«Blockchain», el nuevo paradigma

César Mariñas Dávila VOCAL DE LA JUNTA DE GOBIERNO DEL COLEXIO OFICIAL DE ENXEÑEIROS DE TELECOMUNICACIÓN DE GALICIA

MERCADOS

A

Su funcionamiento es realmente complejo para los profanos, pero está llamado a cambiar una parte del mundo que conocemos. «Blockchain» supone al intercambio de valor lo que Internet representa para la información, una herramienta de un valor incalculable. Su desarrollo está, no obstante, en fase beta. Estas son algunas de las claves para comprender qué es y cómo opera.

22 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Podría afirmarse que blockchain, o si se prefiere la cadena de bloques, es la base de la denominada criptoeconomía, y además un pilar fundamental de la nueva generación de Internet descentralizada, la web 3.0. Pero quizás su innovación más destacable es la de sustituir la confianza en una institución central por la que brinda la propia red gracias a la criptografía.

Para tratar de blockchain es inevitable referirse a la que fue la primera cadena de bloques de éxito, bitcoin: todo comenzó en el 2009, cuando alguien, bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, propuso un novedoso sistema de pago electrónico descentralizado y abierto basado en una tecnología, a la que ahora conocemos como blockchain. Por primera vez se resolvía el antiguo problema del doble gasto en el dinero digital sin la necesidad de un tercero de confianza.

Nakamoto reunió varias tecnologías bien conocidas en las últimas décadas, como la criptografía y la computación distribuida, combinándolas en una arquitectura totalmente innovadora y disruptiva, creando un modelo donde una red de ordenadores P2P (peer-to-peer: entre pares) colaboran para mantener y «securizar» una base de datos compartida.

Pero, ¿qué es realmente Blockchain y cómo funciona?

De una forma simplista podríamos definirlo como una especie de libro contable global, que se comparte abiertamente entre todos los usuarios, en el que quedan registradas, agrupadas en bloques y de forma inmutable, todas las transacciones realizadas desde su origen. Es decir, todos los miles de nodos que conforman esta red descentralizada poseen la misma copia de este libro mayor que se actualiza constantemente con las nuevas transacciones.

Prueba de trabajo

Lógicamente, estas transacciones deben ser validadas antes de quedar registradas de forma inalterable en dicho libro. Para garantizar este proceso, se utiliza (mayoritariamente) un mecanismo de consenso entre los participantes denominado «prueba de trabajo» (PoW), que es ejecutado por unos nodos especiales llamados mineros, generando así la confianza que necesita el sistema.

Para ello, los mineros tienen que hacer dos cosas: en primer lugar, comprobar en su copia pública del libro mayor que la transacción es factible; en segundo lugar -y esta es la parte difícil- han de resolver un rompecabezas matemático que requiere de una gran capacidad computacional. El primero que lo consiga podrá grabar un conjunto de transacciones en un nuevo bloque para añadir a la cadena y obtendrá una recompensa económica por ello. Después, lo retransmite inmediatamente al resto de los nodos para que todos puedan tener una copia actualizada y válida de la cadena, la que conlleva una mayor trabajo computacional: la cadena más larga.

Pero la forma en la que se encadenan estos bloques no es menos ingeniosa y tiene que ver también con la criptografía, concretamente con la función hash: esta resume de forma unívoca cualquier documento digital en una serie de caracteres de longitud fija y sirve para comprobar la integridad de la información.

A cada bloque -que almacena las transacciones correspondientes y se identifica unívocamente por su hash- se le añade el hash del bloque anterior, a cuyo conjunto se le aplica la función hash para obtener la del bloque en cuestión. De esta forma, cualquier intento de manipulación de la información almacenada invalidaría el hash de su bloque y, en cascada, todos los de los bloques sucesivos.

«Blockchain» 2.0

Hoy existe lo que se podría denominar una segunda generación de blockchain, con un mayor potencial que la primera del bitcoin. Uno de sus mejores exponentes es sin duda ethereum, cuyas principales bazas son los llamados smart contracts o contratos inteligentes: simples programas informáticos que implementan un acuerdo virtual para una transacción -o intercambio de bienes o activos- y que se ejecutan de forma automatizada sobre una blockchain, junto con las aplicaciones descentralizadas o dapps.

Ethereum -innovación lanzada en el 2014 por Vitalik Buterin- fue la primera plataforma que soportaba contratos inteligentes sobre la cadena de bloques. Ethereum tiene un token propio (unidad de intercambio) llamado ether que se puede comprar, ya sea para fines financieros o para conseguir capacidad computacional («gas») en su red.

Esta plataforma y protocolo permite el desarrollo de aplicaciones sobre ella con diferentes lenguajes de programación haciéndola mucho más versátil. Y todo ello se ejecuta sobre un sistema distribuido de ordenadores, la EVM (máquina virtual de etherum), que permite a cualquiera escribir dapps y smart contracts en los que puede crear sus propias reglas de propiedad, formatos de transacción y funciones de transición de estado.

El ecosistema ethereum pretende de esta forma convertirse en un gran ordenador universal que permite codificar, descentralizar, securizar, gestionar, registrar y transaccionar casi cualquier cosa; desde criptodivisas a patrimonio, sistemas de votaciones, nombres de dominios, derivados financieros, micromecenazgo, contratos, propiedad intelectual, e incluso objetos inteligentes mediante integración hardware (IoT).

Públicas-privadas-híbridas

En mi opinión, es este un aspecto de importancia capital en el devenir de esta tecnología y en el enfoque de las nuevas aplicaciones y modelos de negocio que se puedan generar en la nueva Internet del valor.

La distinción pública o privada de las cadenas de bloques radica básicamente en que todos sus participantes sean iguales, su acceso sea libre y esté abierto a todo el mundo o bien requiera de algún tipo de permiso o autorización que gestiona una organización o consorcio (también llamadas «permisionadas»). Las híbridas son una combinación de ambas, donde las transacciones son públicas, aunque los nodos participantes son invitados. Existen actualmente unas cuantas iniciativas de blockchains privadas, entre las que cabe destacar Hyperledger Fabric (proyecto de la Fundación Linux e impulsado por IBM), R3 Corda (consorcio internacional de bancos e instituciones financieras), o Ripple.

En resumen, blockchain intercambia valor y registra acuerdos entre iguales sin necesidad de intermediarios, y de forma inmutable. Podríamos decir que Internet supone al intercambio de la información, lo que blockchain al intercambio del valor.

Esta disruptiva tecnología lleva ya entre nosotros más de nueve años y parece que está aquí para quedarse; lo que sí es indudable es que el genio ha salido de la botella y tiene el potencial de cambiar muchos paradigmas, no solamente tecnológicos sino también sociales y económicos, y para mejor. Se encuentra en una fase beta equiparable al desarrollo de Internet a mediados de los noventa, por lo que sin duda este es un gran momento para dejarse fascinar por todo su potencial.