El banquero conservador Guillermo Lasso, ganador de las últimas elecciones, tiene ante sí el difícil reto de aplicar reformas en un país endeudado y al borde de un nuevo estallido social
13 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.El banquero conservador Guillermo Lasso ganó por sorpresa las elecciones ecuatorianas el pasado mes de abril. En un primer momento, la llegada de un defensor del libre mercado y de las privatizaciones tuvo una buena acogida en los mercados, pero el empresario de 65 años no lo va a tener fácil para enderezar las finanzas de su país, profundamente endeudado.
La economía ecuatoriana se contrajo un 7,8 % en 2020. Fue el mayor retroceso de su historia, debido a los devastadores efectos de la pandemia. La historia reciente del país da una idea del descalabro. En 1999, cuando se produjeron la crisis financiera, el corralito y la asunción del dólar como moneda, hubo un estallido social que empujó a millones de ecuatorianos a emigrar. Entonces, el PIB cayó apenas un 4,7 %.
Pero la caída de la producción no es, ni de lejos, el único problema de Ecuador. El país sudamericano tiene una altísima deuda, de 63.000 millones de dólares, equivalente al 63 % del PIB, después de haber acumulado grandes déficits desde 2009. Al igual que otros países de la región, Ecuador se benefició de los altos precios del petróleo en la primera década del siglo, pero cuando la materia prima se abarató, en el último Gobierno de Rafael Correa -entre el 2007 y el 2017 -, comenzaron los problemas.
El país andino adoptó el dólar hace dos décadas y no controla su política monetaria, así que tiene que salir a los mercados para financiarse, pero el alto riesgo del país cerró las posibilidades de Ecuador en los últimos años. Ante las dificultades, el ex presidente Lenin Moreno, que estuvo en el cargo entre el 2017 y el pasado abril, decidió pedir un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI), que otorgó una línea de crédito de 6.500 millones de dólares a cambio de hacer recortes y subir impuestos.
El paquete de medidas, que incluía el muy polémico retiro de un subsidio al combustible, incendió las calles en noviembre de 2019. La ciudadanos se rebelaron, y once personas perdieron la vida en las protestas contra los recortes. Moreno retiró las medidas más polémicas y pasó a unas reformas descafeinadas. Las grandes manifestaciones de hace año y medio son un serio aviso para Lasso.
El FMI insiste en subir impuestos y reclama un 2 % más de IVA. El objetivo es conseguir nuevos ingresos que supongan el 2,5 % del PIB. Si el nuevo líder ecuatoriano hace recortes y eleva la fiscalidad, tendrá que volver a enfrentarse, a buen seguro, a grandes protestas, que debilitarían, aún más, un mandato presidencial que ha empezado débil. El partido de Lasso tiene apenas 12 de los 137 escaños del parlamento ecuatoriano. Deberá pactar con otras formaciones para sacar cualquier propuesta adelante.
La izquierda es mayoría en el legislativo. Si Lasso es presidente es únicamente por los votos que le dio en segunda vuelta el progresismo contrario a las políticas de Correa, que se quedó a apenas unas décimas de ganar, tras una primera ronda electoral que ganó, sobrado, su corriente. Pactar ajustes profundos con las fuerzas dominantes del parlamento es una misión muy complicada de llevar a cabo. Lasso lo sabe, y asegura que no subirá el IVA, como pide el FMI, y que aumentará la recaudación reduciendo el fraude fiscal, algo que podría no ser suficiente, a ojos de la institución internacional.
Ha anunciado además un aumento que supondrá doblar la producción de petróleo: de 500.000 a un millón de barriles diarios, así como la creación de una zona libre de impuestos para el turismo y las empresas que quieran instalarse allí, además del aumento de la exportación agraria.
Decisiones polémicas que podrían granjearle impopularidad en sectores como el ambientalista, en un país que también mira a las protestas antigubernamentales colombianas, surgidas de una reforma fiscal que el FMI pide a Ecuador.