Próximo al Kremlin, el oligarca ruso, que es la cuarta fortuna del país, empezó a construir su imperio en 1993, con el proceso de privatización de la siderúrgica Severstal
07 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.El colapso de la vieja Unión Soviética alumbró una nueva estirpe de ricos que fue capaz de amasar una gigantesca fortuna en tiempo récord, de un modo voraz y vertiginoso; una nueva oligarquía que se benefició de la privatización de empresas estatales, y que, sobre todo, supo tener instinto para estar en el sitio adecuado en el momento justo. Los acaudalados del mundo, los capitalistas de pata negra, los millonarios del self made men, siempre han mirado con recelo a los nuevos y ostentosos millonarios rusos, como si hubiese algo de trampa y de impostura en su repentino éxito. Ahí están Roman Abramovich, principal accionista del Chelsea, o Alisher Usmanov, del Arsenal, ambos residentes en la capital del Reino Unido, y que forman parte del selecto grupo de lo que se ha dado en llamar los zares de Londongrado. La de Alexander Mordashov (Cherepovets, 1965) es una historia que se sale en parte de ese guion, porque ha hecho gala de un mayor sigilo y ha vivido siempre en su país, y porque su trayectoria, al menos hasta la fecha, no está salpicada de intrigas, víctimas y oscuros tejemanejes.
Nacido en el seno de una familia trabajadora que sobrevivió en la URSS con cupones de comida, este economista se convirtió en el director financiero de la misma compañía en la que trabajaron sus padres, que se habían conocido y casado allí. Mordashov se hizo con el control total de la siderúrgica Severstal en 1993, cuando se inició la privatización de la compañía. Por aquel entonces era ya el máximo responsable financiero. Había entrado muy joven como economista de taller, pero aupado por el director de la planta, fue escalando hasta estar en el sitio adecuado en el momento justo. Y una vez allí, claro, fue el más listo. Porque Mordashov y el director (Yuri Lipujin) compraron los vales de acciones de la compañía que habían salido a subasta y, sobre todo, los que se habían repartido entre los obreros, que desconocían el valor real de los títulos y necesitaban liquidez en tiempos de enorme carestía. Les dijo a los trabajadores que había que proteger a la industria de los compradores que andaban al acecho, y se hizo con el control de la que es hoy la principal acería rusa y una de las veinte más importantes del mundo.
Mordashov llegó a ser hace unos años la principal fortuna rusa, pero hoy ocupa el cuarto lugar, con 22.000 millones de dólares de patrimonio. Ahora ultima la salida a bolsa en Londres de su grupo minero, Norgold, una compañía que produce un millón de onzas de oro al año, y cuenta con tres yacimientos: uno en Rusia y dos en Burkina Faso. Desde que empezó a construir su imperio con el proceso de privatización de Severstal en 1993, el oligarca ruso se ha significado por diversificar las áreas de negocio de su imperio: participa en la telefonía móvil, en una cadena de hipermercados, en la banca, y tiene medios de comunicación, un grupo de clínicas y un par de aeropuertos. Pero sobre todo participa en el sector turístico. Alexei Mordashov es, a través de Unifirm Limited, el principal accionista del TUI, el mayor grupo turístico del mundo y que ahora está en crisis por la pandemia. Partidario de entrar en la OMC, a diferencia de otros magnates rusos, Mordashov es visto por unos como un feroz estratega y por otros como un emprendedor tranquilo. Detesta que le llamen oligarca. Casado tres veces, con siete hijos, es un empresario cercano al Kremlin y figura en la lista de magnates próximos a Putin elaborada por EE.UU. En Rusia hay quizá un contrato no escrito, y que consiste en que todos aquellos que amasaron su fortuna gracias al Estado, deben estar ahí, obedientes, para engrasar bien los movimientos de la maquinaria, por oscuros y siniestros que puedan parecer.
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