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David Bonilla siempre ha llevado su propio rumbo. Dejó Derecho porque no se resignaba a ser «infeliz toda la vida» y se pasó a la programación. «Es mi vocación, pero como en mi entorno nadie quería hacer ‘el resto’, el márketing o la gestión, también lo hice yo». Se define como un profesional «cabezón y transparente». «No me rindo. Si me meto en algo, voy hasta el final». Una sentencia que explica por qué dejó Atlassian para crear su propio proyecto. «La verdad es que como startup iba como un tiro. Cuando empecé éramos 400, cuando me fui, 2.000. La empresa salió a bolsa. Si me hubiera quedado con las stock options que me correspondían, tendría la vida resuelta. No pienso en ello». Ni lo piensa ni tuvo tiempo para hacerlo porque David arrancó Otogami, un comparador de videojuegos. Dos años después, a su amparo, surgía Runnics, un comparador de zapatillas de atletismo. No funcionó y él fue el primero en contar en su web, bonillaware, por qué vendían sus participaciones por 1 euro. «Todos aprendimos y el equipo se unió más. No cambiaría nada de lo sucedido. En tres años aprendí tanto como en 15. Cada experiencia nos va modelando». Con Otogami en otras manos, David volvió a trabajar por cuenta ajena. «Nunca he tenido problema en integrarme en una estructura si comparto sus valores y me motiva lo que hago». Una relación de año y medio antes de que volviese a la carga con Manfred, una plataforma donde los profesionales de la informática pueden encontrar los mejores empleos, «esos que no salen en ninguna parte». Entre sus objetivos: «Trabajar en la empresa más divertida del mundo. Es un objetivo a largo plazo. Tengo espacio de mejora».