Dopaje monetario

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSIDADE DE VIGO

MERCADOS

24 mar 2019 . Actualizado a las 05:05 h.

Ahora, al fin, se daba por seguro: el Banco Central Europeo pondría inmediatamente fin a su política de los últimos años, consistente en mantener los tipos de interés nominales en el entorno de cero (cuya primera consecuencia son unas tasas reales negativas) y una expansión continuada de la liquidez a través de medios extraordinarios, como las operaciones de compra masiva de títulos. El anuncio estaba hecho y ratificado, pero aún así inversionistas y observadores no lo daban del todo por seguro. ¿La razón? Sencillamente, era la enésima vez, desde hace al menos dos años, que tal cosa ocurría.

El dopaje monetario de la economía europea, por tanto, continuará. Es de destacar que la Reserva Federal norteamericana, que ya había invertido el signo de su política -suprimiendo la expansión cuantitativa y subiendo los tipos- da también algunos signos de querer volver atrás. Lo que básicamente todo esto nos está indicando es que la situación de fondo de la economía sigue siendo débil, y que el horizonte de deterioro, cuyos indicios están con nosotros desde hace ya un tiempo, no dejan de confirmarse e ir a más. Y eso que algunos de los determinantes de fondo de la coyuntura son más bien favorables: además del viento de cola introducido por los propios estímulos monetarios, los precios de la energía son ahora (a diferencia de lo que ocurría hace unos meses) muy propicios y la política fiscal no juega abiertamente en contra del crecimiento, tal y como pasaba en la anterior recesión.

Claro que también hay factores muy adversos, como la ola de proteccionismo, que pasa ya con toda claridad de la fase de pura retórica, para adoptar formas bastante amenazantes. Su principal consecuencia es el deterioro de las perspectivas de crecimiento de la economía china, que ya está afectando mucho, por ejemplo, a la capacidad exportadora de varios importantes países europeos (en primer lugar, Alemania).

El caso es que todos los datos parecen apuntar ahora mismo a una fuerte desaceleración de la economía europea, con algún país importante en situación técnica de recesión (el caso de Italia) y otros bordeando su límite (nada menos que Alemania). Aún mas revelador -por la relación directa que ese objetivo tiene con la definición de la política del BCE- es que la inflación sigue manifiestamente por debajo de su referencia (un aumento del 2 %). Durante el pasado verano, el IPC armonizado en Europa se situó más o menos sobre esa meta, pero no ha tardado en retroceder de nuevo, estando ahora por debajo del 1,5 %. Decididamente, nuestro tiempo ya no es el del drama inflacionista que en el pasado conocimos, sino que tenemos más bien el problema contrario. En esas condiciones, ¿debemos extrañarnos de que el equipo de Draghi decida de nuevo congelar los tipos en el nivel cero?

El caso es que sabemos desde hace tiempo que esta es una política necesaria, si se quiere obligatoria, para un momento concreto; pero no se puede mantener durante años y años. Deja un legado: un balance desmesurado del propio banco que hay que reducir y una inmensa bolsa de liquidez -llámenle bomba de tiempo, si lo prefieren- que resulta imprescindible absorber. Por eso resulta doblemente preocupante el anuncio de que de momento el dopaje no se toca. Primero, en lo inmediato, porque es evidente que la economía lo sigue requiriendo, dando así muestras de gran fragilidad. Y segundo, porque todo esto ocurre más de una década después del arranque de la crisis, lo que nos debe llevar a preguntarnos: ¿hasta cuándo, por cuánto tiempo aún, se mantendrá una políticas que desde el principio se definió como totalmente fuera de la norma? Hay en todo ello un signo de que las tendencias hacia el estancamiento europeo van en serio.