Tratar de adivinar qué va a ocurrir en un momento y en un lugar determinados, resulta extremadamente complicado y fruto de un azar que no es la forma más recomendable a la hora de tomar decisiones para mover el ahorro
25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La vuelta de las vacaciones suele suponer un punto y aparte en nuestras vidas. Después del merecido descanso, nos disponemos a afrontar la recta final del año con renovadas fuerzas para conseguir nuestros objetivos personales y profesionales. Este año, sin embargo, son muchos los nubarrones que vislumbramos en el horizonte y muchas las chinitas que se interponen en nuestro camino. La inflación supone el mayor de estos escollos. El incremento de los precios supone, hoy por hoy, uno de los generadores de incertidumbre más acuciantes para los ciudadanos. La guerra de Ucrania y los problemas con el suministro de gas ruso a Europa están detrás de un alza n los costes de todas las energías y mayores dificultades para el abastecimiento de materias primas. Y esta situación, lógicamente, preocupa, y mucho, por cuanto puede afectar a nuestra situación económica actual, pero también a nuestros ahorros e inversiones.
Lo que queda claro es que las personas tenemos una acusada necesidad de predecir el futuro para sentirnos más seguras ante todo aquello que nos espera a la vuelta de la esquina. Necesitamos tratar de anticipar qué va a ocurrir para sentir que seremos capaces de adaptarnos.
En el ámbito de las finanzas ocurre algo parecido: necesitamos tratar de predecir qué va a ocurrir para tomar decisiones adecuadas. Sin embargo, si no conseguimos encauzar esa ansiedad que trata de modificar nuestro comportamiento, podemos cometer errores lamentables, porque no tenemos una bola de cristal que nos permita ver claramente qué es lo que va a ocurrir.
Lo que es evidente, y lo hemos comentado en diferentes ocasiones, es que el ciclo económico siempre acaba evolucionando en un sentido positivo. Así ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, y así podemos afirmar que seguirá ocurriendo. Esto es lo que permite que la humanidad avance y mejore sus posibilidades económicas a lo largo de los años. Sin embargo, tratar de adivinar qué va a ocurrir en un momento y en un lugar determinados, resulta extremadamente complicado y fruto de un azar que no es la forma más recomendable a la hora de tomar decisiones de inversión, sobre todo cuando estas afectan a las finanzas particulares y de la familia.
Quién hoy esté tratando de adivinar qué va a pasar en el mercado y actuar en consecuencia para aprovechar los mejores días se arriesga a errar en la adivinación del comportamiento y a perder la apuesta. Porque este tipo de actuación es similar a un juego de azar: se realiza una apuesta y, si hay suerte, se gana y, si no, se pierde. Pero ¿realmente queremos poner el futuro financiero de nuestra familia en manos del azar? ¿Queremos que la posibilidad de que nuestros hijos vayan a la universidad se decida por un golpe de suerte? ¿Queremos que la posibilidad de mejorar nuestra vida durante la jubilación dependa del acierto de turno?
Entiendo que, lógicamente, nadie está dispuesto a asumir ese riesgo y que lo más adecuado es actuar de la forma más racional, esto es, a través de una buena diversificación y en el largo plazo. También resulta lógico entender que, en la mayoría de los casos, el ahorrador no tiene por qué tener los conocimientos específicos para entender el funcionamiento de los mercados y que nadie mejor que un asesor financiero para dejarnos guiar. Del mismo modo que no resulta aconsejable llegar al gimnasio y ponernos a realizar ejercicios atendiendo a nuestro exclusivo criterio, en lugar de exponer nuestras necesidades al entrenador profesional y que sea el especialista el que nos recomiende la rutina más adecuada para conseguir nuestros objetivos. Hay ahorradores que pretenden aprovechar los mejores días del mercado entrando y saliendo a su criterio, tratando de adivinar qué es lo que va a ocurrir.
En este sentido, también me gustaría destacar cuál es el comportamiento habitual de los mercados. Casi siempre, las recuperaciones van justo después de una fuerte caída: los rebotes y las bajadas están literalmente «pegados»;. De este modo, resulta aún más imposible tratar de pronosticar qué va a ocurrir para salir y entrar con la suficiente agilidad para conseguir aprovechar las subidas y evitar que nos afecten las bajadas.
Para muchos ahorradores, quedarse invertidos mientras los mercados marcan subidas pronunciadas puede resultar inquietante y complicado. Pero, precisamente, lo recomendable es seguir invertidos y aprovechar los momentos de bajada para hacer aportaciones extraordinarias a precios bajos. Debemos insistir en que una inversión largo plazo está planificada para recoger el fruto del crecimiento en un período de tiempo determinado y no está sometida a la fortuna de adivinar si un día subirá el mercado.
Igual que el miedo nos lleva a tratar de huir del mercado cuando hay caídas pronunciadas, algo nada recomendable en inversiones a largo plazo, esa misma emocionalidad puede llevarnos a tratar de jugar con nuestras inversiones intentando ganar con las subidas puntuales, en lugar de hacerlo con el crecimiento medio del mercado, menos volátil y más predecible y menos expuesto a la diosa fortuna.
En definitiva, como me habrán leído otras veces, la inversión de nuestros ahorros debe responder a una planificación adecuada, teniendo en cuenta nuestra capacidad de ahorro, el plazo para el que se ahorra el dinero y los objetivos que se quieren alcanzar con él invirtiendo en los productos más interesantes para conseguirlos. Todo lo demás no entraría dentro del concepto de inversión financiera y se deslizaría por el desfiladero impredecible de la suerte, que no es lo más recomendable cuando hablamos de nuestros ahorros.
Ivonne Pousa es responsable de Banco Mediolanum en la Zona Norte de España.