Más sorpresas: ahora, el desabastecimiento

MERCADOS

Trabajadores del instituto de virología de Wuhan, China
Trabajadores del instituto de virología de Wuhan, China SHEPHERD ZHOU | EUROPA PRESS

31 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de los últimos meses la evolución de la economía mundial se está viendo sacudida por algunas complicaciones que casi nadie previó. Si lo pensamos bien, no es algo tan raro, pues vivimos en un entorno de marcada incertidumbre, en el que las consecuencias de un shock tan anómalo como el provocado por la pandemia se hacen visibles. Es lo que ocurre con la amenaza de inflación, cada vez más real, con la escasez de fuerza de trabajo en algunas profesiones clave y, sobre todo, con la crisis de suministros que está provocando graves y muy inoportunos cuellos de botella en algunos importantes sectores. A la vista de todo ello, cabe atisbar que en los próximos meses se sucederán nuevas sorpresas.

¿Ponen en riesgo estos hechos la línea de recuperación que con tanta fuerza se dibujaba hace solo un par de meses? Probablemente no, pero sin duda le restará consistencia (y algunos puntos a la tasa de crecimiento de los próximos meses). Porque ahora mismo son muchas las fábricas paradas en todo el mundo debido al bloqueo producido en las llegadas de algunos materiales y componentes básicos: la interrupción de las cadenas de producción es, sin duda, lo que menos necesita la marcha de la economía, sobre todo en un momento como este, en el que se busca recuperar lo mucho perdido en el último año y medio. En consecuencia, la mayoría de las predicciones apuntan a una revisión a la baja del crecimiento esperado.

Detrás de este súbito escenario de escasez hay razones diversas: países productores en donde la restricciones sanitarias siguen siendo muy duras; motivos geopolíticos, muy presentes en lo que tiene que ver con las carencia de semiconductores (tensión China-Taiwan) o con la crisis energética (chantajes rusos); problemas con el transporte, incluido su encarecimiento acusado; o incluso, visto ya por el lado de la demanda, la explosión de consumo que por todas partes ha seguido al enorme embolsamiento de ahorro durante los meses de pandemia.

En todo caso, la actual ola de desabastecimiento representa un reto nada despreciable para los sistemas de producción. Lo es desde diferentes puntos de vista, pero uno acaso poco comentado es el de sus condicionantes temporales. Porque es sabido que la actividad económica se ha singularizado en las últimas décadas por su creciente aceleración: en particular, acortar las cadenas de suministro, llegar a su final del modo más rápido, es un requisito ya imprescindible para el éxito empresarial. Pues bien, en un mundo en el que quien no llega a tiempo es un perdedor, los actuales retrasos en la distribución de componentes básicos representan un lastre y una distorsión significativa en el juego de fuerzas económicas.

Desde otra perspectiva, la crisis de suministros forma parte del progresivo bloqueo de lo que conocemos como globalización. La ruptura de las cadenas globales de valor fue muy intensa durante el confinamiento, pero no cesó con él: cada vez resuenan más por todas partes los mensajes de romper la dependencia exterior -en particular, la de China- o poner todo el empeño en relocalizar la industria (es decir, impulsar una intensa reindustrialización en países como los europeos).

Son impulsos que tienen una cara positiva en una visión de largo plazo; pero sus efectos inmediatos son - y lo estamos viendo ya- peliagudos. En el fondo, lo que ocurre es que estamos viviendo el comienzo de un proceso que conlleva múltiples transiciones, no siempre coherentes entre sí, que se extenderá al menos durante una década: debemos estar preparados para, al tiempo que recogemos sus indudables frutos, soportar también sus importantes costes.