Después de tanto churrasco y tanto terraceo, después, o antes, de ir a menear el esqueleto delante de la Panorama o del Combo Dominicano, entre festejos del vino, de la cerveza, incluso del agua, de todos los crustáceos y moluscos existentes, resulta difícil asumir las advertencias que nos llegan por todas partes sobre el otoño triste que nos espera; incluso la comedida Nadia Calviño, remando contra la corriente de su partido, avisa de que vienen meses duros. ¿Cómo vamos a tomar precauciones cuando ya está ahí el 15 de agosto, el día de la verbena total, fiesta patronal de 800 parroquias gallegas, víspera además del San Roque, que no le va a la zaga?
Las casi trescientas orquestas no sinfónicas de Galicia están al máximo, después de dos años de penoso silencio. Algunas de las más célebres, como la Panorama, deberían ir pensando en formar una selección sub-20, como las de fútbol o atletismo, para atender tanta demanda. Alguna fuente señala que este mes vivirán de la verbena unas 50.000 familias, y eso que los cachés han subido y la pandemia se ha llevado por delante unas cuantas agrupaciones. ¿Pensar en el otoño? Lo que habría que hacer es darle la vuelta al famoso sketch de Emilio Aragón y que nuestros próceres pidieran en sus pregones «mais samba e menos trabalhar», porque sería más rentable.
Pero los políticos de hoy tienen que disfrazarse de seriedad, cuando sabemos que muy pocos de ellos son serios. Deberían, como mínimo, proponer medidas para aprovechar el momento y guardar los réditos de estas alegrías para pasar sin agobio los meses grises. Por ejemplo, que se cobre a cuarenta la ración de berberechos y se aplique al pulpo una tasa del 30 % en concepto de alimento inteligente. Los gallegos lo pagaríamos, porque «un día é un día e un peso ghastouse». Sigan el ejemplo del alcalde Abel Caballero, que ya está colgando luces en las calles, puentes luminosos entre agosto y la Navidad. Lo mismo que se prorrogó el Xacobeo un año entero, ¿no podría eliminarse por decreto el mes de octubre? A ver si con esfuerzo, pero sin tristezas, somos capaces de hacer que no pare la fiesta.