Algunos modelos de comercio actuales, sumados a la polarización de la logística, están permitiendo la entrada de millones de productos que no cumplen con los estándares de calidad
16 dic 2024 . Actualizado a las 09:27 h.No es la Navidad buena época para hacer frente a las falsificaciones. El consumismo exacerbado al que se ven abocados los ciudadanos, la ingente cantidad de objetos que se adquieren estos días y el vasto mundo que se abre con internet llevan a muchos a picar (algunos con conocimiento y otros sin él) en la adquisición de toda clase de artículos de dudosa veracidad o, en algunas ocasiones, legalidad. Tal y como explican desde la Universitat Oberta de Catalunya, las fiestas navideñas y su consiguiente movimiento comercial (uno de los mayores de todo el año) no solo benefician a las empresas legítimas, sino que, a la par de ellas, se ve impulsado el mercado de productos falsificados. Según el último estudio de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo), casi cuatro de cada diez jóvenes europeos (concretamente, el 37 %) admiten haber comprado productos falsificados en los últimos años. Y lo que es más preocupante, no lo han hecho de manera inconsciente, sino sabedores de lo que estaban haciendo, una tendencia con la que las autoridades se muestran cada vez más preocupadas.
«La polarización entre consumidores jóvenes es muy evidente: algunos priorizan valores como la ética y la moral, mientras que otros ponen por delante la apariencia y el estatus que un producto aparentemente exclusivo puede ofrecer», explica Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Y con la llegada de las Navidades, la tolerancia es mucho mayor, puesto que para muchos, regalar un objeto que parezca de lujo, aunque no sea original, se percibe como una opción aceptable para muchos.
El sistema actual en el que se ha asentado todo el consumo auspiciado por el auge de los canales de venta digitales, tampoco está ayudando mucho a paliar esta crisis. Tal y como explica Cristian Castillo, especialista en logística y profesor de la UOC, «los canales logísticos han crecido mucho en complejidad y volumen, y en temporadas de máxima actividad, como las fiestas, el foco está en la velocidad». De esta forma, añade el experto, ante la importancia de enviar rápidamente los paquetes, lo que se resiente es el control: «Esto puede derivar en una menor supervisión en algunos puntos de paso de las mercancías», resume Castillo.
Algunos modelos de negocio también están poniendo su granito de arena en este descontrol. Es el caso del dropshippig, un método que permite a los vendedores comercializar productos sin necesidad de adquirirlos previamente, organizar su almacén o hacer inventario. Es decir, el minorista vende y es la fábrica la que manda directamente al cliente sin que el artículo tenga que pasar por las manos del intermediario. Esta fórmula, que ofrece grandes ventajas para agilizar el proceso, también tiene sus riesgos: «Es muy difícil para las empresas rastrear el origen real de un producto cuando interviene una cadena de suministro fragmentada y distribuida. Esto permite que los productos falsificados entren en el mercado como si fueran legítimos», explica Castillo.
Ante el enorme reto que abre la actual forma de consumo en la que se está asentando la sociedad, este experto advierte de la necesidad de aunar fuerzas entre empresas y administración: «Los sistemas tradicionales de verificación son insuficientes. Necesitamos tecnologías avanzadas como el blockchain, pero también es necesario que los gobiernos aumenten los recursos dedicados a inspecciones y controles fronterizos».
Unas de las principales damnificadas de todo este maremoto de falsificaciones son, sin lugar a dudas, las marcas de lujo. En los últimos tiempos, se han visto obligadas a implantar medidas extra que les permitan garantizar la trazabilidad de sus productos y mantener la confianza de sus clientes. «Las estrategias de márketing han evolucionado para destacar aspectos como la calidad, la artesanía o la tradición de la marca, elementos que son difíciles de copiar», explica Neus Soler. No es esta la única táctica a la que están echando mano las marcas dedicadas al sector prémium, que también están apostando por ediciones limitadas o programas de fidelización exclusivos con los que conseguir que sus clientes dejen de ver atractivas las falsificaciones.
Porque este fenómeno no solo tiene un impacto directo en las cuentas de resultados de estas empresas, sino que, además, puede suponer un problema para su reputación. Y es que, aunque las falsificaciones sean también una piedra en el zapato de las empresas y no tengan ninguna responsabilidad, Cristian Castillo pone sobre la mesa el lastre que suponen: «Cada falsificación no solo representa una pérdida económica, sino también un riesgo reputacional. Cuando los consumidores compran falsificaciones de baja calidad, pueden asociar esta experiencia con la marca original, a pesar de no ser responsables de ello».
El eclipse del consumismo
El problema tiene difícil solución. Habrá quien apueste por empezar a desplegar certeros programas de concienciación, pero estos también tienen sus lagunas. No en vano, los expertos de la UOC apuntan a que, en la gran mayoría de ocasiones, los consumidores se encuentran atrapados entre las aspiraciones que poseen y la realidad económica que les lastra. Y para apuntalar esta realidad, recuperan los datos de un reciente informe de la Euipo en el que se revela que la mitad de los jóvenes considera aceptable adquirir productos falsificados si el precio de los originales está considerado como demasiado alto: «Esta percepción se ve amplificada en períodos como la Navidad, en los que la presión para hacer regalos puede acabar eclipsando los valores éticos». No existe un solo camino para atajar el problema. Pero los expertos apuestan por dirigir las estrategias hacia lograr un equilibrio entre el consumo responsable, la innovación empresarial y una logística robusta. Todas ellas, con el objetivo de conseguir un comercio legítimo.
El sector juguetero advierte de que este fenómeno provoca pérdidas millonarias
No solo son bolsos, zapatos, sudaderas y demás complementos textiles los que padecen en sus propias carnes la virulencia del fenómeno de las falsificaciones. También el sector juguetero se ha visto tremendamente afectado en los últimos años por la irrupción de determinados mercados, sobre todo los ubicados en Oriente.
Esta misma semana, la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ) advertía del peligro de comprar en plataformas masivas online, como las de origen chino. Coincidiendo con la campaña navideña —en la que se concentra el 60 % de las ventas de el sector— los jugueteros aconsejan que la adquisición de copias y falsificaciones en estas web o en bazares, afectan a la facturación y empleo de un sector que es de vital importancia dentro de la economía española. «No sabemos dimensionar de todo el producto ilegal e inseguro que entra de las plataformas, pero está afectando a nuestras cuentas de resultados. Además, no podemos competir con los precios que ofrecen los juguetes ilegales», sentencia Marta Salmón, presidenta de la AEFJ.
Las cifras ya empiezan a dejar patente que el problema puede traer consigo serias consecuencias. En el 2024, el número de empresas dedicadas al juguete ha caído en España un 6 %,pasando de las 276 que había el año anterior a las 257 actuales. Y, como no puede ser de otra forma, el primero que lo ha notado es el empleo: actualmente hay un 13,8 % menos de puestos de trabajo.
Peligroso
Y las consecuencias no son solo para la economía o para las empresas dedicadas a este mercado. Porque los jugueteros y las administraciones llevan ya un tiempo advirtiendo a las familias de que comprar productos falsos también puede ser peligroso para los niños: «Tenemos al alcance juguetes que no cumplen la normativa».