Ganaderos y agricultores de toda Europa reclaman unos ingresos justos ante las diferencias entre los precios en origen y destino La FAO y la OCDE insisten en advertir sobre el papel crucial que estos productores tienen para preservar el medio natural y garantizar el futuro
16 feb 2020 . Actualizado a las 11:29 h.Los agricultores y ganaderos de hoy «son importantes custodios del entorno natural y se han convertido en productores de energía renovable». Hace solo unos meses, José Graziano da Silva, el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ponía negro sobre blanco su diagnóstico: el sector primario tendrá en el futuro un papel más importante del que tiene actualmente. Graziano da Silva presentó aquel día un documento de perspectivas agrícolas para los próximos diez años junto al secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, que, entre otras muchas cuestiones, llama la atención sobre la necesidad de garantizar la rentabilidad de los productores para asegurar su porvenir.
Al fin y al cabo, su porvenir es el de todos. Y hoy en día no está, ni mucho menos, garantizado. Lo ocurrido en las últimas semanas en distintos países europeos es una prueba de ello. Si a mediados de enero miles de agricultores tomaban las calles de Berlín con sus tractores para exigir al Gobierno de Angela Merkel que tome cartas en el asunto y ponga remedio a las enormes diferencias entre los precios de los alimentos en origen y en destino, la semana pasada la escena se repetía en las calles de Madrid, en concreto, ante la sede del Ministerio de Agricultura. Allí, productores de todo el país reclamaban al Ejecutivo de Pedro Sánchez medidas concretas para atajar esta disfunción.
El propio conflicto de los chalecos amarillos en Francia nació inicialmente como una protesta de los agricultores y ganaderos, que posteriormente derivó en una reivindicación política y social a la que se sumaron otros colectivos.
Lo cierto es que el trasfondo del conflicto que hoy vive el campo lleva sobre la mesa décadas. Y las cifras dejan poco lugar a engaño. El índice de precios en origen y destino (IPOD) que elabora la COAG revela que la diferencia entre la cantidad que percibe el agricultor o el ganadero y el que ha de pagar el consumidor final se multiplica de media por más de cuatro. En algunos casos, las distancias son singularmente más elevadas: hasta siete veces más en el caso de patatas y cebollas, seis en el de repollos, naranjas, manzanas o lechugas, cuatro más en el de la carne de ternera y la de cerdo... Es complicado encontrar un producto de la cesta de la compra en el que no se perciba esta tendencia.
Y lo más sangrante es que, lejos de atenuarse, esta coyuntura se ha ido agravando a lo largo de los últimos diez años. En el 2010, por ejemplo, un kilo de patatas valía cinco veces más en destino que en origen, cuando hoy la diferencia se ha multiplicado por siete. La secuencia se repite con acelgas, manzanas o cebollas, por citar otros casos recogidos por la COAG, y da cuenta de la necesidad de resolver este problema.
Los productores llevan tiempo reclamando un valor más justo para sus productos, habida cuenta de las penurias que pasan al cabo de un año. «Pasamos frío en invierno y calor en verano», clamaba en Madrid uno de los agricultores participantes en la protesta ante el ministerio. Y en su camino están encontrando el apoyo de organismos como la OCDE y la FAO, si bien es preciso aún que los estados miembros den un paso adelante y apoyen objetivos que sus propios gobiernos reconocen como prioritarios de cara al futuro.
Solo en Galicia, sin ir más lejos, han sido múltiples las voces que exigen un trato justo para agricultores y ganaderos como garantes de un medio, el rural, que necesita como agua de mayo estímulos para no acabar convertido en un erial. Las explotaciones agrícolas y ganaderas juegan un papel decisivo a la hora de fijar población en un entorno que, sin su presencia, se queda con frecuencia al albur de los acontecimientos. La ayuda que prestan estos sectores para combatir incidencias como los incendios, por ejemplo, está sobradamente documentada.
Sueldo justo
Pero para favorecer su pervivencia es necesario conseguir que los productores tengan unos ingresos decentes, rentas y condiciones de vida adecuadas al progreso actual. Naciones Unidas cuenta con un grupo de trabajo concreto que lleva tiempo alertando sobre esta cuestión. El mantra principal, la idea fuerza de la que parten, es que sin una transición justa, sin unos ingresos que permitan a estos profesionales vivir dignamente y desarrollarse, será muy complicado mantener población en el rural. O dicho de otro modo, el éxodo a las ciudades se agudizará aún más, con todos los peligros que ello conlleva.
En última instancia, trabajar en esta senda abundará en una variable no menor para cualquier país o territorio: la soberanía alimentaria. Disponer de fuentes próximas y recurrentes de todo tipo de productos vitales para la población será en la próxima década decisivo para sortear las tensiones de unos mercados que con frecuencia se ven alterados por todo tipo de fenómenos. Lo advierten claramente en la OCDE: «Es esencial que todos los gobiernos apoyen unos mercados agroalimentarios abiertos, transparentes y predecibles».