En sus estupendas Décadas del Nuevo Mundo, Pedro Mártir de Anglería, milanés afincado en España en los tiempos de Colón, describe el uso del cacao como moneda en la Nueva España, y al respecto dice: «Así sucede en todas partes, pues los que tienen aromas, oro , plata, acero (...), con eso que su patria les da consiguen lo extranjero que desean, yéndose por las tierras de otros que necesitan de aquellas mercancías, o por la humana flojedad les parece que necesitan de ellas».
En esta salida renqueante de la crisis, caracterizada ahora mismo por la caída de las exportaciones, las miradas giran hacia la demanda interna. Pero ¿cómo reanimarla cuando los salarios aún no han recuperado los niveles previos a la recesión y, además, los hábitos de gasto han cambiado? ¿Cómo reactivar la humana flojedad por los bienes no estrictamente necesarios tan fundamental para mantener nuestra sociedad de consumo?
Hemos perdido una oportunidad dorada, y la culpa es de Dinamarca, que se ha negado a venderle Groenlandia a Donald Trump. Si en vez de dar con un país tan frío el presidente norteamericano hiciera una oferta parecida a uno de estos países ingobernables del Mediterráneo, despertaría disensiones entre los partidos, ambigüedad en la respuesta y motivos para que el plutócrata exhibiera su habilidad más propia, la de comprar barato y vender caro, y disfrutaríamos del espectáculo del empresario-gobernante adquiriendo lo que no se vende: una mezcla de dinero en chorro, seducción, soborno y cierto grado de amenaza. Una compra así de grande sin duda animaría a los pequeños a gastarse en sus particulares Groenlandias el dinero que ahora sueltan a poquitos, como en su día el auge del consumo conspicuo, el de los ricos que compraban bolsos de Louis Vuitton y Lamborghinis, despertó la emulación de las clases medias y la consecuente democratización del lujo. Hoy, dicen los expertos, los ricos más ricos ya no gastan en ostentación, sino en educación y salud. Con ese mal ejemplo, y con las trabas al despliegue de Trump, no se sabe cómo vamos a superar el supermercado low cost y las webs de productos de segunda mano.