Un ejercicio verde a nivel global, con la derivada electoral en lo local
MERCADOS
El debate sobre la transición hacia un nuevo modelo económico más sostenible ha ido cogiendo forma en la agenda pública a lo largo de estos doce meses. Y muy especialmente en las últimas semanas, con la celebración de la Cumbre del Clima de Madrid, pero también por los anuncios que han trufado de incertidumbre el futuro de plantas como la de Endesa en As Pontes por las exigencias de la descarbonización. La pregunta a nuestros expertos, así pues, era obligada: ¿Será este uno de los grandes asuntos del 2020? La respuesta, casi unánime, es afirmativa.
«Decidida y absolutamente -arguye Xosé Carlos Arias-. Eso y la preparación para los efectos que la revolución tecnológica tendrá sobre la actividad productiva y el empleo. La realidad económica de los próximos diez años estará marcada por la evolución de esos dos fenómenos». Venancio Salcines es también contundente en su diagnóstico y repara en la emergencia de vocaciones políticas para inducir un cambio: «Europa ha apostado de modo claro por la transición ecológica. Veo obvio que desea liderar, a nivel mundial, este nuevo sector económico. Las pruebas son evidentes, el cierre de Endesa As Pontes o la fusión de PSA y Fiat, con objeto de hacer frente a la electrificación del automóvil, que es tanto como decir la lucha contra las emisiones de CO2 de los vehículos tradicionales».
Marta Fernández ve difícil avanzar en esta senda sin «cooperación y un compromiso planetario», mientras que Maite Cancelo entiende que esta etapa hay que encararla como una ventana para la generación de riqueza. «La transición energética -explica- debe planificarse como una oportunidad y no como una amenaza para las economías occidentales. La progresiva descarbonización implica una necesidad de modernización y digitalización del acceso a la energía eléctrica».
No tan optimistas son Luis Caramés, Dolores Riveiro y Alberto Vaquero. Los tres coinciden en que este asunto efectivamente se ha incorporado con fuerza a la agenda pública, pero identifican obstáculos para inducir los cambios asociados a la transición ecológica. El más pesimista es el profesor e investigador de la UVigo: «Tenemos una importante dependencia de las fuentes de energía no renovables; parece que hay intereses políticos en no cambiar esto. Es necesaria una revolución verde», critica.
Tecnología y desempleo
En esta misma línea argumental, Caramés observa una falta de margen de maniobra por parte de los gobiernos para actuar con determinación, habida cuenta de las propias estructuras de sus economías. Sostiene el catedrático que la transición ecológica no podrá avanzar a velocidad de crucero «por razones puramente objetivas ligadas a la tecnología y también por el riesgo de desempleo en el período de ajuste».
Riveiro duda igualmente de la velocidad que pueda adquirir esta era de cambios, y apela a la presión que puedan ejercer los movimientos sociales para acelerarla, aunque comparte con todos sus colegas una conclusión: este asunto ya no se va a caer de las agendas de aquellos que pilotan el mundo. «Al menos sobre el papel, la mayoría de los países han asumido la cuestión como un problema real al que se debe dar respuesta», concluye.
Si la transición ecológica tiene una dimensión global, como la guerra comercial o el brexit, el devenir económico del 2020 también tendrá para Galicia una derivada local: la celebración de los comicios autonómicos, en principio, en septiembre próximo. Prácticamente todos los expertos consultados consideran que las elecciones influirán en la evolución del PIB gallego, aunque de forma más o menos tímida. El incremento del gasto público, la convocatoria de oposiciones y otras decisiones políticas podrían tener su impacto.
«Es difícil pensar que llegue a tener un gran efecto», argumenta Arias, quien cree que el 2020 vendrá definido en este sentido por la formación de Gobierno en Madrid. González Laxe, por su parte, cree que las elecciones sí determinarán «algo» el rumbo de la economía gallega, una opinión en la que coincide Caramés: «Los años electorales influyen siempre en el ciclo, en unos casos con racionalidad y en otros con políticas oportunistas. Es ley de la vida política», afirma.
Dolores Riveiro y Alberto Vaquero también visualizan de cara a los próximos meses un incremento de las decisiones con capacidad de actuar sobre la evolución del PIB, aunque matizan su impacto final, esto es, su capacidad de alterar el rumbo de una economía, la gallega, fuertemente indexada en un escenario global.
La más optimista llegados a este extremo es la profesora de la USC Maite Cancelo, quien pone en valor el clima político del que gozan las tierras de Breogán, un escenario de estabilidad con un rango de influencia sobre la economía mucho mayor. «Galicia cuenta con un Gobierno estable que tiene establecida una hoja de ruta, un plan estratégico como marco general y los presupuestos como marco particular. El hecho de que el 2020 sea un año electoral -cree- no debería afectar a la coyuntura económica gallega si se mantiene un Gobierno estable que contrarreste la coyuntura nacional e internacional».