El cuero que produce la fábrica ubicada en Sofán, un taller artesanal fundado en 1920 por Generoso Queijo, se utiliza para guarnicionería y marroquinería
17 abr 2024 . Actualizado a las 21:22 h.Generoso Queijo fundó la fábrica en 1920, o tal vez algo antes, cuando se instaló en la parroquia de Sofán, en Carballo. A él lo sucedieron su hijo, Jesús Queijo Vázquez, y su nieto, Jesús Queijo Pallas. Cuando este último se jubiló, a finales de 2012, se truncó esta saga familiar de curtidores, pero no la continuidad del taller, que quedó en manos de José Manuel García Rama (Sofán, 1973). Acababa de hacer la mili, tenía 20 años e iba para carpintero, pero buscaban personal en la curtidoría, se presentó y no tardó en aprender el oficio de su vida.
Cuando arrendó las instalaciones, hace una década, creó la marca comercial Curtidos Sofán, de las pocas, sino la única, fábricas españolas que aplican la curtición inglesa, un método que consiste en suspender las pieles, en unas tinas con agua de tanino, de un soporte (balancín) que oscila para agitarlas. Pero el proceso comienza antes, cuando reciben la piel de ganado vacuno o caballar del almacén de sal al que la envían desde el matadero. «O primeiro é eliminarlle o sal e a sucidade, con auga, e despois o pelo, con cal, que rompe as fibras da pel, e sulfuro sódico, que o queima, todo nuns bombos de tres metros de alto por tres de diámetro», describe.
De ahí pasa a una máquina que extrae los restos de grasa. «Logo vai a unha mesa —explica—, recórtanselle os flecos e pártese ao medio», para facilitar el manejo, puesto que hay vacas cuya piel pesa hasta 80 kilos. A continuación se añade un producto para retirar la cal y bajar así la concentración de pH, y se agregan enzimas que dejan la piel esponjosa, «sen tesón», lo que facilita el curtido posterior. Esta acción se denomina rendido y es el paso previo al proceso que acabará transformando la piel en cuero.
«Curtición» inglesa
En esta fábrica siempre han utilizado curtientes naturales. Cuando empezó a funcionar usaban taninos extraídos de la corteza del roble, pero a partir de 1957, por falta de suministro, recurrieron a otras especies, como el quebracho, que crece en Argentina y Paraguay, la mimosa, abundante en Brasil y Sudáfrica, que continúa empleando García Lama. El curtido se inicia sumergiendo las pieles «nuns píos, cunha solución rica en taninos, suspendidas dunhas varas de madeira que as fan oscilar durante un mes ou mes e medio, ata que atravese todo o groso da pel», detalla. Esta misma tarea se puede realizar en bombos, «máis rápido porque hai un efecto mecánico e unha maior fricción», pero García Rama conserva el sistema tradicional heredado de la saga de los Queijo, lo que ahora mismo supone un notable ahorro en la factura eléctrica. El agua del río hace girar el rodicio (una especie de noria como la que acciona un molino), «que vai movendo as poleas e facendo os balancíns».
La siguiente fase consiste en «lavar o coiro, escorrelo e secalo, e engraxalo nun bombo cun aceite mesturado con auga; volver a escorrelo e, sobre unha mesa, engraxalo á man con aceite de pata de boi [sintético] especial, e colgar as pezas nun pau para que sequen». Queda el acabado, hasta lograr el grosor, la flexibilidad, el color y el brillo que demanda el mercado. Hay que estirar las pieles, primero con una máquina que las deja «ben planchadas» y después manualmente, con una herramienta llamada estira, que en realidad son dos, una de metal y otra de cristal, «que axuda a rematar o planchado cando xa están case secas de todo, e a pechar o folículo piloso». Las pieles se cuelgan para completar el secado y, por último, «báixanse, recórtanse os restos e mídense». La medición se hace en pies cuadrados (un pie equivale a 30,5 x 30,5 centímetros).
Queda el bruñido final, con un rodillo de vidrio que le da brillo, y el tintado. «Eu só traballo a cor natural, abelanado, burdeos e negro», apunta el responsable de Curtidos Sofán. El grosor del cuero depende de su aplicación final. De este taller salen rollos de piel de entre tres y seis milímetros con destino a guarnicionerías (para fabricar sillas de montar, correajes o collares para animales) y otros de entre un milímetro y uno y medio, para artesanos dedicados a la marroquinería, para confeccionar bolsos, carteras o pulseras. Tiene clientes en toda Galicia, Madrid, Andalucía, el País Vasco o Cantabria, y alguno en Inglaterra y Alemania. «Estamos en Instagram, pero a mellor promoción é o boca a boca», remarca.
Asegura que en Galicia solo funciona otra fábrica similar, en Coristanco; y en Villarramiel, en Palencia, seis o siete, «unha ou dúas grandes e o resto pequenas». Curtidos Sofán mueve entre 2.000 y 2.200 pieles al año (más de la mitad de vaca, más gruesa que la de caballo), y factura en torno a cien mil euros.