El liquidador de los 1.300 euros la hora

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ABRALDES

13 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A punto están de cumplirse dos años desde la quiebra de FTX, en su día una de las principales plataformas de compraventa de criptomonedas. Un fiasco que dejó, solo en los bolsillos de sus 50 principales inversores, un roto de 3.000 millones de euros. Ha sido un camino largo, pero la luz al final del túnel ya se vislumbra. Más que eso: los administradores concursales tienen el visto bueno judicial para ejecutar su plan de bancarrota. Y eso significa que ya pueden iniciar los trámites para reembolsar completamente los fondos a sus clientes. Tienen en caja entre 12.300 y 15.000 millones de euros en activos recuperados desde la caída en desgracia de la firma para poder resarcir a los acreedores.

Al frente de ese milagro: John J. Ray III (Pittsfield, Massachusetts, 1959), su administrador concursal. «Nunca en mi carrera he visto un fallo tan completo de los controles corporativos ni una ausencia tan flagrante de información financiera fiable como la que se ha producido aquí», dijo cuando tuvo ocasión de escudriñar los números de la plataforma. Palabras mayores. Habida cuenta de que se trata del mismo hombre que liquidó Enron, el coloso energético que allá por el 2001 zarandeó los cimientos del mundo empresarial protagonizando la entonces mayor bancarrota de la historia y uno de los mayores escándalos financieros del planeta, tras años de salvaje maquillaje de los números.

Atesora el auditor más de 40 años de experiencia en esas lides, en las que se mueve como pez en el agua. «He sido director de reestructuración o director general en varias de las mayores quiebras empresariales de la historia. He supervisado situaciones que implicaban acusaciones de actividad delictiva y malversación. He supervisado situaciones que implicaban estructuras financieras novedosas y la recuperación y maximización de activos transfronterizos». Esas fueron las credenciales con las que convenció al juzgado que tramitaba la quiebra de FTX de que era el hombre adecuado. Su sueldo: 200.000 dólares para empezar a hablar. Eso y una tarifa de 1.300 euros por hora.

Hijo de un fontanero industrial que trabajó para General Electric, y de una ama de casa, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts Amherst, donde se graduó cum laude. Tras acabar, hizo prácticas en la oficina del senador Ted Kennedy. Aquello le gustaba, sí. Para algo lo había estudiado. Pero no le sedujo tanto como para quedarse. Así que decidió seguir estudiando: Derecho en la Universidad de Drake, en Des Moines (Iowa). También allí destacó entre sus compañeros por el lustre de sus calificaciones. Fue el número dos de su promoción.

 Pasó los primeros años de su carrera laboral en Chicago, en el bufete de abogados Mayer Brown, especializado en fusiones y adquisiciones y planes de incentivos para empleados. Después pasó por una empresa de contabilidad en Omaha (Nebraska), cuna del archiconocido inversor Warren Buffett, a quien por cierto le vendió la firma con la que se estrenó en el complicado mundo de las quiebras: Fruit of the Loom, en la que desembarcó cuando atravesaba el fabricante de ropa interior una grave crisis, lastrada por una enorme deuda. La declaró en quiebra, la saneó, y se la vendió a Buffett, que todavía la tiene.

Ahora acaba de sumar otro éxito a esa larga lista de logros. A buen seguro que no será el último. El fraude es tan antiguo como la vida misma.