La otra cara de la inflación

MERCADOS

Precios de los distintos combustibles en dos gasolineras de Monforte en marzo del 2022.
Precios de los distintos combustibles en dos gasolineras de Monforte en marzo del 2022. CARLOS CORTÉS

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos meses espantados por el alza generalizada de los precios, y el último dato nos pone los pelos de punta. Los daños de una inflación disparada son conocidos: pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las pensiones, riesgo de ruina para miles de empresas, especialmente las que dependen de los combustibles, como las del transporte, la industria pesada, la pesca y la agricultura; aumento de peso de las deudas, tanto públicas como privadas; reducción de la demanda interna, que tanto tira de la economía española; pérdida de atractivo para el turismo barato, y muchos más daños que comprobamos a diario en nuestros bolsillos.

Pero hasta en esta desgracia se pueden ver ventajas, si nos empeñamos en ser optimistas. Aunque sea lentamente, los salarios se irán adaptando a los nuevos costes del consumo, y entonces podremos hacer más turismo en países que no se hayan encarecido tanto; o sea, como ir a París y comer en un restaurante en vez de en un banco a la puerta de un supermercado. Con la subida de tipos de interés, los bancos podrán volver a manejar márgenes de intermediación y aflojarán el castigo al que ahora someten a sus clientes a base de comisiones disparatadas, así estos serán un poco más felices. El coste de la gasolina conseguirá que mucha más gente se anime a dejar el coche aparcado para ir al centro de su ciudad, o de su pueblo, a 500 metros de casa, con lo que ganarán en salud y aliviarán la contaminación atmosférica. También se potenciará el uso del vehículo compartido, lo que incrementará las relaciones sociales, rebajará el miedo al prójimo que tanto explota la extrema derecha y hasta puede que mejore la confianza en los demás, un factor imprescindible para la buena marcha de la economía. Dejaremos de lado el despilfarro e iremos comprobando que cada vez hay más pequeñas empresas que producen bienes de calidad ajenos a la decepcionante obsolescencia programada del consumo de masas. Y si, por desgracia, la inflación desbocada no nos deja ver ni una sola ventaja, pensemos por fin que no hay mal que cien años dure, y que algunos cuerpos los aguantan.