Pese a la losa del presentismo y al peso del sector servicios en la economía del país, crecen las compañías que apuestan por el teletrabajo. La conciliación y el ahorro de costes ofrece ventajas para empleado y directivo. ¿El riesgo? Que el trabajador caiga en el «síndrome del chándal»

Laura G. del Valle

Decía el escritor John Steinbeck que el arte del descanso es una parte del arte de trabajar. Y aunque pocos le ponen un pero a la conclusión del escritor de Las uvas de la ira, en España muchos empleados han hecho de esta frase su mantra. El presentismo laboral, o lo que es lo mismo, echar horas en el trabajo atendiendo a menesteres personales, se ha convertido en un problema grave en el seno de muchas empresas, sobre todo desde que las redes sociales forman parte del ocio diario de los trabajadores. Tanto, que como recoge un informe del pasado año del Grupo Adecco, nueve de cada diez compañías reconocen que sus empleados utilizan Facebook, Instagram o Twitter para entretenerse en horario de oficina. Existen senderos que evitan esta práctica que mina el rendimiento de los trabajadores, atajos que benefician a todas las partes del tejido laboral. Pero que no siempre se quieren poner en práctica cuando el temor a lo desconocido entra en juego.

El teletrabajo es uno de esos puentes que puede garantizar, a tenor de lo que demuestran multitud de estudios, la panacea de la eficacia en el trabajo. Lo saben la mayoría de las empresas del Ibex 35, que ya ofrecen a su plantilla la posibilidad de trabajar desde casa o en remoto, igual que facilitan una flexibilidad laboral hasta hace no demasiados años impensable. No obstante, en un país donde el sector servicios acapara casi ocho de los diez puestos de trabajo que se lanzan al mercado -y en un terreno donde históricamente se ha premiado ese manido término conocido como «calentar la silla»- aún cuesta abrir la mano en esta materia. Pese a todo, de manera discreta, poco a poco comienza a ganar terreno lo que para los expertos no es más que sentido común.

«Algunas compañías ya ven en el teletrabajo una fórmula de flexibilidad, conciliación y ahorro de costes tanto para la empresa, en los espacios de trabajo, como para los empleados en desplazamientos o gastos de manutención. Sin embargo, muchas veces lo mejor para todos es llegar a una fórmula mixta en la que se trabaja parcialmente a distancia y que mantiene tiempo laboral en el centro de trabajo», explica Belén Varela, profesora de Dirección y Gestión de Recursos Humanos en el grado de Relaciones Laborales de la UdC. Mantiene la especialista una postura un tanto comedida, no porque dude de las bondades del trabajo en remoto, sino porque piensa que hay perfiles que pueden adaptarse a este -muchas veces- anárquico sistema. Y otros que no. «Para ser autónomos debemos tener confianza en los demás, pero también en uno mismo; se trata de un factor de motivación imprescindible que requiere madurez por ambas partes». De tener en cuenta este punto Varela sí abre la puerta del teletrabajo a terrenos que pocos imaginarían. «Puede ser útil, además de para trabajos intelectuales, para algunas labores manuales y físicas que no requieran maquinaria muy compleja. Se me ocurren, por ejemplo, ciertos procesos de montaje o costura. Esto sin entrar en las razones por las que puede resultar deseable este modelo, como situaciones en las que una persona requiere flexibilidad organizativa para conciliar cuando hay dependientes».

Pero incluso por razones más banales se van adaptando muchas empresas a esta creciente demanda. «Para las compañías es importantísimo captar nuevos talentos y, en la actualidad, los jóvenes no solo buscan incentivos salariales, sino que quieren otro tipo de ventajas, como tener un horario flexible o poder trabajar algún día en remoto». Efectivamente, parece que lo que dice José Luis Casero, presidente de ARHOE-Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, ya lo tienen presente en cada vez más multinacionales y pymes de nuestro país.

Lo demuestran dos de las preguntas, o más bien las respuestas, de la Encuesta de Empresas de la Guía del Mercado Laboral 2019 de Hays. El 74 % de las firmas que trabajan con esta compañía especializada en reclutamiento revelaron que la gestión del tiempo es el punto que más influye en la productividad de un empleado. Asimismo, el 46 % de estas empresas aseguró haber introducido en los últimos meses un horario flexible de entrada y salida. Mucho más allá, por cierto, van gigantes como Amazon. El gran referente mundial en venta online ya ofrece ubicaciones virtuales para aquellos interesados en trabajar en Amazon, pero que viven lejos de los centros logísticos que tiene repartidos por España.

Responsabilidad compartida

Para adecuarse a esta nueva tendencia, Casero tiene claro que los primeros que deben aprender a entrar por el aro son los empresarios. «Existe un miedo generalizado a tener lejos a los trabajadores; muchos líderes no saben dirigir a sus empleados si no los tienen enfrente sentados en una silla». Pero también entra en juego la responsabilidad de, en caso de tener la oportunidad, quien se queda en casa desarrollando sus funciones laborales. «Es fácil caer en el ‘síndrome del chándal’ y acabar alejado del mundo», comenta el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios, un ente que siempre que puede traslada los beneficios de un teletrabajo «sensato y racional».

No siempre es sencillo. A ese miedo al trabajo por objetivos, que perciben los expertos consultados para elaborar este reportaje, se le añade la idiosincrasia del tejido productivo español. «El enorme peso que tiene en nuestra economía la hostelería, la restauración y el turismo hace muy difícil instaurar en cantidad de empresas medidas que fomenten el teletrabajo, pues la mayoría de puestos requieren aún presencia física», comenta Andrea Calero, directora de Adecco en A Coruña -compañía, por cierto, que sí ofrece la posibilidad de trabajar a distancia a muchos de sus empleados-. No se olvida tampoco esta especialista en recursos humanos de unos trámites que, pese a ser sencillos, ralentizan el impulso definitivo que muchas sociedades podrían darle a este modelo porque obliga a las compañías a implantar una tecnología que permita el teletrabajo.

Aún así, coinciden los especialistas en que para aquellos puestos que no tengan la necesidad de trasladarse a un centro laboral las ventajas del trabajo en remoto son indudables, y objetivas, en ciertos aspectos. Conciliación es la primera palabra que se coloca en la balanza de beneficios. También pesa, y mucho, como recuerda José Luis Casero, el ahorro. Ya no solo por una cuestión que ayudaría a mejorar la economía doméstica, sino porque en un momento en el que la conciencia verde manda, «sobre todo en las grandes ciudades se pueden evitar grandes desplazamientos y, de esta manera, contribuir a reducir la huella de carbono y la contaminación». Por supuesto, los tres recuerdan la capacidad organizativa del empleado que fomenta el trabajo en remoto. Lo había demostrado ya en el 2018 un estudio de la Universidad de Stanford. Tras estudiar durante dos años a los empleados de la empresa china Ctrip, constató que el rendimiento corporativo del grupo que trabajaba desde casa era más elevado y su nivel de estrés inferior al de los presentistas.

MARCOS MÍGUEZ

María Jesús Golpe, jefa de servicio de Asistencia Jurídica Gratuita de la Xunta

«Al tener este derecho siento una responsabilidad mayor»

Está tan contenta María Jesús Golpe con el teletrabajo que hace unos meses consiguió aumentar a dos las jornadas que dedica a su empleo desde casa. Jefa de servicio de la asistencia jurídica gratuita de la Xunta, se acogió a los permisos que ofrece el organismo público para trabajar en remoto. Su experiencia no deja lugar a dudas. Esta coruñesa de 39 años que llevaba desde el año 2005 fichando todos los días, cambió su vida en el 2018, cuando empezó a quedarse en casa un día a la semana. «Me di cuenta de que mi productividad era mucho mayor y, es más, tengo muchas menos distracciones porque en casa hago esas labores que requieren más concentración, y dejo para los días que estoy en la oficina las llamadas y las visitas». Aunque a veces escucha eso de que trabajar desde casa no es trabajar, está tranquila porque, afirma, «con los resultados se demuestra que sí es útil».

Aunque ahorra en tiempo y gastos, también reconoce que «la comodidad de estar en casa no quita que eches horas de más; de hecho, yo siento un plus de responsabilidad por haber conseguido un derecho que otros no tienen». Para lograr este objetivo tuvo que justificar, entre otras cosas, que disponía de un equipo compatible para trabajar y que tenía un acceso remoto. Explica que aún son muchos los que desconocen que existe este modelo y lo recomienda a aquellos que quieran conciliar. Como comenta, ella no tiene hijos y, de hecho, no es un requisito para conseguir esta ventaja, pero se tiene en cuenta.

EDUARDO PEREZ

Marcos Nebreda, creador de contenidos digitales y «community manager»

«Aunque te da libertad, echo de menos tener compañeros»

Hace unos años que el lucense Marcos Nebreda decidió emprender su camino lejos de las oficinas y los horarios fijos. Experto en márketing digital, a través de la web que lleva su nombre genera contenido online para distintas empresas. La decisión tomada por este periodista de 36 años acarreaba un cambio fundamental: empezar a trabajar desde su propio hogar. Con lo que eso supone.

«Hacer todo desde casa tiene muchas ventajas, pero también se corren muchos riesgos. A mí me gusta especialmente la libertad que me da con respecto a los horarios; yo, por ejemplo, soy más productivo por las tardes y esto me permite adaptarme a mis necesidades. Sin embargo, es verdad que eres mucho más susceptible a las distracciones, hace falta ser muy responsable para no procrastinar». Nebreda tomó la decisión de ponerse un horario fijo, de unas 8 horas, que cumple a rajatabla a no ser que le surjan imprevistos. «Esto es algo que también me permite trabajar desde casa y ser mi propio jefe; no tengo que dar explicaciones y puedo hacer descansos o salir a hacer recados cuando quiera, aunque intento ser estricto», comenta. Reconoce que otro hándicap con el que se encuentra es la soledad, por eso al final de la jornada intenta «dar paseos o quedar con alguien para desconectar, porque sí es verdad que pierdes esa parte social que te da una oficina». Afirma, además, que en casa es fácil confundir el espacio de trabajo con el de descanso y que hay que saber establecer límites.

MIGUEL VILLAR

Marcos Pérez, empleado de una firma de suministros náuticos de electrónica

«No desconectas, pero sí ganas en calidad de vida»

Empieza Marcos Pérez explicando en qué consiste su trabajo. «Lo que hago es activar o desactivar unos terminales en buques de pesca de todo el mundo con los que los barcos pueden ver si hay pesca o no en una determinada zona; llevo a cabo esta labor a través de un programa de trazabilidad de mi empresa y, con tal de tener Internet, puedo trabajar desde cualquier sitio». Lo hace desde Ourense, bien lejos de la costa.

Este vigués explica que fue la compañía para la que trabaja, especializada en fabricar suministros náuticos de electrónica, la que le propuso trabajar en remoto. «Mi empresa vio que no necesitaba una infraestructura determinada para trabajar y me ofreció esta posibilidad. Lo entendí y me pareció bien porque así ahorramos todos». Comenta Pérez que no se arrepiente en absoluto de la decisión tomada; de hecho, explica que está contentísimo. Y eso que, a diferencia de otros casos, él sí tiene un horario, de ocho horas, pautado por su compañía.

Menciona las ventajas que encuentra en un tipo de empleo que se impone en cada vez en más empresas. «Ganas en calidad de vida sobre todo en lo que hace referencia al tiempo, que es algo que valoramos todos». Eso sí, comparte opinión con buena parte de esos empleados o autónomos que no tienen que salir de casa con respecto a los inconvenientes del teletrabajo. «Lo peor es que no desconectas nunca, no tienes esa sensación típica de llegar a casa y decir: ‘Se acabó’, y ponerte a otra cosa... Sigues echando un vistacillo al email, por ejemplo».

EDUARDO PEREZ

Mario Meitín, animador 3D

«El autocontrol y la disciplina que requiere no es para mí»

Lo que para unos es un sueño para otros es casi una pesadilla. Mario Meitín (A Mariña), animador 3D en Gato Studio, una compañía de A Coruña especializada en desarrollo de videojuegos, puede trabajar perfectamente desde casa, y de hecho a veces lo hace, pero se ha dado cuenta de que esta opción no es la que más le conviene. «Aunque en España es un concepto bastante exótico, en mi empresa siempre nos han dado esta posibilidad. Sin embargo, aunque al principio parece idílico levantarte cuando te apetezca y ponerte a trabajar a tu ritmo, en el fondo requiere una disciplina y un autocontrol que no están hechos para mí». Continúa: «Con el ordenador de casa suelo distraerme con cualquier cosa, casi con una notificación de WhatsApp, y me cuesta mantener la concentración». Además, apunta, considera que a esta opción se le añaden impedimentos técnicos que le suponen verdaderos quebraderos de cabeza. «Las licencias de software que utilizamos, por ejemplo, o el uso de la red interna de la empresa... Todo se puede solucionar pero, al fin y al cabo, si tienes un problema es más fácil ponerle solución hablando personalmente con la persona que tiene que gestionarlo». No obstante, Meitín sí piensa que hay personas, y circunstancias, para las que el teletrabajo es un gran invento. «Te permite formar parte de un equipo que está lejos de tu residencia. Me imagino asistiendo a reuniones en Japón desde un pueblo de A Mariña a través de videoconferencia y no puede sonarme mal».