
Todas las mañanas hace yoga. Poco después de las seis. Durante veinte minutos. Le ayuda a ordenar las ideas. Le carga las pilas para afrontar sus maratonianas jornadas de trabajo al frente de uno de los principales engranajes de la economía mundial. Después, ya en la oficina, lo completa con algún que otro ejercicio. Varias veces al día. Y... no perdona la siesta. Mini. Pero siesta al fin y al cabo. Adquirió esos hábitos tan saludables durante su adolescencia, cuando se batía el cobre en las piscinas practicando natación sincronizada. «Aguanta el dolor y no te olvides de sonreír», le repetía una y otra vez su entrenador. Y consiguió ganarse un puesto en la selección de su país. Su pasión por el agua sigue viva. La piscina es algo que no falta allí donde mora. Le gusta bucear. Y la jardinería. No bebe alcohol, pero no perdona el chocolate.
Puede que a estas alturas ya hayan adivinado que es vegetariana. Y elegante. Mucho. Que para algo nació en París. Hace de eso 63 años. Estudió Derecho. En la Universidad de París X. Aunque eso sí, se quedó con las ganas de acceder al ENA, la elitista escuela francesa que ahora estudia cerrar el presidente Macron.
Y antes de entregarse a la política desarrolló toda su carrera profesional en el despacho Baker & McKenzie, firma que presidía cuando debutó como ministra de Comercio con Dominique de Villepin como primer ministro. Y Jacques Chirac como presidente. Lo fue también de Agricultura y de Economía con Fillon y Sarkozy. Y en esas últimas andaba cuando se convirtió en la primera mujer en llevar las riendas del Fondo Monetario Internacional, a cuyo frente todavía está. Por poco tiempo, eso sí. Porque Christine Madelaine Odette Lagarde -de soltera Lallouette- (París, 1956) es la elegida para sustituir a Mario Draghi al frente del BCE. En el 2011, con la crisis del euro ya en pleno apogeo, fue la escogida para sustituir de la noche a la mañana a Dominique Strauss-Kahn, otro francés, tras ser arrestado por una acusación de violación, de la que luego, por cierto, resultó exculpado. Y ahora llevará las riendas de la política monetaria del club del euro. La primera mujer que llega al puesto más alto de la política económica europea. Y la primera que lo hace también sin haber pasado antes por un banco central. Ni falta que le ha hecho.
Hija de un profesor universitario de literatura británica y una maestra de latín, griego y literatura francesa, Lagarde está casada y divorciada dos veces. Tiene dos hijos de su matrimonio con Wilfrid Lagarde, de quien conserva el apellido. Desde el 2006 mantiene una relación sentimental con Xavier Giaconti, un importante empresario inmobiliario de Marsella de origen corso.
«Los hombres de mi vida han tenido dificultades para digerir mi éxito», ha dicho en alguna ocasión la francesa, Madame la Marquesa, apodo despectivo con el que se referían a ella algunos cuando era ministra de Finanzas.
Ni que decir tiene que figura en los primeros puestos de la lista Forbes de las mujeres más poderosas del mundo. Se lo ha ganado a pulso. Entre otras cosas, estando en el lugar adecuado en el momento justo.