Crece el número de ahorradores que tratan de compaginar sus objetivos de lograr beneficios con la aspiración de que sus inversiones sirvan para cuidar el medio ambiente y el nivel de bienestar de la sociedad en la que viven
22 dic 2023 . Actualizado a las 10:35 h.La movilización del 1% de los activos financieros a nivel mundial sería suficiente para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el 2030, según el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, la iniciativa de la ONU que lidera la sostenibilidad empresarial en el mundo. Pero para redirigir ese flujo financiero es necesario apostar por las finanzas sostenibles, remarca. El sector financiero ha tomado nota, orientándose cada vez más en esa dirección, es decir, en el diseño de distintos productos financieros que fomentan el desarrollo sostenible y tratan de equilibrar rentabilidad y sostenibilidad. Y los ahorradores también. Hay estadísticas europeas que indican que alrededor de dos terceras partes de los inversores a largo plazo quieren que su dinero contribuya a luchar contra el cambio climático, a resolver problemáticas sociales o de buen gobierno, siempre que no entrañe riesgos de pérdida de capital, apunta Luisa Florez, directora de Finanzas Responsables de Ofi Invest AM.
Esto se ve entre los clientes minoristas y, sobre todo, entre los institucionales, que lo hacen tanto por voluntad como por reglamentación. De hecho, las razones de los distintos actores para abrazar el compromiso con la sostenibilidad, que está en boca de todos, «no son siempre las mismas, o incluso las más loables; pero es un hecho que la tendencia hacia un modelo de capitalismo más consciente y menos basado en la sociedad de consumo rápido de usar y tirar es una realidad estructural y, además, necesaria», comenta Ana Guzmán, directora de inversión y de impacto en Portocolom AV. Aún así, las contradicciones están ahí.
La paradoja
«La economía verde (desde las turbinas eólicas hasta las bombillas de bajo consumo, por ejemplo) representa el cuarto sector económico en términos de capitalización de mercado, es decir, sobrepasa el sector bancario y es más grande que el sector de la energía fósil. Esto significa que hay una economía real que está intentando ponerse al paso de estas temáticas medioambientales y sociales. Pero en paralelo, las emisiones de dióxido siguen aumentando porque la mayoría de los países continúa poniendo el foco económico en el crecimiento del PIB», explica Florez. En este contexto, no se puede hablar de las finanzas sostenibles como un bloque monolítico. Además, como subraya la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) las finanzas sostenibles, es un área en continuo desarrollo. Ahora mismo, los profesionales distinguen distintos niveles.
El más elemental tiene que ver con el descarte de determinadas empresas a la hora de invertir, como es el caso de los fondos de inversión que mantienen fuera de cartera a los fabricantes de armas, las tabacaleras o a las compañías contaminantes, por ejemplo.
Un segundo estadio es la inversión con criterios ESG (Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo, por sus siglas en inglés), que es aquella que tiene en cuenta cómo las empresas integran en la toma de decisiones de su negocio todos los aspectos que afectan a los actores implicados con el mismo (clientes, trabajadores, proveedores, sociedad y medio ambiente). Y en un escalón más alto se sitúa la inversión de impacto. Incluye lo anterior y, además, mediante el desarrollo de sus actividades busca dar respuesta a un reto social o medioambiental, obteniendo rentabilidad financiera junto con un efecto social/ambiental positivo. El impacto ha de ser intencional, medible y adicional a la actividad de la inversión. Por ejemplo, fabricar paneles solares para venderlos en California no aporta ningún beneficio medioambiental ni social porque está muy extendido el uso de ese tipo de energía alternativa en aquel territorio. Pero si se invierte en una empresa que hace esta actividad en una región de África para el consumo local, sí entraría en la economía positiva. «Se trata de buscar las fórmulas de negocio que gracias a sus productos, procesos o servicios, den respuesta a un reto no resuelto y que gracias a esa respuesta generen una rentabilidad: es decir, encontrar una necesidad de demanda desatendida», sostiene Guzmán.
Cómo se adquieren
En caso de tener interés en invertir en un fondo de inversión ESG hay que indicárselo a un intermediario financiero. La entidad deberá informar sobre las características y riesgos del producto, así como de los criterios ESG aplicados a la inversión. Además, los comercializadores tienen la obligación de integrar las preferencias de sostenibilidad de los clientes en el proceso de evaluación de la idoneidad cuando prestan asesoramiento, recuerdan en la CNMV. Si se prefiere optar por comprar una participación en un fondo de impacto, hay que tener en cuenta que muchos de ellos no son accesibles para pequeños ahorradores, porque suelen tomar la forma de fondos de capital privado, que son instrumentos diseñados a largo plazo, con umbrales de entrada muy elevados (normalmente de al menos 100.000 euros) y limitados a inversores cualificados (con altos conocimientos financieros y experiencia). Una alternativa para los ciudadanos con menores recursos para estas inversiones es La Bolsa Social, la primera plataforma de financiación participativa autorizada y supervisada por la CNMV en España, en la que se pueden realizar préstamos a empresas sociales y obtener hasta un 8 % de rentabilidad. Ha financiado ya 45 rondas de inversión de empresas de impacto social y medioambiental positivo, por valor de casi 13 millones de euros.
«Estamos ante un tipo de inversor paciente con el resultado»
Una de las dificultades a las que se enfrentan las finanzas sostenibles en la UE es que no hay requisitos fijos y claros, reconoce Luisa Florez, directora de Finanzas Responsables de Ofi Invest AM, la quinta gestora francesa por activos bajo gestión. «El Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenible (SFDR) decidió no dar reglas del juego. Se limitó a hacer una categoría de productos, con tres artículos: 6, 8 y 9. Hay una consulta europea en marcha, que se cerrará el 15 de diciembre, que plantea abandonar esa clasificación y hablar de impacto, de transición y de riesgos ESG. Honestamente me parece más claro porque si me
pongo en el lugar del ahorrador entiendo mejor: generar impacto, acompañar empresas que están dando pasos, y quitar todo lo que hace entrar en riesgo. Esto es muy importante porque ahora los intermediarios financieros están obligados a preguntar a los clientes sobre su interés por los temas de sostenibilidad a la hora de proponerles productos de inversión», explica. Para Florez, la rentabilidad no es la prioridad número 1 de los inversores en sostenibilidad.
Otra forma
«Son consumidores de largo plazo, con lo que suelen ser pacientes con los resultados, y se sienten satisfechos con su compromiso para generar un impacto positivo en la sociedad», argumenta. En todo caso, hay que tener en cuenta que no hay un indicador de referencia contra el que se puede comparar el rendimiento de este tipo de fondos, con lo que se miden en relación con los índices generales. «Lo cierto es que la forma de aportar rentabilidad de estos productos no tiene que ver con el mercado», concluye esta experta en el sector.