El hombre más rico del mundo coloca a su primogénita al frente de Dior
23 ene 2023 . Actualizado a las 18:56 h.Louis Vuitton, Christian Dior, Loewe, Fendi, Givenchy, Moët & Chandon, Dom Pérignon, Krug, Veuve Clicquot, Guerlain, Bvlgari, Tiffany o TAG Heuer, son sinónimos de lujo y distinción. O esa, al menos, es la idea que tienen muchos. En lo primero, seguramente tengan razón. En lo segundo, ya no tanta. La elegancia es otra cosa. Y no es que lo tenga todo que ver con lo que luce uno puesto. Más bien, poco. Aunque eso ahora no venga al caso.
Un lujo, que ni entiende de pandemias, ni sabe de inflaciones. Y que, además, es capaz de entronizarlo a uno como el hombre más rico del planeta. Con relativa discreción, sin necesidad de los escándalos que forman otros a los que, por cierto, ha logrado el protagonista de este perfil arrebatar el cetro (Elon Musk, sin ir más lejos). Hablamos de Bernard Arnault (Roubaix, Francia 1949), fundador, presidente y director ejecutivo de LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy), el mayor grupo empresarial de ese exclusivo mundo. De él y de su hija Delphine (París, 1975), a la que el empresario francés acaba de colocar al frente de su buque insignia: Christian Dior, la marca con la que el zar del lujo, así es como se le conoce, se estrenó en el mundo de la moda tras adquirirla en 1985 por 15 millones de dólares de entonces. Dicen que para cumplir el sueño de su madre.
Ha elegido Arnault para esa misión a la mayor de sus cinco hijos, fruto de su primer matrimonio, con Anne Dewavrin. Estudió Delphine —el nombre, por cierto, le viene como anillo al dedo— en la escuela de negocios EDHEC y en la London School of Economics, y no es esta la primera vez que asume responsabilidades en Dior. Fue directora adjunta desde el 2001 hasta el 2013, etapa en la que trabajó codo con codo con John Galliano. Hasta que el diseñador, para muchos, más excesivo de todos los tiempos sacó los pies del tiesto y fue despedido, en el 2011. No le tembló el pulso a la ejecutiva a la hora de señalarle el camino de salida a aquella superestrella de la moda tras su arrebato antisemita. Un episodio aquel que lo condenó al ostracismo.
Desde que dejó Dior y hasta ahora, ha sido Delphine la número dos de la otra gran marca del grupo: Louis Vuitton. Lleva la primogénita veinte años en el negocio familiar, en el que, sin embargo, no desembarcó nada más terminar los estudios. Lo hizo después de dos años de trabajo en la consultora McKinsey.
Como ella, todos sus hermanos trabajan en el grupo de empresas de su padre, pero, sin embargo, es la única que se sienta en el consejo de administración y en el comité ejecutivo de LVMH. Así que su designación al frente de Dior no ha hecho otra cosa que alimentar las quinielas referidas a la sucesión de Bernard, a quien eso de jubilarse, a pesar de sus 73 años, ni se le pasa por la cabeza. Ni eso, ni lo de designar públicamente a su heredero al frente del gigante del lujo. Si lo tiene ya decidido, solo él lo sabe. No suelta prenda.
Pero, al menos sobre el papel, tiene la siempre discreta Delphine —ni siquiera se sabe a ciencia cierta si el padre de sus dos hijos es el millonario francés Xavier Niel, con el que inició una relación sentimental tras su divorcio de Alessandro Vallarino Gancia— muchas papeletas.