El animal económico

Venancio Salcines
Venancio Salcines PROFESOR DE EF BUSINESS SCHOOL

MERCADOS

08 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya hace muchos años que en mis clases universitarias de Economía les realizo una pregunta muy básica a los estudiantes «¿Si la economía fuera un animal, que animal sería?». Después de la sorpresa por una pregunta que parece una bobada, surgen las respuestas y en un número muy elevado visualizan un animal con fuerza, que debe ser domesticado, desde un león hasta un caballo salvaje. Nadie ha pensado en un animal doméstico, o insignificante, que sin ser hogareño pudieras ver con dulzura. La siguiente pregunta es, ¿Cómo lo tratarías? El recurso a la fuerza es una constante y el arco político en el que se encuentre el estudiante apenas altera la respuesta, no correlaciona. El uso de la fuerza para controlar al animal económico no deja de ser un modo burdo de definir la coacción. Este es el gran descubrimiento que me dan mis alumnos, que apuestan por un Estado fuerte en el que no se escatime, si esta es necesaria para controlar al agente económico, el uso de la fuerza. Si escalase en edad y la pregunta se la hiciera a sus padres, no creo que la respuesta fuera muy diferente. En una sociedad como la española está tan arraigado el estatalismo que se ha convertido en algo inherente a todo el arco ideológico. Si el presidente Sánchez afirma, como hizo este miércoles, que va a subir los impuestos a quienes tienen dinero en el banco para vivir cien vidas, los aplausos de una parte de la sociedad española se escuchan en Zúrich. ¿Qué queremos de los ricos?, ¿su dinero o su capacidad para generar riqueza? Si vamos a por lo primero, como hizo Chávez, en su día, en Venezuela, solo veremos fuga de divisas. Aún no entiendo cómo en Ciudad de Panamá o en Miami no le han dedicado una gran avenida. A medida que destruía un país apuntalaba otro.

Las grandes fortunas soportan un golpe en el estómago, nunca dos. El dinero se mueve a la misma velocidad que la luz, si tienes el interruptor adecuado, y ellos lo tiene. Pero el tema nunca debe estar ahí, porque la economía nunca ha respondido a la fuerza. Si fuera un animal, nunca sería uno salvaje, veríamos uno con menos atractivo, un burro. Un animal terco, poco atractivo y que solo entiende un lenguaje, el de los estímulos. Y es que este es el tema que tan poca gente parece entender en este país, que del rico has de querer su capacidad para generar riqueza, que has de desear que ponga su dinero a trabajar, que siga invirtiendo, que genere más puestos de trabajo, que sea motor económico; porque además de poder vivir cien vidas sin trabajar tiene una capacidad de traccionar inmensamente superior a la de los demás.

Quien habla de un rico, piensa en una empresa o en un emprendedor. Si deseas mover a un tercero toca su lado egoísta, estimúlalo, nunca lo atemorices. El sistema fiscal es parte de la economía normativa, la que nos indica cómo creemos que deben ser las cosas, diferente a la positiva, que indica lo que es, lo que no está a debate. Se puede decidir, por ejemplo, actuar o no sobre los impuestos medioambientales, y esa decisión tiene mucho que ver con nuestro ideario. Pero la economía, en una visión rigurosa, no admite el debate de la importancia de los estímulos directos como instrumento real de desarrollo económico. Es algo que concluimos en el último tercio del siglo XVIII, cuando decidimos que la economía era un cuerpo propio de conocimiento y no una parte de la filosofía moral. Y estoy seguro de que al presidente Sánchez tampoco se le escapa, pero a sus socios de Gobierno quizás sí, y parece que el presidente ha decidido comerles espacio político.