Tiene 33 años y es toda una experta en criptoactivos. Tanto, que fue soldadora de equipos de minería para criptomonedas y desarrolladora de proyectos en ese mundo. Demasiado complicado como para explicarlo en unas cuantas líneas toda una profana en la materia como la que escribe. Pero, vaya, que es una experta en el tema.
Pero ya no se dedica a eso. Desde hace tres años es la directora ejecutiva de Bluesky, la red social que anda estos días en boca de todos. Y eso por haberse convertido en refugio de los usuarios descontentos con la ahora X y antes Twitter a cuenta de las salidas de tono de su dueño, el siempre polémico multimillonario de origen sudafricano Elon Musk. Más crecidito, incluso, ahora que su amigo Donald Trump vuelve a la Casa Blanca.
Hablamos de Jay Graber, la directora ejecutiva de Bluesky. En realidad, y aunque se hace llamar Jay, su nombre verdadero es Lantian Graber. Toda una premonición. Lo ha contado ella misma en más de una entrevista. Y es que resulta que Lantian significa cielo azul. En chino mandarín. Se lo puso su madre, que nació y creció en el gigante asiático, y se dedica ahora a la acupuntura. Y lo hizo como símbolo de la «libertad sin límites» que deseaba para su hija, tras «haberlo perdido todo» después de dejar atrás China para emigrar en busca de un futuro mejor. Mera coincidencia, mantiene la ejecutiva, que nació ya en suelo estadounidense. En Oklahoma, para más señas.
Y fue en esta ingeniera informática, hija de padre matemático, en quien confió Jack Dorsey, el creado de Twitter cuando decidió crear Bluesky, buscando una forma de simplificar la moderación de contenidos. Curioso que la red social que le roba ahora usuarios a X naciera precisamente en el seno de Twitter. Las vueltas que da la vida.
Comenzó la aventura con un equipo compuesto por una docena de personas. Y ahí siguen la mayoría de ellas. En Bluesky no existe la tiranía de los algoritmos. Uno elige a quién seguir y a quién no quiere ver ni en pintura. Como en la vida misma. Durante el tiempo libre en este último caso, claro.
Y, no solo eso, también es soberano para escoger qué tipo de contenidos quiere ver y cuáles no, porque, digamos, le revuelven las tripas. Algo ya no tan fácil en la vida. Ni siquiera durante el tiempo libre.
Además, acaba de anunciar que tiene intención de añadir una nueva opción que permitirá a los usuarios dar su consentimiento para que terceros puedan utilizar sus datos para entrenar modelos de inteligencia artificial. Y es que no todo el mundo cae rendido a los pies de la IA.
En Hawái andaba de vacaciones Graber cuando Dorsey la llamó por teléfono para colocarla al frente de Bluesky. En aquellos tiempos, Dorsey había echado de Twitter a Musk. Otra vez las vueltas y la vida.
Ni que decir tiene que cuando el sudafricano compró la red social del pajarito (este ya es historia), le cerró el grifo de la financiación al experimento de Bluesky. Dorsey decidió seguir adelante con su idea y quedarse en el consejo de administración para apoyar a Graber y lograr dinero para el proyecto.
Una apuesta que se ha revelado acertada. Bluesky acaba de sobrepasar la barrera de los 20 millones de usuarios a lomos de la victoria de Trump y el éxodo que esta ha provocado. En septiembre pasado eran nueve millones. Y subiendo.
.