«No tenemos nada que ver con los rusos». Quien tanto se empeña en marcar esa distancia no es otro que András Tombor (Veszprém, Hungría, 1973), el hombre detrás del fabricante húngaro de trenes DJJ (integrada desde el 2020 en el grupo Magyar Vagon), la firma que quería comprar Talgo antes de que el veto del Gobierno la obligara a retirar su opa de más de 600 millones para hacerse con el control de la compañía vasca. Aduce el Ejecutivo que adopta esa decisión para proteger intereses estratégicos y por razones de seguridad nacional. Asegura que hay motivos de sobra para hacer descarrilar la operación. No los concreta, pero se intuyen.
Nunca ha ocultado el Ejecutivo sus recelos ante el desembarco orquestado por empresarios próximos al primer ministro ultraderechista Viktor Orbán, y el Estado de Hungría, a través de su fondo de inversiones Corvinus. Tampoco los relacionados con los supuestos vínculos que la compañía magiar mantiene con Rusia. Esos que Tombor niega con tanta vehemencia. Admite, eso sí, que los hubo. Pero defiende que sus relaciones con empresas rusas son cosa del pasado. Que las rompió tan pronto como las tropas del Kremlin cruzaron la frontera de Ucrania. Que la firma que pilota fue una de las primeras en poner pies en polvorosa. Pero no convence.
En cuanto a su relación con el primer ministro húngaro, recalca este aficionado al deporte del polo (lidera el equipo Bardon Team, que ha conseguido grandes éxitos en Argentina y el Reino Unido) y «amante de los idiomas» (domina varios) que ha llovido mucho desde que puso fin a su incursión en la política. Y cierto es que el Orbán de entonces no es el Orbán de ahora. Estuvo Tombor enredado en asuntos políticos entre 1998 y el 2002. Por esa época asesoraba al mandatario magiar en el consejo de seguridad nacional e inversiones estratégicas. Y tras la derrota electoral del 2002 abandonó esos menesteres para volver a centrarse en lo suyo: los negocios. Tanto en Hungría como fuera de su país de origen. Porque vivir, vive en el Reino Unido, aunque él se define como un «international businessman» (un empresario internacional). Desde tierras británicas pilota un grupo de empresas que toca un sinfín de palos: desde trenes a aviones o vinos.
Tambor, que es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Gyor y diplomado en Historia, y que pasó también por la Universidad Johns Hopkins, de la que es diplomado en Economía, no es de los que se rinden. No está dispuesto a perder la oportunidad que ha visto en Talgo así como así. Y ya ha advertido que iniciará «todas las acciones legales a su alcance», recurriendo ante el Supremo y a los tribunales europeos si hace falta. Eso y que tiene intención de buscar «la indemnización de todos los daños y perjuicios causados» por la decisión adoptada por el Consejo de Ministros. No ha precisado cuándo iniciará lo ofensiva legal, solo que en los próximos dos meses «analizará y determinará las actuaciones procedentes» para defender sus intereses.
Es el ferroviario un negocio muy jugoso. «Todo el dinero que antes iba a construir carreteras, ahora se enfoca hacia el sector», mantiene. Y, claro, no está dispuesto a perder ese tren.
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