Hace tiempo que Galicia vive más pendiente de mirar hacia Madrid que de otra cosa, lo que consolida una posición radial y periférica y condena a este territorio a jugar un papel provinciano y residual a merced de los intereses de la gran metrópoli. En esa relación de dependencia, a la vista de los resultados, poco o nada tenemos que ganar. Nos hemos preocupado de llegar muy rápido a la capital, cuanto antes, relegando la conexión de mercancías con la Meseta y la conectividad con Aragón, la gran plataforma logística del Estado. Justo el camino contrario al que emprendió Inditex hace más de dos décadas. Una apuesta muy calculada y visionaria, a la vista de las decisiones de otras grandes compañías del mundo, que están localizando ahora sus inversiones en el valle del Ebro. La última, Stellantis, para la gran fábrica de gigabaterías que producirá con la china CATL. Indudablemente, Aragón es uno de los grandes ejemplos de cómo aprovechar las ventajas competitivas y poner en valor sus potencialidades. De hecho, es el centro geográfico entre Madrid, Cataluña y el País Vasco, las tres comunidades más poderosas del Estado. Mientras tanto, Galicia vive pendiente de que Stellantis, que acaba de elegir Zaragoza, garantice el futuro para Vigo (una comarca que no tiene un plan B alternativo a la automoción, con los riesgos que eso conlleva). Todo esto nos lleva a una gran pregunta, que debía haberse planteado hace ya mucho tiempo con un sentido estratégico: qué posición quiere jugar Galicia para aprovechar mejor sus ventajas. Porque nos hemos pasado muchos años viendo el norte de Portugal como un competidor y una amenaza, en lugar de haber trabajado para consolidar una eurorregión con capacidad para localizar industrias. Y en Madrid, a la vista de sus preferencias en materia de inversiones ferroviarias de alta velocidad, esto no es ninguna prioridad. En el tablero del juego, las fichas llevan ya tiempo moviéndose con inteligencia, pero nosotros seguimos mirando al centro de la mesa.