¡Bang! ¡Boom! ¡Pow! ¡Wham! ¡Zap! Y, también, ¡SPAC!

ÁLVARO GALIÑANES

MERCADOS

cedida

No estamos hablando de una onomatopeya, sino de compañías creadas con un propósito especial de adquisición

19 abr 2021 . Actualizado a las 12:30 h.

Los que pertenecemos a la generación del baby bum, cuando teníamos entre ocho y diez años y en ausencia de otras distracciones más actuales, pasábamos más de una tarde del fin de semana leyendo y releyendo las aventuras del reportero más viajero de Hergé, las peripecias de dos recalcitrantes galos por el vasto imperio romano o historias fantásticas de superhéroes. En unos y otros siempre había alguna página con bocadillos de estridentes formas y colores rellenos de onomatopeyas para representar aún mejor la escena y que, además de por la vista, en nuestra cabeza resonaran disparos, sorpresas, puñetazos y explosiones… De todas esas expresiones, por su coincidencia con una figura financiera muy en boga hoy en día, vamos a hablar de las SPAC.

Puesta en una tira cómica, «SPAC» suena a cachetazo, pero también corresponde al acrónimo Special Purpose Acquisition Company que podríamos traducir algo así como «Compañía con Propósito Especial de Adquisición» y que, en pocas palabras, podemos definir como una empresa sin actividad operativa predeterminada y cuyas acciones se han emitido casi única y exclusivamente con el propósito de acometer, en algún momento del tiempo, la compra o fusión de otra compañía.

Luego entraremos en más detalle, pero vayan quedándose con la idea de que con una SPAC conseguimos sacar a cotizar en bolsa una compañía sin pasar por toda la parafernalia de una OPV tradicional, lo que contado así no parece una mala idea.

Siendo tan desconocido y, si me permiten, tan arriesgado- porque no me equivoco si asocio la palabra arriesgado a lo que es desconocido-, ¿por qué ha tenido tanto éxito en Estados Unidos en los últimos años y están despertando tanto interés aquí? Seguramente, hay otros motivos, pero me atrevería a decir que existen cuatro razones que lo explican: oferta y demanda, liquidez, regulación y, también, el éxito de muchas de estas operaciones.

Hablando de oferta y demanda, y aunque suene raro, el número de compañías cotizadas en Estados Unidos ha descendido notablemente desde mediados de los 90. Tomando como referencia las estadísticas del Banco Mundial de las más 8.000 empresas que cotizaban en los distintos parqués americanos en 1996, el número de compañías listadas se redujo a la mitad en 2012. Recuerden que en medio de estos años pasamos por la mayor crisis financiera y por muchos procesos de fusión y adquisición. En la actualidad, esa tendencia se ha revertido y ahora hay cerca de 6.000 empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York y el Nasdaq.

En segundo lugar, diría que la elevada liquidez y los muy muy muy bajos tipos de interés que han elevado a las alturas al otrora denostado private equity, además de otros activos. Y es que, ya lo hemos comentado en este y otros foros, comprar bonos con rentabilidades paupérrimas, y en muchos casos por debajo de la inflación, ha hecho que muchos inversores ávidos de rentabilidad asuman más riesgo del que toleran en «condiciones normales de temperatura y humedad», aumentando el peso de la renta variable en sus carteras o sacrificando la liquidez diaria que tienen muchos activos financieros y destinando una parte importante de sus carteras a inversiones que precisan de un horizonte temporal más amplio. El private equity siempre ha tenido su público, pero en los últimos años el volumen bajo gestión de estos activos ha crecido exponencialmente en su forma más pura o en activos más o menos dulcificados como lo son las SPAC.

 Voy a hablar poco de regulación porque no hay mucho que decir de momento, pero lo cierto es que en Estados Unidos la SEC (Securities and Exchange Commission, la Comisión de Bolsa y Valores americana) se ha implicado mucho en la articulación de las SPAC y aquí la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores), en su plan de actividades para 2021 presentado el pasado mes de marzo, lo ha incluido en su agenda como uno de los temas fundamentales. Así que esto nos debe dar una pista de lo que puede venir.

El último de los factores que ha jugado un papel importante en el ascenso estratosférico de las SPAC es la historia de éxito que han escrito muchas compañías como Virgin Galactic, de Richard Branson, que diseñando cohetes y vehículos espaciales elevó la cotización de la compañía hasta los 60 dólares frente a los 10 con los que empezó apenas 16 meses antes; la de Draftkings, empresa de deportes virtuales y en el futuro apuestas deportivas, que ha llegado a multiplicar por siete el valor de las acciones el pasado mes de marzo; o la de QuantumScape, que es una empresa que desarrolla baterías de litio-metal de próxima generación para vehículos eléctricos y que llegó a cotizar por encima de los 130 dólares a mediados del mes de diciembre de 2020 desde los 10 con los que también comenzó, aunque para contarlo todo en estos días cotiza por debajo de los 50. Como ven, hay historias de éxito y otras que no lo son tanto.

Así que, hechas las presentaciones de qué son y por qué han crecido tanto, la pregunta que toca es… ¿por qué son mejores que una OPV? Recuerden que una OPV son las siglas de Oferta Pública de Venta y es la fórmula legal que resume el proceso de lanzamiento de una compañía privada a cotizar en bolsa. El proceso varía mucho dependiendo del país, pero en casi todos, antes de la foto de rigor tocando la campana el día que sale a cotizar, la empresa ha tenido que lidiar con asesores legales, auditores, reguladores, mercados, fijar un precio de salida… y, sobre todo, mucho show business para convencer a la comunidad inversora del proyecto. Muchos requisitos, muy exigentes y todos ellos con el fin de captar capital para el negocio.

 ¿Y si hacemos el camino a la inversa? ¿Y si captamos el dinero primero entre los inversores y, luego, compramos una empresa? ¿Fácil, no? Pues es una SPAC. Para contarlo todo hay un equipo de gestión detrás que es el que «patrocina» la sociedad de inversión, recauda el capital, custodia el dinero de los inversores y, mientras analizan empresas, la sociedad empieza a cotizar normalmente con un valor nominal de 10 dólares. El equipo promotor tiene un período, generalmente de dos años, para encontrar la oportunidad y si no, disolver la SPAC y devolver el dinero a los accionistas. A mí, desde luego, me parece un camino mucho más sencillo que el de una OPV. Pero sencillo no significa que no sea peligroso. Primero, porque puede que los gestores no sean los mejores, o siendo buenos, que la empresa que compran en realidad no dé los frutos esperados; y segundo, y esto ya apoyado por números, frente a una OPV tradicional, las SPAC son más rentables, pero también mucho más arriesgadas.

Como siempre, uno no puede recomendar comprar esto o aquello sin sentarse con un cliente primero y escuchar sus preferencias, sus necesidades, su horizonte de inversión o simplemente que prefiere tener en su cartera y que es lo que seguro no quiere tener. Recuerden que no hay activos buenos o malos… los hay más o menos adecuados para cada bolsillo. Pero sea como sea, ya tenemos la primera de las SPAC gestionadas por un equipo español que en poco tiempo ha acumulado más de 180 millones de dólares para invertir en hostelería, restauración o turismo, según reza el prospecto que han depositado ante el supervisor americano. En cuanto tengamos algo de regulación encima de la mesa, que por lo que ha dejado entrever la CNMV será más pronto que tarde, tendremos muchos proyectos más y de marca nacional… Entre tanto, no es mala idea retomar alguno de los clásicos de nuestra infancia, en mi caso, como acérrimo tintinófilo, será… Obxectivo a lúa.

ÁLVARO GALIÑANES ES DIRECTOR DE INVERSIONES DE SANTANDER PRIVATE BANKING GESTIÓN