El lucense Jesús Lence forma parte de la historia del sector lácteo gallego. La escribió y la sigue escribiendo de puño y letra. A veces, con renglones zigzagueantes que describen la batalla que el empresario, defendiendo un papel propio del duro Clint Eastwood, está acostumbrado a entablar con sus interlocutores. Su corazón, sin embargo, es capaz de derretirse como la mantequilla.
19 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.La fuerza con la que afronta negocios y problemas ha marcado la vida de Jesús Lence (Castroverde, 1940), presidente de un grupo de empresas entre las que destaca Leche Río, que engloba la marcha Leyma. Gasolineras, hoteles, restaurantes y una flota de más de un centenar de camiones son algunos de los elementos que conforman su entramado empresarial. Nadie le ha visto utilizar un ordenador. Y es que la cabeza es su arma secreta. En ella lleva encriptados todos los grandes números y los contratos de sus compañías.
a vender piñones
Lence, que se define como inquieto y peleón -«me gusta ir delante porque si eres el primero tienes el camino abierto»-, se convirtió en un emprendedor a muy temprana edad. Sus padres se llamaban Jesús y Encarnación, «y trabajaban más que yo, que soy un esclavo [se ríe]. Es broma», subraya.
Sus progenitores tenían un aserradero y también un almacén para la venta de leña, carbón y piñas. En aquellos tiempos se vendía bien la piña abierta, pero no la cerrada. Como era difícil encontrarlas, la solución pasó por traer piñas cerradas y abrirlas al sol. «Vimos que salían los piñones, y que también se podían vender en las ferias. Fue así como me di cuenta que yo era un comercial», relataba en una entrevista en el programa Cosa de Dos, de VTelevisión.
El industrial continuó en el mundo de la madera y después en el de la gasolina, y dio el salto al sector lácteo de casualidad. Según explica un colaborador de muchos años, había una firma de transporte de leche que tenía un centro de frío en Baralla. Le suministraba gasolina. Pasado el tiempo, y tras sufrir un revés económico, la empresa en cuestión pasó a manos del empresario lucense. A partir de ahí comenzó el crecimiento de este área de negocio, donde Leche Río -que tomó el nombre de la fábrica de quesos de Riotorto- alcanzó un especial protagonismo.
Jesús Lence consiguió crear un grupo con capacidad para industrializar el 50 % de la producción láctea de Galicia, unos tres millones de litros al día. Aunque tener la capacidad no significa hacerlo, lo cierto es que llegó a comprar 1,8 millones de litros diarios, de los que industrializó 1,5.
El grupo tiene cuatro fábricas: una en Veiga de Anzós (Láncara), dos en O Ceao (Lugo), y la de Leyma, en Arteixo, que se la adquirió a Puleva.
Hubo dos ocasiones -con la venta de Ram y con la de Leche Celta- en las que este adicto al trabajo fue una apuesta clara para ser la columna sobre la que se vertebrase el gran grupo lácteo gallego. No pudo ser, pero no por su capacidad de trabajo, que queda fuera de toda duda. El empresario puede estar en una mesa de negociaciones y al mismo tiempo controlar desde la compra de miles de litros de leche hasta las descargas programadas en el día y cualquier otro asunto relacionado con la gestión de la empresa.
Duro y pagador
Este lucense se considera serio y ante la pregunta sobre su fama de tener «mala leche», él niega la mayor con cierta gracia: «Si tuviera mala leche, no comercializaría tanta».
Sus personas de confianza no lo han visto llorar jamás, pero gritar todos los días. El negocio es su segunda prioridad, porque la primera son los temas de salud.
Ganaderos que le vendían leche califican a Lence como un empresario personalista y paternalista. Hasta tal punto que, cuando se iba a pasar algunos días a Tenerife, donde tiene una vivienda, empleados y colaboradores esperaban a que llegase para poder cobrar la nómina, retraso que se trasladaba al resto de la cadena. También recuerdan cuando les penalizaba con hasta tres céntimos el litro si la leche contenía 3,49 de grasa en lugar de 3,50, que era lo que aparecía en el contrato. Frente a las críticas, reconocen que el empresario es claro, transparente, y no engaña cuando habla. Conoce el campo y el mercado, es un pagador serio con sus proveedores y un intenso negociante que sabe apretar.
Un representante de su competencia directa, José Armando Tellado, director general y primer ejecutivo de Capsa Food, no ahorra en calificativos positivos: «Lence es admirable, se ha hecho a si mismo, es pionero e innovador. Tiene la empresa en la cabeza: cliente a cliente; referencia a referencia. Siempre, incluso cuando yo no tenía la posición actual en mi empresa, me trató con cercanía y cariño. Hoy es difícil encontrar a un emprendedor como él. Forma parte de la historia del sector lácteo gallego».
Roberto García, secretario xeral de Unións Agrarias, cree que «tras las bravuconadas, en la persona descansa un hombre sensible y razonable». Lo vio protagonizar conversaciones «agresivas» en reuniones, de las que salió buscando al interlocutor al que se había enfrentado para ofrecerle todo lo que estuviera en su mano para que superara una situación personal médica complicada. Lo mismo ocurrió en su despacho con un colaborador que tenía un problema serio de salud. Lence le entregó una cantidad importante de dinero.
Batalla tras batalla
Colegas del sector dan fe de que este agrio y personalista empresario se derrite como mantequilla en su vertiente humana. Hay quien piensa que en ello ha influido la batalla que Lence tuvo que afrontar -hasta vencer- contra un linfoma cerebral no hodking que sufrió su hijo Luis, a quien no dudó en llevar a Houston como última alternativa. Se encuentra muy bien, reconoce el propio Lence, quien tiene otras dos hijas (María Jesús y Mari Carmen) y cuatro nietos.
Además de apasionarle el trabajo, al empresario le gustan los coches deportivos: los porsches, los mustang, los BMV, los mercedes... Ahora conduce un Jaguar, que compró hace cinco años. Su tono de voz se torna apasionado cuando habla de esta afición de la que no quiere presumir pero que es un secreto compartido con todos con los que tiene relación. También su voz delata que aborda un nuevo desafío «al que le presto el 100 % de atención». «Estoy corriendo como un descosido para acabar con un carcinoma que me detectaron entre el riñón y la vejiga», dice sin esconderse. Realizó un tratamiento de inmunoterapia (lo contó en una de las cadenas nacionales de televisión), y ahora quiere acabar con cualquier resto de células malignas que pudiesen quedar. No para de viajar a Madrid y a Barcelona. Ese es su objetivo para este año.
Galicia. Jesús Lence es amante de Galicia, y, especialmente, de Lugo, donde tiene su casa familiar. Todas sus empresas están en la comunidad, aunque tuvo posibilidades de trasladarlas.
El periódico. Además de trabajar y de disfrutar cada día de su afición por los coches, el empresario lucense lee la prensa a diario. Jamás se escapa de los periodistas, ni tan siquiera cuando los asuntos a tratar son complicados.
le gusta mandar. Aunque le cuesta delegar y le gusta hacer valer su autoridad, el empresario ha diseñado la estructura de su grupo buscando la profesionalidad de sus colaboradores. «La compañía camina sola y divinamente bien», relata en modo irónico.
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