«Me duele que mis hijas no se críen en Galicia, pero tampoco puedo hipotecar que las tardes no estén con nosotros»
MIGRACIONES
Marta vive en Polonia desde 2006, donde asegura las condiciones laborales y de conciliación son mejores que en Galicia
03 feb 2020 . Actualizado a las 15:27 h.Para Marta Rodríguez Díaz, 39 años, natural de Lugo pero criada en Ferrol, Galicia sigue siendo su tierra y sus raíces. Tras 13 años viviendo en el exterior no duda en confesar que le encantaría volver y que cada vez que aterriza en Santiago siente paz. Sin embargo, como también destacan los migrantes gallegos consultados en el estudio La innovación de los procesos comunicativos en la interactividad de la diáspora gallega y el impacto del proceso migratorio en los retornados, un proyecto de investigación realizado por La Voz en colaboración con la Secretaría de Estado de Migraciones del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, las buenas condiciones laborales y las políticas de conciliación, son las dos razones principales por las que prefiere soportar la morriña y criar a sus dos hijas en el exterior.
Ella y su marido decidieron mudarse a a Katowice, Polonia, en 2006. Habían estado en la ciudad por un Erasmus y eso fue lo que les abrió las puertas al mercado laboral donde Marta trabaja actualmente como jefa de Operaciones, y su pareja como director de Comercio Internacional. Al inicio, afirma sin embargo, las condiciones no eran buenas, ganaban unos 500€ al mes, pero con la perspectiva de que a corto o mediano plazo podrían mejorar más que en España decidieron probar suerte. «La idea era estar unos años y volver, pero ya llevo 13», cuenta.
Durante esos años, dice, lograron escapar de la crisis y sus expectativas de crecer en lo laboral se cumplieron. Así, asegura, «en Galicia hay pocas empresas que puedan ofrecer las condiciones» con las que esta licenciada en Administración y Dirección de Empresas cuenta actualmente. Destaca en ese sentido la conciliación «real» y los horarios laborales, que permiten poder tener una familia sin necesidad de depender de terceros. «Teniendo hijos, veo que la gente sin abuelos o ayuda externa no se apaña, que la crianza de los hijos está supeditada a que haya terceros que te ayuden», dice sobre Galicia. En Polonia, afirma a ese respecto, las bajas maternales son de un año con paga del 80 % del salario o 6 meses pagados al 100%, cuando los niños están enfermos es el propio pediatra el que también le da la baja a los padres para poder cuidarlos, a lo que se suman los buenos horarios laborales (8 a 16) «sin calentar la silla», que permiten que tanto ella como su esposo puedan llevar y recoger a las niñas al colegio.
Es por eso que considera que el sistema actual español está «rancio» y por lo que tampoco le extraña que los gallegos decidan irse y no vuelvan.
«Me duele que mis hijas no se críen allí (por Galicia), pero tampoco puedo hipotecar que las tardes no estén con nosotros», dice sobre las razones que para ella son de peso al decidir vivir lejos de su tierra. Espera sin embargo que sus dos hijas, de 7 y 2 años, puedan tener algún apego con Galicia. Es por eso que decidió que nacieran aquí, que les habla en castellano y que viaja a visitar sus familiares en la comunidad al menos dos veces al año. «Son mis raíces y me cuesta que mis hijas no sean de allí, querría que a ellas les genere algún tipo de apego», explica.
Las nuevas tecnologías, las videollamadas constantes de Facetime y Whatsapp, ayudan en ese sentido para poder mantener el contacto, y a que su hija mayor hasta chapurree alguna palabra en gallego cuando habla con sus abuelos, dice.
Si Galicia pudiera ofrecerle a ella y a su esposo las mismas condiciones laborales y de conciliación de las que disfruta en Polonia, «volvería hoy mismo», confiesa y agrega: «Galicia es mi casa, siempre pienso en mi casa como allí. Tengo morriña de la tierra».