El ludismo fue una parte del movimiento obrero inglés del siglo XIX que se oponía a la mecanización del trabajo en las fábricas: los nuevos ingenios destruían el empleo existente y deshumanizaban el trabajo de los que lograban conservarlo. Aquellos planteamientos han estado vigentes hasta hoy en día, unas veces latentes, y otras en plena actualidad.
Cuando le preguntan a J. Schumpeter qué es el capitalismo, el economista responde que es un sistema que se basa en tres pilares: la protección de la iniciativa privada, un amplio sistema de crédito y una innovación que introduce nuevos productos, que transforma los ya existentes, que modifica los procesos de fabricación y, en ocasiones, modifica también la propia sociedad. La robotización de muchos procesos productivos que está ahora en marcha, tiene que ver con ese tercer pilar del capitalismo que definía J. Schumpeter. La robotización de muchas de las actividades productivas de una economía, sobre todo si se realiza en un breve período de tiempo, puede tener impactos negativos en el corto plazo: como decían los ludistas, generará desempleo y precariedad laboral. Pero, además, dos siglos después y con un estado del bienestar muy ampliado, la robotización puede tener impactos importantes en los ingresos públicos y, en consecuencia, sobre el sistema de pensiones y otros gastos sociales.
Algunos proponen que los robots ?como si fueran personas- coticen también a la Seguridad Social, de tal forma que compensaran los ingresos faltantes por el empleo destruido. En economías tan abiertas como las de la eurozona, lo que haga un estado miembro está muy condicionado por la conducta de los demás, de tal modo que encarecer la producción nacional, de forma unilateral en un mercado abierto, puede tener consecuencias nefastas. Quizás tengamos que ser más imaginativos y plantearnos reformar el impuesto de sociedades, reducir los costes de las cotizaciones laborales de las empresas (y abaratar la producción exportada, como ya están haciendo algunos socios comunitarios) e ir pensando en financiar las pensiones a través de impuestos. En fin, una reforma fiscal que ponga la economía española al día.