«Descubrí el vidrio y tuve claro que iba a vivir de esto»

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

PACO RODRÍGUEZ

Desde un taller de Teo salieron en los últimos días cientos de piezas singulares de joyería en vidrio con destino a Los Ángeles, París, Londres o Venecia. A Rosa Méndez le cuesta trabajo servir los pedidos que le llegan de los más prestigiosos museos y galerías del mundo. Y su único secreto es haber tenido siempre claro lo que quería hacer y lo que sabía hacer. Tan fácil y tan difícil a la vez.

06 ene 2019 . Actualizado a las 05:06 h.

Rosa Méndez no se siente empresaria ni es consciente de haber creado una marca propia, y sin embargo, toda su vida ha sido una estrategia no planificada para llegar al lugar en el que está, reconocida como una de las mejores artesanas del vidrio en el ámbito internacional, con puntos de venta en las galerías y museos más prestigiosos del mundo. Y todo porque esta ponferradina lo tuvo siempre claro, incluso el lugar en el que quería estar: Santiago.

-¿Por qué Santiago?

-Llevo aquí toda la vida. Me vine para estudiar y ya me quedé. Me vine a la escuela de arte Mestre Mateo, creo que lo tenía claro desde que tengo uso de razón. Estaba todo el día dibujando y haciendo estructuras, era lo que me gustaba. Pude ir a Madrid pero tenía aquí amigas y me vine, y Santiago te engancha y aquí me quedé. Para una estudiante, este es un lugar que te aporta mucho, donde todo es nuevo, y no me molestó ni siquiera la lluvia, me enganchó. Luego me casé y mi hija se crio aquí, ella ya es de Santiago. Viajé mucho y viajo mucho, pero siempre vuelvo.

-¿Acabó los estudios y ya se decidió a montar su taller?

-Por motivos personales al principio me dediqué a otras cosas pero unos años después, bastantes años después, encontré la Escuela de Vidrio aquí en Santiago. Fui a verla, era entonces el año 2000, y cuando entré allí ya supe que ese era mi sitio, que quería trabajar con el vidrio, porque hasta ese momento tampoco sabía lo que quería hacer. Luego cerró y fue una pena, venían artistas de todo el mundo a trabajar aquí, era un lujazo.

-¿No es fácil encontrar dónde trabajar con el vidrio?

-No, porque España no es un país con mucha tradición vidriera, salvo Cataluña o Valencia. Estaba la escuela de la Granja de San Ildefonso, había otra en Barcelona y esta, no había más. De hecho, ahora casi no hay, han ido cerrando con el tiempo.

-¿Se decantó desde el principio por la joyería?

-Realmente lo que me gustaba era la escultura, pero vivir de la escultura no era fácil y cuando descubrí el vidrio tuve claro que iba a vivir de esto.

-¿Siempre trabajó sola?

-Al principio con unos compañeros pero pronto me independicé y me vine para aquí, para este taller en Teo, y llevo aquí desde el 2004, creo. Fue todo muy rápido.

-Y empezó con buen pie.

-Sí. Tenía que ser.

-¿Por qué tenía que ser?

-Fue el vidrio, fue el material lo que me enganchó porque ya había probado otras opciones y no acababa de ver que ese era mi sitio, hasta que encontré el vidrio. Es fácil de trabajar, puedes cortarlo, puedes modificarlo, meterlo en un horno, calentarlo en una llama, hay un montón de posibilidades; de color, transparente... Ahora estoy jugando más con vidrio reciclado, vidrio de ventana, vidrio transparente sin más que da un juego increíble.

-Usted es un referente en diseño de joyería. ¿En qué momento se decantó por esta modalidad?

-Era más fácil empezar, porque en un rincón de casa hacer una escultura es más complicado.

-¿Recuerda sus primeras piezas?

-Sí, unos pendientes para mi hija. A sus amigas les gustaron y empezaron a pedírmelos, y al poco tiempo, no recuerdo cómo, conseguí un comercial y ya empezó a moverme el trabajo.

Los cristales, sus colores y sus posibilidades, envuelven el universo artístico de Rosa Méndez. | paco rodríguez

viajes y literatura como inspiración

el detalle

Suele viajar con su hija, la fotógrafa Tamara de la Fuente. «Ahora ella está en Sarajevo trabajando y espero ir pronto a verla. Procuramos hacer juntas un viaje al año». Y aunque conoce mundo y son muchos los lugares que le gustan, al final, siempre tira para casa. «Cuando pienso en dónde quiero estar, es junto al mar, me encanta. Pero después, cuando estoy en alguna playa, lejos, pienso en que las nuestras no tienen nada que envidiar. Me gusta, sobre todo, Queiruga, que voy los fines de semana, y también la isla de Ons, que cuando puedo, hago también una escapadita». Y aunque se haya enamorado de Santiago, sigue yendo a su tierra en Ponferrada, donde tiene a su familia. «Pasé allí la Navidad». Y la lectura también le gusta; la literatura en general, sin encasillamientos. Por la noche, cuando cierra el taller. Le relaja y le sirve de estímulo. Como Metafísica de los tubos, de Amélie Nothomb, por ejemplo, que inspiró una colección de marcado carácter tubular. Arte sin fronteras ni prejuicios.

Cuando pienso en dónde quiero estar, es junto al mar, me encanta. Y me encanta Queiruga y me encanta también la isla de Ons»

«No entiendo de estrategias de mercado, pero he viajado mucho y he buscado mi sitio»

Vende en los principales museos de arte del mundo. Pero no fue casualidad, hay detrás un trabajo marcado por el convencimiento de lo que sabía hacer y, sobre todo, de lo que quería hacer.

-¿Cómo dio tan rápido el salto al mercado internacional?

-Necesitas salir de casa para que te conozcan. Entonces las redes sociales no existían y la única manera eran las ferias. Empecé en Madrid en Iberjoya y al poco tiempo ya estaba exponiendo también en París.

-¿Por qué cree que convencieron tan pronto sus diseños?

-Quizás porque es algo diferente. Creo que con el vidrio le di un poco una vuelta a la joyería. No sé explicarlo, cada feria es un examen, pero a lo largo del tiempo a la gente le ha ido gustando. Unas colecciones más que otras, claro, no todo funciona igual.

-¿Cómo fue evolucionando su trabajo en estos veinte años? ¿Siguió las tendencias?

-No, yo escapo de las tendencias, intento que mis colecciones sean personales, que se identifiquen conmigo, no con una moda. Es un trabajo muy escultórico, he llevado la escultura a la joyería, en formato pequeño.

-¿Y el salto a América? ¿Cómo llegó al MOMA de Nueva York?

-Fue el primero, pero ahora estoy en un montón de museos. Mi trabajo encaja muy bien en las tiendas de los museos. Ahora está en el MOMA de San Francisco, en el Paul Getty de Los Ángeles, en la Royal Academy de Londres, en el Pompidou de París, en el Guggenheim de Venecia, en el Museo de Arte Contemporáneo de Dinamarca... En febrero empezamos con el de Arte Moderno de Chicago... Pero no solo en museos, también en tiendas y en galerías. Ellos me encuentran en ferias, no voy yo al cliente, es él el que viene a mí.

-¿Y en Galicia?

-En tiendas de Santiago, Vigo, Pontevedra, Monforte... Pero si no hubiese salido fuera no podría vivir de esto.

-¿Ha creado su propia marca?

-Fue el producto. No me sentí nunca una empresa aunque es verdad que vivo de esto. No entiendo de estrategias de mercado, pero sí he viajado mucho y he buscado mi sitio, he visto muchos lugares, he visitado muchas ferias y he ido encontrando el lugar en el que encajo. Lo que sí, he sido crítica con mi trabajo. Y he apostado, he arriesgado.