Merkel tercia en la guerra del campo

Patricia Baelo BERLÍN / LA VOZ

MERCADOS

Patricia Baelo

Cuatro grandes conglomerados controlan más del 85 % del mercado alemán, que verá caer drásticamente sus exportaciones en cuanto el «brexit» se haga realmente efectivo

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:14 h.

En Alemania no solo los estudiantes y las familias de bajos ingresos hacen la compra en supermercados con híper descuentos, sino que a nadie le extraña encontrarse a un economista con traje y corbata en la cola del Lidl. Reforzando la tesis de su pobre tradición gastronómica, los alemanes figuran entre los europeos que menos gastan en comida. El último informe elaborado por Eurostat sitúa a los ciudadanos de la locomotora europea en el puesto número 8, con apenas el 10,8 % de su sueldo destinado a la alimentación, frente al 12,5 % de España, que ocupa el sexto lugar, y muy lejos de los primeros del ránking: Rumanía, Estonia y Portugal, con el 27,8, el 19,6 y el 16,4 %, respectivamente.

Ello se debe por un lado a las costumbres. Según una encuesta europea, para los germanos el precio es el segundo criterio más importante a la hora de acudir al supermercado, tras el lugar de origen del producto. A eso se añade el alto nivel adquisitivo de los ciudadanos, con mejores salarios que sus vecinos, así como el bajo coste de los alimentos en el país con mayor número de híper descuentos del continente. Consciente de ello, la canciller Angela Merkel convocó hace unos días a los jefes de Lidl, Aldi, Penny, Netto y compañía ante la presión de los agricultores y ganaderos, que insisten en que no basta con los 21 céntimos que ganan de media por cada euro que paga el cliente.

«Los supermercados deben poner su grano de arena y enterrar el hacha en la guerra que mantienen por ver quién ofrece los precios más bajos», insta Joachim Rukwiek, presidente de la Federación de Agricultores y Ganaderos. Pero los empresarios se defienden, alegando que a veces se impone la ley de la oferta y la demanda. «Como cuando debido a las crisis mundiales aumentan las reservas de leche, con lo que hay demasiada en el mercado y su valor cae en picado», explica Stefan Genth, director de la Asociación del Comercio.

Tras la reunión, la jefa del Gobierno de la gran coalición, obligada a mediar en el conflicto, descartó establecer precios mínimos por ley para evitar el denominado dumping alimentario. Eso sí, a cambio Merkel apeló a los comercios para que fomenten «una relación justa» con los productores y prometió que a lo largo de este año entrará en vigor en todo el territorio federal la normativa de la UE dirigida a combatir la competencia desleal en el sector. Un fenómeno que la ministra de Agricultura y Ganadería, Julia Klöckner, comparó con «la lucha entre David y Goliat». Y es que el caso alemán se caracteriza por la concentración, pues cuatro grandes conglomerados controlan más del 85 % del mercado.

 Para colmo, los campesinos germanos se enfrentan a pérdidas aún mayores como consecuencia del brexit. Alemania encabeza la lista de proveedores del Reino Unido, lo que representa 1.300 millones de euros anuales, del total de 4.500 que la locomotora obtiene gracias a sus exportaciones alimentarias. «Esa suma no es comparable con la de ningún otro socio comercial», afirma Walter Heidl, vicepresidente de la Federación de Agricultores y Ganaderos. El Instituto de Investigaciones para las Zonas Rurales de Braunschweig calcula que la exportación de alimentos y bebidas de la primera potencia europea al Reino Unido podría reducirse a la mitad solo este año.

 Sobre todo en el caso de la carne, los cereales, y la leche. Por eso cada vez más políticos reclaman nuevas medidas de protección hacia los ganaderos que sirvan también para mejorar las condiciones en las granjas. Por ejemplo, el primer ministro de Baja Sajonia, el socialdemócrata Stephan Weil, quien sugiere un sello obligatorio que garantice el bienestar animal durante el proceso. O el líder de Los Verdes, Robert Habeck, que exige un impuesto de un céntimo sobre la carne y otros productos animales. «Los consumidores apenas van a notarlo a la hora de pagar y podría servir para cambiar el sistema», sostiene.