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La idea de consolidar una moneda digital libre del control público ha fracasado en su intento de ser un medio de pago generalizado y un depósito de valor, y sus características se asemejan cada vez más a los activos bursátiles que entrañan mayores riesgos
19 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Hablar sobre monedas digitales, más exactamente de activos digitales, es siempre algo controvertido porque genera una sensibilidad desproporcionada. Y es que hay grandes defensores de ellos, como Elon Musk, pero también grandes detractores, como Warren Buffet, ambos de una valía incuestionable.
Hace unos meses quedé muy sorprendido al escribir un artículo sobre la materia titulado ¿Burbuja?, dado que recibí muchas críticas por ello. Vaya por delante que son siempre bienvenidas y te hacen reflexionar al respecto. Otro caso son los exabruptos y comentarios fuera de tono, como fue el caso. En este artículo, lo que hacía era resumir los patrones históricos que se han repetido en las burbujas especulativas más importantes de los último 400 años, según recoge el economista canadiense John Kenneth Galbraith en su libro Breve Historia de la Euforia Financiera.
Los rasgos comunes principales que indicaba son: 1) la extrema fragilidad de la memoria histórica. De manera sorprendente, en el mundo de las finanzas la historia no es tomada muy en serio. Es habitual que se vuelvan a dar las mismas circunstancias que en el pasado, pero las nuevas generaciones, con alta formación y enorme confianza en sí mismas, relegan las experiencias históricas a vestigios primitivos sin importancia alguna en las épocas que viven; 2) la creencia de que hay «algo novedoso y distinto» en el mundo: las burbujas siempre se han creado en relación con algo nuevo; 3) la equivocada asociación entre dinero e inteligencia: en un mundo donde la acumulación de riqueza es difícil, lo fácil es pensar que los que lo han logrado son una especie de genios financieros que se han adelantado a lo que los demás no fueron capaces de ver, y lo lógico es seguir sus pasos. Un comportamiento gregario que implica que la realidad sea totalmente ignorada; y 4) una deuda desproporcionada alimentada por la euforia que ha producido el rebaño.
Concluía indicando que las monedas digitales parecían cumplir con todos estos patrones y establecía un símil de la euforia actual con la Tulipamanía del s. XVII, recomendando prudencia al respecto.
Creo que puede ser importante desarrollar algo más las ideas acerca de los activos digitales dados los últimos acontecimientos relacionados con los mismos. En fechas recientes, Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo del BCE, pronunció un discurso en la Universidad de Columbia alertando al respecto, no solo por ser inversiones especulativas y de alto riesgo, sino también por plantear serios problemas de política pública y estabilidad financiera, precisamente lo contrario a lo que prometían estos activos digitales. Este criptomercado es ahora más grande que el mercado de hipotecas de alto riesgo cuando desencadenó la crisis financiera del año 2008, lo que nos obliga a extremar la prudencia.
Concluía Panetta indicando que esta situación le recordaba a la expansión bancaria hacia el oeste de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, cuando algunos estados federales aprobaron leyes de banca libre que suavizaron los requisitos para abrir un banco, lo que facilitó la aparición de los llamados «bancos salvajes» que emitían su propia moneda respaldados por activos cuestionables.
La mayor parte de ellos no pudieron honrar sus compromisos. No debemos permitir que esto suceda de nuevo, argumenta Panetta, y debemos asegurarnos de que estos mercados estén sujetos a estándares en línea con los que se aplican al sector financiero. Es por ello que el proyecto del euro digital del BCE se espera que esté listo en un par de años y seguramente antes llegarán las monedas digitales de otros bancos centrales.
Es importante también mirar el resultado del experimento de El Salvador. En septiembre de 2021, las autoridades salvadoreñas publicaron el bitcoin law, que convertía a este activo digital en moneda de curso legal del país junto con el dólar estadounidense (USD). De acuerdo con esta ley, el bitcóin se convertía en moneda legal, no solo para el pago de impuestos y de deudas, sino también para el pago de cualquier bien o servicio público o privado. Para ello se creó una aplicación llamada Chivo Wallet, que permite a los usuarios intercambiar dólares y bitcóin sin coste transaccional alguno. Además, con objeto de incentivarlo, los ciudadanos que descargaron la aplicación recibieron un «bonus bitcóin» de 30 USD, siendo este un importe elevado para un país con una renta per cápita de 4.131 USD anuales.
El National Bureu Economic Research (NBER) hizo una encuesta personalizada en febrero de este año en 1.800 hogares salvadoreños para intentar valorar el éxito de la iniciativa. Aunque la mayoría de los ciudadanos de El Salvador tienen un teléfono móvil con acceso a internet, menos del 60 % de ellos se descargaron la aplicación. De estos, solo el 20 % continuaron usando Chivo Wallet después de gastarse el bonus de 30 USD. Solo el 5 % de los ciudadanos del país han pagado impuestos con bitcóins y solo el 20 % de las compañías, fundamentalmente grandes, aceptaron bitcóins.
Este organismo concluye que la encuesta demuestra lo complicado que está siendo convertir a este activo digital, el más famoso, en un medio de pago universalmente aceptado en ese país, incluso después del gran empujón legislativo que ha tenido la iniciativa gubernamental.
Recientemente, el mundo de los activos digitales se ha visto asolado por el desplome de un stablecoin, Terra, que ha arrastrado al mercado cripto de una manera generalizada. En noviembre del 2021, el bitcóin alcanzó su máximo histórico de 68.992 USD, estando en el momento de escribir este artículo ligeramente por debajo de 30.000 USD.
El sueño del año 2008 de Satoshi Nakamoto (o de los desarrolladores del software que usaron ese seudónimo) de implementar la utopía sobre la creación de una moneda libre del control público podría estar llegando a su fin. Claramente no son monedas, o por el momento no lo han conseguido, ya que no cumplen los tres requisitos necesarios: ser unidad de cuenta, ser un medio de pago generalizado donde se emiten y ser un depósito de valor. Por eso, es acertado que los reguladores los llamen activos digitales y no monedas digitales. De hecho, su objetivo debería ser coherente con una estabilidad en su valor, cosa que no han conseguido. Es más, cada vez parecen estar más relacionadas con el comportamiento de los activos bursátiles de mayor riesgo.
Si bien es cierto que, durante la breve historia de estos activos, y fundamentalmente del pionero, el bitcóin, ya han tenido movimientos correctivos de intensidades superiores a las actuales (de diciembre del 2017 a diciembre del 2018, el bitcóin tuvo una caída del 84 %, pasando de 19.000 a 3.000 USD), creo que en estos momentos hay una diferencia que lo cambia todo, no solo para los activos digitales sino para cualquier activo: el fin del dinero gratis.
La barra libre de liquidez ha terminado, los tipos de interés reales van a continuar subiendo para contener la inflación y esto puede ser el principio del fin de estas apuestas digitales donde no hay nada real detrás, salvo un sueño de muy difícil realización que, por el momento, no está fructificando. Si una burbuja no se pincha es que nunca ha existido… por tanto, el tiempo dirá.
Después de todo lo dicho, les recomendamos, de nuevo, que sean muy prudentes. Si se alinean con las opiniones de los negativos (Warren Buffet), y la nuestra en este caso, no invierta nada aprovechando las correcciones; si se alinea con los positivos (Elon Musk) recuerde que, hoy por hoy, sigue siendo una apuesta de altísimo riesgo, binaria (todo o nada) y, por tanto, en ese caso, invierta una parte muy pequeña de su patrimonio financiero. El riesgo está en perderlo absolutamente todo.
Pedro Mas Ciordia es director general de Santander Banking Gestión S.G.I.I.C.