Años 2011 y 2012, llegabas a los bancos y te decían: «Lo siento, no le renovamos la póliza de crédito». No sabías por qué, pero era así. Nadie te explicaba que los bancos, por los fallidos, se estaban descapitalizando y que su solvencia se mide por la relación capital/riesgo, y el del empresario, cuando pide para financiar su circulante, se considera elevado. Así que el dinero de tu póliza se marchaba a comprar deuda pública, o a financiar alguna autonomía, títulos catalogados por nuestros reguladores de riesgo cero y, por lo tanto, perfectos para los momentos de baja capitalización bancaria. Somos así, el empresario lo pasa mal, pues que lo pase peor. Pero con algo habría que financiar la producción empresarial. ¿A dónde recurrir?, ya lo sabe, a la reducción de costes laborales. Miles, cientos de miles al desempleo. En ese marco, ¿cómo no sentir ira, rabia compartida? A millones de personas se les caía el mundo encima y no sabían por qué y, en paralelo, los llamados a tutelar lo público cargados de casos de corrupción.
Pero no hay que estudiar psiquiatría para saber que los estados de ira no son permanentes. Otra cosa es que nos haya cambiado el sentido del humor y no estemos ya dispuestos a soportar determinados postureos. Incluso iría más lejos; no estamos dispuestos a soportar determinadas lecturas de España. Y la primera que no queremos aguantar es la paternalista. En primer lugar, porque nadie se ha ganado ese derecho; en segundo, porque los que arriesgamos nuestra casa para financiar nuestros proyectos empresariales no necesitamos más padres que los que nos dio la vida, acaso compañeros. Y según escribo esto me vienen a la cabeza mil ejemplos, pero hay uno que sobrevuela a todos, la Consellería do Medio Rural y su director xeral de Ordenación Forestal.
El padre del Plan Forestal está sorprendido porque la cadena de valor de la madera le exige más rigor y que el documento lleve a sus espaldas el debate sectorial que afirma haber realizado. Por el contrario, en la Consellería de Industria la relación sectorial fluye con facilidad y rapidez, ¿Diferencias? La primera consellería se encuentra cómoda en el «yo mando», la segunda acompañando al sector en su objetivo de crear más empleo y desarrollo en nuestro rural. El presidente Feijoo tendrá que decidir cuál es el perfil que desea que domine su Administración. A mí no me cabe duda cuál es el que desea la sociedad.
Y si hablamos de acompañamiento y pensamos en la Galicia despoblada, tenemos que romper algunos mitos y el primero es el de la igualdad normativa. Debemos empezar a asumir la discriminación positiva como elemento de desarrollo, y no solo el de aquí, sino también para cualquiera de las provincias que se están despoblando. Esa es la primera lección que nos dan las autoridades escocesas, las pioneras en Europa en abordar el despoblamiento. Llevan más de cincuenta años luchando para evitar que las Highlands se vacíen. ¿Lo han conseguido? Sí. Cinco décadas de políticas activas dan para muchas lecciones, pero quizás la más disruptiva es que abandonaron la idea de vincular el campo exclusivamente al sector primario, y lo sustituyeron por la creación de un marco que favoreciese la instalación de emprendedores amantes del medio ambiente. Esta idea llevó a dos más. La primera, discriminación fiscal y, la segunda, mejora sustancial de los servicios públicos, como la educación o la sanidad. ¿Quién no desearía vivir en un paraíso fiscal que goza de los mejores servicios y está a solo media hora de una capital provincial? Bueno, quizás la palabra paraíso fiscal sea excesiva, pero permítame el uso por pedagogía. En todo caso, solo nosotros podemos darle la vuelta a nuestra realidad, solo necesitamos que la Administración aplique las herramientas que estimulen la inversión privada.