Algunas cosas van bien, sorprendentemente bien, y me temo que pocos han caído en ello. Por eso, hoy permítame que le aporte algo de optimismo, fundamentado y centrado en la economía gallega. El dato que más me ha sorprendido, y alegrado, fue la tasa de crecimiento de los cotizantes a la Seguridad Social en febrero. A la hora de generar nuevos cotizantes llevábamos más tiempo del deseable en el furgón de cola, en donde solíamos encontrarnos con Asturias y Extremadura. Sin embargo, el mes pasado fue diferente, totalmente diferente. Tanto, que ya le advierto, estemos atentos, veamos si es algo ocasional o estamos ante un cambio de tendencia. El mes pasado obtuvimos un crecimiento del 2,6 %; España, un 3,47 %, pero superamos a Asturias (1,67 %), Castilla y León (2,03 %), Cantabria (2,16 %) Extremadura (2,20 %), País Vasco (2,21 %) y prácticamente igualamos el nivel de La Rioja (2,80 %). Si este análisis lo llevamos al crecimiento del número de cotizantes en el régimen general, la lectura es otra, aún más positiva y clarificadora. España creció al 4,05 %, pero Lugo no le quedó lejos, se ubicó en el 3,56 %, Ourense le anduvo a la zaga con un 3,33 %, y Pontevedra se salió, con un 4,52 %, superando a la media española. ¿Los problemas? Dos, por un lado, A Coruña, que con un 3,15 % se ha puesto a la cola de Galicia, y, por el otro, el empleo autónomo. No somos capaces de defenderlo. En España se fortalece; aquí sufre y mucho. Tanto lo hace, que me atrevo a afirmar que, si ganáramos esta guerra, la supervivencia del autónomo, Galicia podría darle, en apenas tres años y no en los cinco esperados, la vuelta radical al drama del desempleo.
Necesitamos hacer de Galicia un lugar amable para el empresariado, en especial para el más débil, y esto nos lleva a varios frentes. A nivel autonómico, es necesario que las consellerías con más tendencia a burocratizar la vida económica, como pueden ser Medio Rural o Medio Ambiente, imiten el nuevo rostro que están mostrando Economía o Facenda, y pasen a observar al empresario más como un aliado que como una amenaza a hiperregular. A nivel municipal, es cierto que debemos aprovechar el nuevo escenario de gasto que ha pactado la Federación Española de Municipios con el Ministerio de Hacienda, pero no lo es menos que debemos exigir a los alcaldes tanto una mayor capacidad de ejecución presupuestaria, como un esfuerzo importante en reducir los tiempos a la hora de conceder licencias y permisos, esencialmente a los de las ciudades tractoras. Es fantástico que algunos deseen dar la imagen de ser campechanos y solo se pongan el traje para ir a las bodas de sus amigos, pero uno les recomendaría que se pusieran el mono de trabajo y rápido, muy rápido. Antes mencioné que A Coruña, como provincia, lastró el crecimiento de cotizantes a la Seguridad Social en febrero, y mucho me temo que algo tienen que ver en ello las alcaldías de sus grandes ciudades.
El otro dato positivo es el índice de producción industrial de Galicia. El crecimiento interanual es del 5 %, el de bienes de consumo, del 6,3, y el de bienes intermedios, del 16 %. No está mal. Estamos superando, en términos relativos, a autonomías con fuerte presencia industrial como Madrid, Navarra o Valencia y, desde mediados del año pasado, incluso crecemos por encima de la media española.
Aunque a principios de año mencione que estábamos ante el año del optimismo, la verdad es que nunca pensé que Galicia podría incrementar sus cotizantes al ritmo del 3 % anual. Hoy le digo que es posible, si las administraciones públicas, tanto la autonómica como las locales, bajan a la arena y se centran en impulsar la actividad económica. Si se puede, podemos.