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Andrea Agnelli, heredero del imperio Fiat, protagoniza el último gran escándalo de la saga y que lo ha apartado de la presidencia de la Juventus

25 dic 2022 . Actualizado a las 20:05 h.

Es Italia una república. Lo decidieron los italianos allá por mediados de 1946. Un plebiscito aquel —el primero, por cierto, en el que pudieron votar las mujeres— que supuso el adiós definitivo de los Saboya al trono. Hace ya unas cuantas décadas que el país dejó de ser una monarquía, sí, pero tiene su propia familia real. O lo más parecido a eso: los Agnelli. Algo así como los Kennedy italianos. Hunde sus raíces esa dinastía en el siglo XVI y es dueña de un vasto imperio. Empezaron criando gusanos de seda. Un negocio este que trajo la prosperidad a la familia. Tanta, que les permitió a sus miembros estudiar carreras universitarias. Con los mimbres de una buena formación bajo el brazo, unos cosecharon grandes éxitos entregados a las profesiones liberales —son varios los que han ocupado cargos de responsabilidad en política—, y otros hicieron lo propio en el mundo de los negocios.

Entre esos últimos, el teniente de caballería Giovanni Agnelli, el gran patriarca de la saga. Deslumbrado por el esplendor de Detroit, quiso emular Giovanni a Henry Ford, pero en Turín; y fundó, junto al conde Emanuele Carlo Caherano di Bricherasio, la Fabbrica Italiana Automoboli di Torino. Dos locos de los coches y la mecánica haciendo realidad un sueño que alumbró una de las marcas automovilísticas con más pedigrí del mundo: Fiat, el l de julio de 1899. Y, como casi toda dinastía que se precie, tienen los Agnelli una larga historia, además de jalonada de logros empresariales, trufada de escándalos, tragedias y conspiraciones. Es la suya una vida dominada por las pasiones. Dos, sobre todo: los coches y el fútbol. Suena a tópico, sí.

Son los dueños de dos de los grandes símbolos de Turín. Y es que, además de propietarios de la industria que ha hecho de la capital piamontesa lo que hoy es, lo son también de la Juventus, el equipo de la ciudad. La Vecchia Signora, como se conoce al club de fútbol turinés, fue fundada en 1897. Tras una vida azarosa en la que a punto estuvo de desaparecer en más de una ocasión, encontró la Juventus en los Agnelli su tabla de salvación. La adquirieron en 1923.

Y precisamente con el club bianconero está relacionado el último gran escándalo de la saga. Por resumirles: las cuentas no están claras. Tanto es así, que la Justicia las ha puesto bajo la lupa, forzando con ello la dimisión de Andrea Agnelli (Turín, 1975), su presidente durante los últimos 12 años, la era más rica en títulos de la historia de la Juventus. Con gran disgusto para Andrea, claro, cuyo amor por la Vecchia Signora está por encima de casi todas las cosas, cuentan los suyos. Su primer recuerdo de esa gran pasión data del verano de 1982. Lo ha contado él mismo. Italia acababa de ganar el Mundial. El nuestro. El de Naranjito. Estaba Andrea con su padre en Villar Perosa, sede de las concentraciones de la Juve. Tenía tan solo 7 años. «¿Al lado de quién quieres sentarte?», le preguntó su progenitor. «Paolo Rossi», respondió. Así comenzó el idilio.

Llegó al club de sus amores de la mano de un escándalo, el del calciopoli, una monumental trama de amaño de partidos, que acabó con el equipo en segunda división y despojado de dos cetros. Se va de la mano de otro. Triste, supongo, para quienes cuentan el fútbol entre sus pasiones. Lamentable, como poco, para el resto.

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