proactiva. Pero es fundamental que el objetivo sea el aprendizaje de todos estos conceptos de base, y no el simple hecho de meter un robot en el aula porque eso guste a los alumnos.
Solo así se conseguirá que realmente comprendan lo que hay detrás de la tecnología, y la puedan dominar en el futuro. Dejemos, por tanto, el planteamiento de que los robots son juguetes, porque como decía al principio, nos guste o no, ya no lo son.