El Pfand, reciclaje fallido y lucrativo

Patricia Baelo Berlín

MERCADOS

cc

Solo el 30 % de los son reutilizables en el tercer país europeo que más basura produce. Las devoluciones cuestan al fisco alemán 40 millones

01 abr 2018 . Actualizado a las 05:25 h.

Tras una cena en casa con los amigos, abres la puerta del salón y te lo encuentras lleno de latas y botellas por doquier. Un escenario desolador que para los alemanes esconde una oportunidad de negocio desde el 2003, cuando se implantó el llamado Pfand: un sistema de reciclaje que grava las bebidas adicionalmente. Entre 25 y 30 céntimos por lata o botella, dependiendo del material y el tamaño, que el consumidor desembolsa cada vez que hace la compra y recupera después de devolver el recipiente vacío.

Pese a las reticencias de empresarios y políticos, hoy el Pfand forma parte del día a día de los alemanes y genera jugosos beneficios. Según un estudio de la consultora Roland Berger, el 95 % de las latas y botellas vacías se devuelven. Eso significa que el 5 % restante, por valor de 175 millones de euros anuales, aterrizan en la basura por mera comodidad y en beneficio de las embotelladoras y los comercios.

«Incluso con los costes iniciales, a la larga los consorcios sacan tajada», explica Heiner Bevers, director de la empresa Tomra. Sus máquinas, equipadas con un escáner que lee el código de barras de los recipientes vacíos para asignarles el importe correspondiente que le será reembolsado al consumidor en la caja registradora, cuestan cerca de 10.000 euros y aun así no faltan en ningún hipermercado.

La parte más lucrativa es la gestión de los residuos. «Muchas tiendas venden sus botellas de plástico vacías a las empresas de reciclaje», relata Gunda Rachut, de la asesoría Cyclos. Una tonelada de tereftalato de polietileno, PET por sus siglas en inglés, se paga entre 400 y 500 euros, con lo que el margen de beneficio es tal, que algunos comercios han creado sus propias marcas embotelladoras.

Para colmo, el Pfand no ha cumplido su objetivo en Alemania, el tercer país europeo que más basura produce, con 220 kilos anuales per cápita. Salvo en el caso de las latas de cerveza, que casi han desaparecido de las calles y los parques, ya que hasta el 80 % de la que se consume se vende en botellas de cristal reutilizable, en el resto de las bebidas prevalecen los envases de un solo uso. Especialmente para el agua y los zumos, de los que apenas el 30 % son reciclables.

El complejo etiquetado tampoco facilita la tarea. La mitad de los alemanes reconocen tener dificultades para distinguir los envases de un solo uso de aquellos reutilizables, cuyo símbolo es una botella y una lata rodeadas por una flecha. Al menos desde el 2006, cuando la normativa se implantó en todo el territorio federal, los usuarios pueden devolver los envases y recibir el dinero que les corresponde en cualquier comercio independientemente de donde los adquirieron. Hasta ese momento, más del 20 % de todas las latas y botellas iban a parar a la basura.

No obstante, lo que a priori supuso un avance, con el tiempo generó un vacío legal que las mafias no tardaron en aprovechar. Las grandes superficies aplican al Pfand el IVA, a diferencia de las pequeñas. Con lo cual, si uno compra una botella en un comercio de barrio, a 25 céntimos, y acude a devolverla a un supermercado, en el que le dan 30, está ganando 5. En el 2015, la revista Capital reveló la existencia de grupos organizados que acudían varias veces al día a devolver unos 5.000 recipientes, haciendo perder al fisco hasta 40 millones cada año.

La estrategia de reciclaje, que se ha consolidado como una forma de ingresos para los colectivos más desfavorecidos del país, también se emplea en países del entorno como Dinamarca, Bélgica o Austria. Por eso, muchos se preguntan si no convendría unificar sistemas en la UE para crear una suerte de eurobotella que pudiera adquirirse en España y devolverse en Francia, por ejemplo. «Amenazaría a los métodos existentes en cada país, que funcionan bien», son de gestión privada y resultan muy caros de sustituir, argumenta Gerhard Kotschik, de la Oficina de Protección del Medio Ambiente.