Tecnología «blockchain» para dar seguridad a las donaciones

MERCADOS

La emprendedora coruñesa Carlota Corzo es una de las cofundadoras de Lazzaro, una empresa creada hace dos años para ayudar a oenegés a crear plataformas web fiables, y que acaba de ser reconocida como el mejor proyecto hecho por jóvenes para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenibles

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La tecnología ha facilitado enormemente la manera en la que los proyectos solidarios llegan a la sociedad pero, al mismo tiempo, ha creado una barrera de inseguridad entre la organización y la personas que quiere ayudar en ella, provocada por la cantidad de estafas que tienen como escenario el ciberespacio. Y esta es la barrera que han querido romper desde Lazzaro, una plataforma creada hace apenas dos años por un grupo de cinco jóvenes emprendedores, entre los que se encuentra la gallega Carlota Corzo, y que acaba de recibir el premio Fundación Mashumano 2021. Lazzaro es una Saas (Software como servicio, por sus siglas en inglés) que permite a pequeñas oenegés crear una plataforma web propia, con las herramientas necesarias para la captación de fondos y con tecnología blockchain para una mayor transparencia.

«Gracias a la trazabilidad de la tecnología blockchain, los donantes pueden estar tranquilos porque su aportación llegará y podrán saber exactamente el camino de su dinero», explica de forma sencilla Carlota Corzo. Esta coruñesa que aún no ha cumplido los 30 años estudió Bellas Artes, pero siempre estuvo vinculada al mundo social, por lo que, una vez terminada la carrera, buscó la forma de replantearse su profesión para llevarla hacia esta área; y lo encontró en la innovación, en la creatividad aplicada al mercado: «Hice un máster en innovación y monté varias oenegés», relata. Este posgrado la llevó a trabajar en el Parlamento Europeo haciendo lobby con una organización no gubernamental y después se acogió a un programa Erasmus para jóvenes emprendedores. «Fue entonces la primera vez que empecé a trabajar con tecnología y me di cuenta del gran potencial que tiene para captar gente», recuerda. Tras estas experiencias fuera de España, volvió a Madrid para trabajar en la empresa Global Incubator como consultora de impacto social y dio clases en un máster sobre desarrollo sostenible. Ahí estaba cuando contactaron con ella los creadores de Lazzaro, un proyecto que aún no había visto la luz y que lo hizo meses después y ya con ella como una de las socias.

La base de esta empresa con nombre mitológico es la necesidad de aportar transparencia en el mundo de las donaciones. «Desde diferentes situaciones, todos los fundadores habíamos tenido contactos con el mundo social y además estábamos relacionados con la tecnología», recuerda.

«Ningún otro sistema de pagos que no utilice blockchain puede ofrecer la inmutabilidad de datos tan segura que aporta esta tecnología», explica. Aseguran que cualquier sistema tradicional centralizado no podría asegurar la alteración de datos y la información estaría gobernada por una única entidad; por eso, afirman que su principal beneficio frente a otros servicios es la transparencia, la seguridad y la trazabilidad.

Junto a la joven gallega, completan el equipo de Lazzaro Iván Saiz, Jaime Inchaurraga, Tony Owen y José María Navarro, además de tres asesores en innovación, negocio y tecnología. El capital de la compañía es de ellos cinco y ya ha empezado a dar beneficios. Partieron de una inversión mínima particular y han ido dando forma a su proyecto, al tiempo que realizaban desarrollos tecnológicos para terceros, lo que les permitía salir adelante económicamente y al mismo tiempo poder testar herramienta con estos clientes. Pero ahora sí buscan un inversor que les ayude a disparar un producto que, según asegura, ya rueda solo. Eso sí, no quieren cualquiera, sino inversores sociales, «que pongan su dinero para que les dé beneficios, pero que tengan un objetivo social detrás y confíen en la labor social de Lazzaro». En cualquier caso, el 2022 arranca para ellos con varios clientes cerrados, entre ellos con Cáritas Cuzco, en Perú, y trabajan para llegar al mayor número de organizaciones posibles.