No es el fútbol, son los ralis

Pablo Gómez Cundíns
Pablo Gómez Cundíns CUARTO PODER

MOTOR GALLEGO

Marcos Míguez

02 mar 2020 . Actualizado a las 20:07 h.

Hay paradojas sublimes. En primera instancia, parece más asequible jugar con una pelota que con un coche. Como factor de expansión para un deporte de masas, no hay color. Eso, en teoría. Sin embargo, llegados a un cierto nivel competitivo, el fútbol se arrima más al consabido opio del pueblo. Y, visto lo visto este fin de semana, los ralis son del pueblo. Digna de estudio es la capacidad de movilización que posee el fútbol moderno, una actividad que vendió su alma deportiva al diablo comercial, construyendo el siguiente escenario: un acceso al espectáculo no apto para todos los bolsillos, una mercadotecnia incluso más prohibitiva, unos ídolos con pies de barro inaccesibles para sus seguidores y la fractura de identidad entre la masa social y la propiedad de un equipo. Como consecuencia, el fútbol de élite es un mero instrumento. Y en su extremo más opuesto, lejos de ser una fuente de valores es un nido de violencia. No da visos de cambio, por cierto.

El grado de penetración de los ralis en Galicia invita a las comparaciones, siempre más necesarias que odiosas. La capacidad de convocatoria está fuera de toda duda, superior a cualquier evento único deportivo en la comunidad (que, por la calidad de su campeonato, es referencia nacional). A pesar de ser una actividad de alto riesgo (a alguno se le olvida a menudo), supera el hándicap para extremar su accesibilidad. Hay más antihéroes que ídolos [Deberes de pensar: ¿Corresponde aplicar y destacar el calificativo «humilde» atribuido a una persona a la que simplemente se le da bien una determinada habilidad pero no hace alarde de ello?] y es muy aplicable la regla de los seis grados de separación, aunque el porcentaje de población que corre en un coche y el que le da patadas a un balón es muy desigual. Resultado: la identificación entre la masa social y la propiedad del equipo es plena.

Es el retrato a vuelapluma de un deporte de exigencia profesional al que se le vincula demasiado con la presencia de patrocinadores, aunque probablemente sea una de las cunas del crowdfunding deportivo.

Nunca está de más replantearse los preconceptos, por salud mental; perseguir el postureo y el odio, del que tampoco están libres los ralis. Pero algunos no aman el deporte. Simplemente, no aman. Una pérdida de tiempo, vamos.