Sam Bankman-Fried ha perdido 26.000 millones de dólares con la bancarrota de su plataforma, FTX
20 nov 2022 . Actualizado a las 10:12 h.Joven, brillante, prometedor, hasta cierto punto irreverente y desconcertante, por ese aspecto desaliñado que desprende su premeditada vestimenta (pantalón corto y camiseta) y su desprecio por las normas. Lo cierto es que SBF (las iniciales con las que le gusta que le identifiquen) ha pasado de la gloria al infierno en apenas unas horas. Bueno, en algo más de tiempo porque, lo cierto es que desde el invierno que atenaza a la industria de las monedas virtuales —fueron sonadas las caídas de las criptomonedas Terra y Luna y su larga lista de damnificados— algunos analistas especializados en este vertiginoso mercado virtual ya habían comenzado a deslizar ciertas inconsistencias en el relato de Sam, que finalmente han acabado por confirmarse, con la bancarrota de su plataforma FTX y la pérdida de toda su fortuna. Nada menos que la friolera de 26.000 millones de dólares.
Pero vayamos por partes. Para entender cómo este gurú cripto ha llegado a lo más alto con 30 años recién cumplidos hay que trazar el relato desde sus orígenes. Muy cómodos desde la cuna, por cierto. Hijo de dos profesores de Derecho de la Universidad de Stanford, Bankman-Fried (California, 1992) estudió Física en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) y desde muy pronto se interesó por el mundo de los negocios: perfeccionó sus conocimientos en la compañía Jane Street Capital y aprendió a operar con ETFs (Exchange-traded fund). Desde entonces, su escalada hacia el éxito fue meteórica en el abstracto universo de las criptomonedas. Como muchos otros de su generación. Tan fulgurante fue su ascenso como súbita la caída. Algo similar a lo que le ocurrió a su tocayo generacional, el coreano Do Kwon, también de 30 años, creador de la plataforma Terraform Labs, cuyo proyecto se precipitó a los infiernos en un abrir y cerrar de ojos.
Las similitudes entre ambos llegan hasta aquí. Porque si en algo se diferencian es en la manera de presentarse ante el mundo. La arrogancia de Kwon contrasta con la aparente humildad repleta de contrastes de Bankman-Fried. La plataforma FTX, una casa de cambio de activos virtuales, fue el punto de partida de su imperio. Antes replicó tácticas muy conocidas. «Si el bitcoin está en un exchange estadounidense a 10.000 dólares y a 11.000 dólares en uno japonés, entonces si coges 10 millones, compras a 10.000 y vendes a 11.000, ganas un millón. Así todos los días de la semana», explicaba en un vídeo. Era el Warren Buffet del siglo XXI, pero con un halo de buena persona porque a medida que crecía su fortuna, una buena parte salía hacia obras de filantropía, donaciones y buenas causas.
Sam huía de la ostentación y en plena pandemia dio otra vuelta de tuerca a su proyecto. Fijó su domicilio en Bahamas, a donde se trasladó con un grupo de amigos (empleados en distintas áreas de su proyecto) para vivir y trabajar en un lujoso ático con vistas al Atlántico que, por cierto, ahora ya ha puesto a la venta por 40 millones de dólares. Este excéntrico vegano, ferviente seguidor de la serie de Harry Potter, quiso dar un paso más con la apertura de la firma de trading Alameda Research, que proporcionaba liquidez en los mercados de criptomonedas y activos digitales. Lo hacía con su propio token FTT (criptomoneda), lejos del bitcóin, pero muy reconocida. De hecho, fue el dueño de la criptomoneda más famosa del mundo quien dudaría de la capacidad de FTX, al retirarse de la propuesta de compra y precipitar así la sonora caída de Sam.
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