Ola de consumo a la vista

MERCADOS

Sebastiao Moreira

14 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Según la nueva predicción que ha hecho pública la OCDE para la economía española, el crecimiento de la actividad en los próximos veinte meses será mayor de lo que antes se calculaba. Otros pronósticos van en la misma dirección. Y es que se va imponiendo un cierto consenso acerca de que cuando la vacunación esté suficientemente extendida la reactivación llegará y será intensa. La principal razón es fácil de entender: ésta no ha sido una crisis económica como otras que hemos conocido (que tenían que ver con excesos, financieros o de otro tipo, cometidos anteriormente). Ahora se trata de un coma inducido: en el momento en que salgamos de la situación excepcional relacionada con la pandemia, la maquinaria económica se pondrá en marcha de nuevo, y lo hará con fuerza, recuperando mucho de lo perdido.

Todo eso suponiendo que las cosas se harán razonablemente bien en relación con sectores clave como los de servicios (sobre todo el turismo), a partir del verano. Y mucho más importante, confiando en que se conseguirá evitar el temido fenómeno de la histéresis, es decir, la permanencia de efectos en largo plazo, como pudieran ser los provocados por una alta mortandad de empresas. Algo de eso habrá, pero esta vez la dinámica de ayudas y los estímulos impulsados por los Estados contribuirán a soslayarlo (si bien hay que decir que en España hasta el momento han sido más tímidos y lentos de lo que debieran).

Todo indica, en todo caso, que durante el segundo semestre de este año la tasa de crecimiento será espectacular, y que a comienzos de 2022 habremos casi recuperado las cotas de actividad anteriores a la gran infección. Dos serán las fuerzas principales que impongan esa evolución. Primero, la entrada en vigor de los grandes programas de inversión asociados a los programas NextGen. Y segundo, la fuerte reactivación del consumo privado. La principal razón para esto último está en que el confinamiento ha provocado una enorme bolsa de ahorro, que ahora con seguridad pugnará por traducirse en gasto.

Porque, efectivamente, el ahorro de las familias está alcanzando registros históricos en numerosas economías, también en España. Buena parte de esa acumulación se produjo durante el segundo y trágico trimestre de 2020, cuando el ahorro alcanzó el 31,1 % de la renta disponible de las familias. Y eso a pesar de la caída de los ingresos, menos intensa que la que tuvo lugar en el gasto de consumo. Todo lo cual se tradujo en un apreciable aumento de los depósitos, en un porcentaje superior al 7 % en 2020.

Si somos pacientes, por tanto, hay motivos para el optimismo: un notable bum de consumo no está muy lejos. Lo cual, obviamente, traerá consigo un bálsamo que los ciudadanos y la economía entera necesitan, junto con un elemento de confianza que puede contribuir a autorreforzar el proceso. Todo ello debiera cerrar el paso -y esto es acaso más importante-- a una dinámica de destrucción que de prorrogarse unos meses más podría dar origen a males mayores, como la aparición de graves complicaciones en los sistemas bancarios, lo que llevaría la crisis a otro plano.

En los últimos días, sin embargo, hay un sector de los observadores (y los inversores) que detectan otra posible, y problemática, consecuencia de esa evolución: el retorno de la inflación. Cierto que las presentes condiciones -fuerte expansión del gasto, una enorme masa de liquidez creada en los últimos tiempos- fueron siempre el perfecto caldo de cultivo de los procesos inflacionarios. Pero esta vez, no parece: después de todo, que los precios vuelvan a aumentar a tasas próximas al 2 % -más que eso yo no esperaría- no sería una mala noticia, sino un simple y sano síntoma de normalización.