Entre las preocupaciones de los españoles que periódicamente comprueba el CIS siguen destacando, como ocurre desde hace años, el paro, las incertidumbres económicas, el mal comportamiento de los políticos y los precios. Pero aparece ahora un nuevo elemento, la guerra, que parecía olvidado, o, por lo menos, lejano. La guerra está a 3.000 kilómetros y sin embargo nos afecta de lleno. La globalización ha estrechado el mundo.
Por esa misma razón, un nuevo elemento de preocupación aparecerá pronto en las encuestas; no es una magnitud económica, es China. La reciente cumbre de la OTAN en Madrid dejó claro que, para esta organización, el país asiático es la principal amenaza contra la estabilidad global. Una rueda de prensa conjunta de los servicios de inteligencia del Reino Unido y de Estados Unidos señaló la agresividad china contra Occidente en aspectos como la desinformación, el robo de tecnologías e incluso los intentos de influir en procesos electorales. Pekín apoya a Rusia por la vía de los hechos (compras masivas de petróleo), aunque en el campo de las declaraciones se muestre tibia. Las simpatías hacia China se han deteriorado en todos los países de Occidente, como señalaba hace unas semanas un estudio de opinión del Pew Research Center, no solo por ese respaldo a Putin, sino sobre todo por su falta de respeto a los derechos humanos. Las maniobras militares en el entorno de Taiwán, tanto de fuerzas chinas como estadounidenses añaden sombras al actual estado del planeta, en el que el multilateralismo declina. Si todo fuera bien en el interior, quizás las preocupaciones del Partido Comunista irían por otros lados. Pero el crecimiento económico decae, la inversión extranjera está abandonando la renta fija por la incertidumbre sobre el covid, acaba de estallar una burbuja inmobiliaria peligrosa para la paz social y vuelve a tomar fuerza el discurso de la larga humillación imperialista. En esto último no les faltan razones. La vergüenza de las guerras del opio aún no ha producido ninguna petición de perdón por parte del Reino Unido y de sus posteriores aliados, incluida Rusia. Si todo lo que va mal empeora, la tragedia está servida.