La potente industria automovilística de hace décadas se ha ido reduciendo hasta producir por debajo de países como Alemania, Francia o España. El Gobierno apuesta por grupos chinos.
12 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Durante décadas, los italianos han presumido de su industria automovilística y la han considerado el pilar del sector manufacturero nacional. En los años 60 y 70, Turín (noroeste del país) era considerada la «Detroit de Europa» gracias a una empresa potentísima pese a tener un nombre de solo cuatro letras: FIAT, fundada en 1899. Sus propietarios, la familia Agnelli, gozaban de un prestigio casi de realeza, y Gianni Agnelli era visto como un rey sin corona. Hoy, FIAT forma parte del grupo Stellantis, un gigante automovilístico italo-franco-americano con sede en Ámsterdam fundado por PSA y FIAT Chrysler Automobiles.
En enero, Stellantis cerró la histórica planta FIAT en Bielsko Biala, en Polonia, pero no es eso lo que preocupa a los italianos: más bien temen la reducción (o incluso el cierre) de la gran planta de Mirafiori, al sur de Turín, símbolo de la producción automovilística italiana desde 1939 y donde en 1998 se celebró la fabricación del coche que contabilizaría los 25 millones, un Marea Weekend 2.0 HLX azul. Como anunciaron los medios del país transalpino en abril, la producción de nuevos vehículos en Mirafiori se detendrá al menos hasta septiembre, y los sindicatos locales, dispuestos a la batalla, aceptaron la oferta de los llamados contratos de solidaridad de Stellantis para el millar de trabajadores empleados en la producción del FIAT 500 eléctrico.
Los habitantes de la capital del Piamonte están muy preocupados. «Turín sin sus fábricas de coches sería como París sin la Torre Eiffel, o Londres sin el té de las cinco», dice a La Voz Antonio, un jubilado que trabajó durante décadas como obrero cualificado en una subcontratista de FIAT. «Hoy en Italia producimos muy pocos coches y en mi opinión esto es una tragedia. No podemos vivir solo del turismo y la agricultura».
De hecho, Italia sigue produciendo vehículos. Pero mientras que en los años 80 era uno de los principales centros automovilísticos del mundo, hoy el país transalpino fabrica aproximadamente una quinta parte de los coches de Alemania, un tercio de los de España, la mitad de los de Francia, menos que la República Checa y Eslovaquia. No es que el sector del automóvil haya desaparecido. Por ejemplo, en la región de Emilia-Romaña (centro) sigue habiendo empresas que fabrican coches de lujo y de carreras, como Ferrari, Maserati, Dallara, Lamborghini. También hay muchas pymes apreciadas en todo el mundo por su alto grado de especialización en el sector. Recientemente, dos directivos alemanes se hicieron con el control de una pequeña empresa de Trentino (norte) conocida por su capacidad de innovación en los faros para vehículos.
El Gobierno italiano considera prioritaria la defensa de la industria automovilística, por lo que está dialogando con fabricantes de todo el mundo, especialmente de Asia, con el objetivo de convencerles de que abran una fábrica en el país, posiblemente para coches eléctricos, sector en el que Italia se está quedando atrás. Adolfo Urso, ministro de las Empresas muy próximo a la primera ministra Giorgia Meloni, ha mantenido intensas conversaciones en las últimas semanas. Hasta ahora, los intentos con los grupos chinos BYD y Chery han fracasado: el primero prefirió apostar por Polonia, el segundo decidió construir coches con la catalana EV Motors en una antigua fábrica de Ebro en Barcelona. Ahora Roma apuesta por la empresa china Dongfeng. Qian Xie, director de la división europea de la firma, declaró recientemente: «Estamos interesados en producir en Italia. Las conversaciones con el Gobierno del país se encuentran en una fase inicial, pero nos interesa por su cultura automovilística y logística a través de la red de puertos».