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El laurentino Jesús Docampo aprendió el oficio de su padre y sus abuelos, y en 1972 montó Pontesa Mármoles y Granitos, donde trabaja con sus hijos
25 jun 2023 . Actualizado a las 17:58 h.Cuando empezó, Jesús Docampo (Vilanova de Lourenzá, 81 años) tardaba tres o cuatro días en grabar una lápida para un cementerio. «Daquela era todo a man. Hoxe, coa máquina, leva dúas horas», cuenta este representante de la tercera generación de una saga de marmolistas originarios de Lourenzá. Allí nació su padre, Daniel, que le enseñó el oficio, junto a sus tíos y sus abuelos. Una parte de la familia continúa trabajando en el municipio de Lourenzá, bajo el nombre Mármoles Docampo e Irimia. Pero Jesús recaló en As Pontes en 1968, donde montó una marmolería integrada en la sociedad Cerámica El Carmen. Cuatro años después se independizó y creó Pontesa Mármoles y Granitos, un taller que en 2012 se trasladó a una nave más grande del polígono de Os Airíos.
«Iamos ás canteiras, ás Sasdónigas (Mondoñedo), había que apartar a terra e picar a pedra para sacar a peza para un vertedoiro ou para o que fora. Daquela era duro. No inverno faciamos cabanas de xestas para abrigarnos da choiva», rememora. «Para facer o corte da pedra que hoxe leva un minuto botabamos unha semana, cun pau, auga e area; e para descargar un camión de material que viña de Portugal facía falla unha corda e moita xente, agora cóllese a ponte-grúa e descarga o camión un só», explica. Su especialidad era el grabado de lápidas para los cementerios, con letras en relieve; y también le gustaba abujardar (labrar la piedra con un martillo de dos bocas cuadradas cubiertas de dientes, lo que le da un aspecto rugoso), otra tarea que hoy está mecanizada.
Jesús lleva años jubilado y cobra su pensión, pero no ha dejado de pagar la cuota de autónomos para poder continuar activo. «Gústame a relación cos clientes, no taller pásaseme o tempo, e desde que quedei viúvo é onde estou máis a gusto», confiesa. Hace más de veinte años que su hijo David ejerce como gerente de la empresa, en la que también trabaja su hermana, Patricia. Son siete en plantilla y todos los empleados llevan años en la marmolería, donde fabrican encimeras de cocina y baño, suelos, escaleras, ventanas (soleras, dinteles o alféizares) y arte funerario. «Todo lo relacionado con la piedra», resume el último eslabón de esta saga, pontés de 49 años.
Los «porcelánicos», de moda
«Hace muchos años se usaba sobre todo el mármol (una roca de piedra caliza), después el granito (el nacional tiene grano y el de importación, veta) y ahora se emplea mucho más el granito», detalla David. En Pontesa Mármoles y Granitos trabajan tanto la piedra natural (la silvestre o el Rosa Porriño, ambos de Galicia; o el blanco perla y el blanco champán, de Extremadura) como los porcelánicos, que son tendencia en el mercado, y los cuarzos. Algunos materiales provienen de la India o Sudamérica. «El gres porcelánico [procedente de Castellón], mayoritariamente, es para encimeras de cocina, aunque también se está utilizando para hacer escaleras y fachadas ventiladas. Es un sustituto de la piedra natural, con otras cualidades, resistencia, no absorbe manchas ni humedad... y es más caro», señala. En el arte funerario, el material preferente es el granito.
Como reitera el gerente de Pontesa Mármoles y Granitos, la marmolería «pertenece al sector de la construcción». De ahí el impacto de la Gran Recesión, que en las provincias de A Coruña y Lugo, donde opera la empresa (sobre todo en las comarcas de Ferrolterra, Ortegal y A Terra Chá), se dejó sentir con mayor virulencia «a partir del año 2013». «Mi padre había vivido una época muy buena en As Pontes, pero aquella crisis fue muy dura; luego fue repuntando poco a poco hasta la pandemia, cuando aún no se había recuperado del todo», repasa.
Cuando el confinamiento inicial acabó, «empezó un año de trabajo impresionante, de locos», recuerda. «Fue un bum de las encimeras de cocina, mucha gente se decidió a hacer reformas en su casa; ahora —advierte— ya se nota la ralentización, las grandes promociones se cuentan con los dedos de la mano y las mejoras de viviendas, que se dispararon tras el covid, han ido a menos. La vida se está encareciendo, y con la subida de los tipos de interés se está notando un frenazo». Entre sus clientes hay particulares, que se dirigen directamente al taller, donde se exponen parte de los materiales disponibles; carpinterías especializadas en mobiliario de cocina y otras empresas ligadas a la construcción. Parte de su trabajo consiste en proponer soluciones, «para ayudar a decorar o a reestructurar, buscando diseños que se ajusten a lo que busca el cliente». Los expositores se cambian con frecuencia para incorporar las novedades: «Hay materiales, sobre todo en los prefabricados (como los porcelánicos), que se descatalogan, y hay que mostrarle a la gente lo que llega, lo que ya está en las tiendas, y eso es así de manera continua».
En Pontesa Mármoles y Granitos se ocupan tanto de la fabricación como del montaje en obra. «La mayor satisfacción es cuando haces un buen trabajo, en la elaboración y en la instalación, el cliente queda satisfecho y te felicita», concluye el más joven de la rama pontesa de esta familia de marmolistas. «Siempre me ha gustado, nunca he venido amargado a trabajar», recalca. Aparte de los vaivenes del mercado, la mayor complicación radica en la escasez de personal cualificado: «Es una actividad muy específica y hay que entender de piedras, saber diferenciar... El año pasado y el anterior, con una carga de trabajo importante, intentamos buscar algún refuerzo y fue muy difícil [...]. Estoy muy a gusto con la plantilla, funcionamos como una familia, hay confianza entre todos».