El 1 % más rico del planeta captó el 27 % de los ingresos generados a nivel global entre 1980 y el 2016, mientras que el 50 % de la población mundial apenas se hacía con el 12 %. Esa progresión ha tenido efectos perniciosos para el crecimiento y podría ser la causa del descontento de las clases medias que explica el delicado panorama político que se vive en algunos países.
01 mar 2020 . Actualizado a las 05:09 h.A partir de la reunión de la Organización Mundial de Comercio celebrada en Seattle en 1990, la mayor parte de las instituciones concentraron sus esfuerzos en estudiar la evolución de las desigualdades en el mundo. Resultó interesante saber si los efectos de la globalización, las políticas de apertura comercial y de liberalización financiera, o las apuestas por una mayor inserción mundial, llegaron a ser beneficiosos para el conjunto de las sociedades. El debate sobre la igualdad se situó, desde entonces, en el centro de las iniciativas del desarrollo por dos importantes razones. La primera, porque provee a las políticas de un fundamento centrado en el enfoque de los derechos; y, en segundo lugar, porque es una condición para avanzar hacia un modelo de desarrollo centrado en la innovación y en el aprendizaje.
Después de la crisis financiera del 2007-2008, las posturas dominantes subrayaron las dificultades relacionadas con el cálculo de las desigualdades de los niveles de vida entre los países y con la estimación de un indicador mundial que permitiera efectuar seguimientos y comparaciones. No obstante, las conclusiones empiezan a estar muy claras. Se ha constatado una convergencia, entre 1960 y el 2000, de los niveles de vida entre las naciones al registrarse un aumento muy notable del PIB per cápita de los países menos desarrollados. Después, a comienzos de siglo, la situación cambia; y entre 2000-2016 existe una relación negativa entre el crecimiento per cápita y el PIB per cápita inicial de los diferentes países. Las transiciones operadas son muy diferentes según los estados, afirma uno de los teóricos de referencia en este tema, el profesor Branko Milanovic. Unos conocen evoluciones decrecientes (Libia, Yemen, Siria o los países en guerra); otro grupo, de renta intermedia, cambia, en la medida que algunos lo abandonan para formar parte del grupo de los ricos (Malaysia o Turquía, por ejemplo); en tanto que las transiciones hacia los países pobres son muy reducidas. O sea, significa que la dispersión del PIB per cápita se estabiliza hasta llegar a la crisis financiera del 2007-2008; y luego se reduce. Esta reducción proviene de la debilidad del crecimiento registrado por los países ricos junto al vigor con que han crecido muchos países emergentes.
Los recientes trabajos sobre las desigualdades económicas llaman la atención sobre nuevas consideraciones. Tanto la OCDE como el Banco Mundial estudian, por medio del coeficiente de Gini, la desigualdad de la renta disponible en cada país. Durante el período 1960 hasta la crisis financiera, todos los países han conocido un crecimiento de sus desigualdades. Ha sido muy intenso en países como China o Rusia, donde el coeficiente de Gini se ha duplicado; y también ha sido notable en países del norte de Europa, como Finlandia y Suecia.
Por el contrario, después de la crisis financiera la mitad de los países representados en el estudio de la OCDE y del Banco Mundial vieron cómo el coeficiente de Gini disminuía. La parte de la renta en manos del 10 % más rico no continúa progresando significativamente más que en la India y en África del Sur. En los demás casos, o se estabiliza o sus variaciones son pequeñas. Sin embargo, la renta detentada por el 1 % más rico sí aumenta notablemente.
Se registra, pues, una progresión generalizada de las desigualdades más heterogénea; lo que se conoce como la curva del elefante. La consecuencia de dichas evoluciones es que ningún país registra un índice de Gini inferior al 0,25, incluidos los países del norte europeo, que suelen ser los menos desiguales. En el otro extremo, los países con mayores desigualdades están situados entre el grupo de los países emergentes (África del Sur, Brasil, India, Rusia). Estas conclusiones permiten explicar el origen del fuerte descontento de las clases medias en las economías avanzadas, llegando a fomentar, en algunos gobiernos, la idea del establecimiento de barreras comerciales y de los límites a la inmigración para ciertos países y economías.
Traspaso de la riqueza
Otra apreciación relevante se refiere a las conclusiones obtenidas en función de la propiedad. Las dinámicas de liberalización y de la nueva gobernanza hacen que desde 1980, tanto los países ricos como los menos ricos transformaran gran parte de la propiedad de la riqueza del dominio público al privado. Dicha apuesta conlleva una limitación de la capacidad de los gobiernos para reducir la desigualdad y posee importantes implicaciones en lo tocante a la distribución de la riqueza. Dos datos claves. El primero, la riqueza privada ha aumentado en las últimas décadas, pasando del 200-350 % del ingreso nacional en la mayoría de los países ricos, al 400-700 % en la actualidad. Esta tendencia se aceleró a partir de la crisis del 2008; y los principales países en apoyar dichas tendencias fueron España, Japón, Rusia y China. El segundo dato es que la riqueza neta pública (activos menos deuda pública) ha disminuido en prácticamente todos los países desde la década de los ochenta. En China y Rusia disminuyó desde un 60-70 % al 20-30 %. En Japón, Alemania o Francia es apenas positiva, con lo que se limita la capacidad de los gobiernos para regular la economía, redistribuir ingresos y mitigar el crecimiento de la desigualdad. La única excepción a esta dinámica es Noruega.
Por último, las desigualdades a nivel personal también se han incrementado. La globalización, la apertura de los mercados, los procesos de liberalización y los movimientos de capitales impulsaron un aumento del ingreso real per cápita; pero dichas dinámicas fueron a velocidades diferentes, generando tanto perdedores como ganadores. Dichos procesos subrayan una evidente polarización de los beneficios a favor de los más ricos. El 1 % más rico del mundo captó el 27 % del monto total acumulado de los ingresos entre 1980 y el 2016; mientras que el 50 % de la población solo capturó el 12 %. Además, el 1 % más rico de la población aumenta sus ingresos a un ritmo más sostenido que la mayoría de los países. Esta polarización de los ingresos ha contribuido a una disminución de los salarios de la clase media, lo que ha llevado a tener que recurrir al endeudamiento para poder mantener sus niveles de bienestar. En sentido contrario, los mayores detentadores de riqueza aumentaron sus inversiones en activos financieros más que en inversiones productivas. La conjunción de ambas situaciones sugiere un contexto en el que se registra un fuerte endeudamiento de la clase media y un aumento desproporcionado de los activos financieros que fueron, entre otras, la causa de un desplome de los títulos hipotecarios de alto riesgo, factor decisivo en la crisis del 2008. Por eso, el alto nivel de desigualdad y la incapacidad de estimular el crecimiento de los salarios deprimieron la demanda de consumo y dificultaron la recuperación de la economía global.
Menos y más desigualdad
En suma, el incremento de la desigualdad de la renta per cápita, observada en la mayoría de los países en las dos últimas décadas, ha sido compatible con un descenso de la desigualdad agregada mundial. Con lo que se resaltan dos tendencias divergentes: la primera, que la desigualdad entre países se ha reducido como consecuencia de la convergencia de las economías emergentes, especialmente las asiáticas; y la segunda, que se aprecia un notable aumento de la desigualdad per cápita dentro de una buena parte de los países avanzados y de las economías emergentes.
Tales conclusiones pueden presagiar que al aumentar las disparidades de ingresos y al reforzar el apuntalamiento de los legados históricos (tesis de Piketty), podrían llegar a intensificarse las tensiones sociales y las pugnas políticas, dando lugar a un desacoplamiento entre la propia democracia y el nuevo capitalismo, máxima preocupación en los tiempos actuales; después de observar los eventos acaecidos en Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Hungría, por citar algunos casos. Por eso, Milanovic insiste en que los ingresos se distribuyan más equitativamente, para evitar que el solo hecho de nacer en Estados Unidos te garantice que vas a ganar 93 veces más que alguien que nazca en el país más pobre del mundo.