John Elkann: la guerra interminable de los Agnelli

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abraldes

16 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada nuevo bajo el sol de los Agnelli. Otra vez las espadas en alto en el seno del poderoso clan, lo más parecido a una familia real que tiene Italia. Aunque, echando la vista atrás, lo cierto es que en esa casa el hacha de guerra nunca se entierra. El reparto de la suculenta herencia que dejó a su muerte el patriarca Gianni Agnelli, el fundador de Fiat, abrió en el 2003 la caja de Pandora. Y así sigue. De par en par.

La pelea gira ahora en torno al legado de la abuela Marella Caracciolo, fallecida en el 2019. Está convencida Margherita Agnelli, hija de Gianni y de Marella, que su hijo mayor, John Elkann (Nueva York, 1976), heredero del imperio familiar y presidente de Exor, el grupo del que cuelgan los negocios de los Agnelli, no ha hecho las cosas como es debido. Así que lo ha denunciado por supuestas irregularidades fiscales. Está empeñada en que todos sus vástagos reciban el mismo trato: los tres mayores, John, Lapo y Ginevra Elkann, hijos de su primer matrimonio con el escritor y periodista Alain Elkann; y los otros cinco, los que tuvo con Serge de Pahlen (Maria, Pierre, las gemelas Sofia y Anna y Tatiana), aristócrata francés de origen ruso y director de Fiat entre 1983 y el 2005.

Ni que decir tiene que John rechaza de plano las acusaciones de su madre. Primero, y por boca de sus abogados, quiso dejar claro que no ha cometido ningún tipo de irregularidad fiscal y que ha pagado religiosamente los impuestos. Eso y que «hay una madre que lleva más de 20 años persiguiendo, en todas las instancias judiciales a tres de sus hijos, que no tienen otra culpa que la de haber sido los únicos que velaron con dedicación por el cuidado y asistencia de su abuela hasta su último día». Duro, sí. Pero hay más. Y más duro aún. Porque John acaba de realizar una terrible confesión en una entrevista con el Corriere della Sera: «Mis hermanos, Lapo y Ginevra, y yo, sufrimos violencia física y psicológica por parte de nuestra madre cuando éramos niños». Mantiene el empresario que esos episodios de maltrato marcaron a fuego —como hubieran hecho con cualquiera— sus infancias. Eso, y que fueron sus abuelos Gianni y Marella los que se encargaron, tan pronto como tuvieron conocimiento de ello, de mantenerlos a salvo de los desmanes de su propia hija. 

Y le echa en cara a su madre que en su momento, cuando pintaban bastos para el emporio familiar, se desentendiera del negocio, y que ahora que los vientos soplan a favor quiera desandar el camino recorrido para sacar mayor tajada de la que en su día se llevó. Y es que, tras la muerte del Avvocato —sobrenombre por el que era conocido Gianni Agnelli— y la cruel batalla que se desató en el seno del clan a cuenta de la herencia, Margherita se avino a firmar —tras no poca negociación— un acuerdo por el que renunciaba a las acciones de la sociedad familiar que le correspondían. A cambio se embolsó 1.300 millones de euros. Esos títulos quedaron en manos de la abuela y luego pasaron a John, heredero universal del imperio familiar. Años después, en el 2021, la hija del Avvocato se lo pensó mejor e impugnó el pacto. Aquellas acciones valían ahora mucho más de lo que le pagaron en su momento y quería su parte. Claro, que cuando las cambió por dinero el negocio estaba en horas bajas. Y eso es precisamente lo que le reprocha el primogénito. Que no confiara en su destreza para sacar a la empresa del atolladero y decidiera poner pies en polvorosa, para venir ahora a reclamar lo suyo. Mano para los negocios tienen los Agnelli. De eso no hay duda. Otra cosa es el amor. Ahí les falla el don.