Le toca pilotar la unión de Bankia y Caixabank, la mayor producida en España en los últimos 20 años, y si todo sale bien, acabará presidiendo el primer banco del país
16 sep 2020 . Actualizado a las 13:44 h.Es todo un experto en fusiones. Más le vale. Porque ahora le toca pilotar la de Bankia y Caixabank, la mayor que se ha producido en España en los últimos 20 años, desde que el Santander y el Central Hispano, por una lado; y BBV y Argentaria, por otro, decidieron unir sus destinos allá por 1999.
Si cuaja la operación, y nada parece presagiar que no vaya a ser así, terminará por presidir el primer banco de España. Y eso después de haber tenido que abandonar en su día otro de los grandes, el BBVA, quizá precisamente porque tenía claro que sus posibilidades de llegar a lo más alto dentro de la entidad se habían terminado. Dejaba José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1954), Goiri como se le conoce en el mundillo financiero, su puesto como consejero delegado del BBVA en octubre del 2009, cuando su entonces jefe, Francisco González, decidió cambiar los estatutos que lo obligaban a dejar la presidencia a los 65 años para mantenerse a los mandos unos cuantos años más. Aquello colmó el vaso de la paciencia del bilbaíno. Tiró la toalla. Se fue. Nunca es fácil ser el número dos, pero si además el uno es FG, apaga y vámonos. Todo cansa.
No estuvo su salida exenta de polémica. Y eso porque Goirigolzarri pactó con el banco una indemnización millonaria. Mal asunto en un país soliviantado entonces por lo excesos de la banca. Tres millones de euros de pensión vitalicia. Ahí es nada. Terreno más que abonado para la envidia. Deporte nacional.
Parecía que aquello era el fin de una tan exitosa como discreta y dilatada carrera profesional que había comenzado en 1978 en el Banco de Bilbao. Allí había desembarcado después de haber estudiado con los jesuitas, cursar Económicas en la Comercial de Deusto y estudiar finanzas en Leeds (Reino Unido). Y desde allí vivió en primera fila la fusión con el Vizcaya, primero; y entre el BBV y Argentaria, después.
En diciembre del 2001 se convirtió en el consejero delegado del BBVA. Decían entonces las malas lenguas, y puede que tuvieran razón, que FG lo colocó allí para cerrar la herida abierta tras una larga purga en la entidad de todo lo que oliese a BBV, primero; y por la salida de Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte, después, con el escándalo de las cuentas opacas de Jersey.
Cuando se fue, muchos lo daban por muerto en esto de la banca. Pero se equivocaron. No estaba muerto, que estaba filosofando. Y, al cuarto año resucitó. Cuando se le encargó el reflotamiento de Bankia, todo un señor entuerto para el país en aquellos momentos. Sabedor de su experiencia, el Gobierno confió en él para intentar arreglar el desastre organizado por Blesa, Rato y los suyos. Hasta ese momento Goiri, alejado de los focos, había estado administrando su patrimonio, embarcado en un proyecto personal, la Fundación Garum, dedicada a la promoción de nuevos emprendedores en España y Latinoamérica, y cultivando otra de sus grandes pasiones: la filosofía. Durante ese tiempo fue alumno de la Escuela de Filosofía de Madrid. Así es el vasco, tenaz, discreto, cercano, amable, sencillo, austero y de maneras exquisitas. Aunque, eso sí, inquebrantable en sus decisiones. O eso al menos es lo que dicen quienes lo conocen.
Si las negociaciones con CaixaBank fructifican tendrá ante sí otro reto ingente. Se dice en los mentideros financieros que perderá poderes con la fusión. Será el presidente, sí, pero sus funciones estarán limitadas. Gonzalo Gortázar, actual consejero delegado de CaixaBank, repetirá cargo en la nueva entidad, y en la práctica será el primer ejecutivo. Lógico, ya que es la firma catalana la que adquiere Bankia.
Pero el vasco está llamado a jugar un papel fundamental para concluir la creación del banco más relevante en el negocio doméstico español. Eso, seguro.