Cándido Carrera, copiloto gallego del Mundial de ralis: «No me gusta nada conducir»

MOTOR GALLEGO

Abraldes

Se sienta al lado de Sordo y lo hizo junto a Iván Raña y Óscar Freire, y disfruta organizando pruebas deportivas para los niños

13 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cándido Carrera (Salvaterra de Miño, 1980) es uno de los mitos vivientes del motorsport en Galicia. Bien pensado, el gallego es uno de los personajes más ilustres del deporte español a nivel internacional y uno de los promotores de los valores y la práctica de la actividad física a todos los niveles. Queda clarísimo durante la conversación, que no puede ser más edificante.

—¿Cómo se encuentra?

—En un momento muy bueno, disfrutando un montón, aprendiendo y esperando que llegue el rali de México [forma equipo con Dani Sordo en el WRC]. En lo personal también estoy muy contento.

—¿Se proyecta fuera de los ralis?

—Siempre hay alguna actividad. Tomé el testigo de mi suegro en la cooperativa vitivinícola Eidosela. Producimos 400.000 botellas con uva albariña. Vendemos mucho a hostelería, fuera de Galicia y fuera de España. Es algo tan diferente a los ralis que me evade. Viene bien una válvula de escape. No sólo coche, coche y coche.

—También corre raids de orientación.

—En el Cornelios. Fuimos subcampeones de España en categoría aventura mixta. Y el O Pasatempo, de Betanzos, en Élite. Es un deporte no muy conocido, pero espectacular.

—¿Cómo se le dio por ahí?

—Por unos compañeros de trabajo. Yo ya salía en bici, hacía escalada... todos los deportes al aire libre. Me dijeron: «Fijo que encajas». Yo jugaba de niño al fútbol contra el presidente de Cornelios, Diego Fernández. Después coincidimos en el trabajo.

—¿Qué le atrae de los raids?

—Descubrir sitios e ir a la aventura. Te dan un mapa y búscate la vida. Corrí las tres pruebas del Mundial en Galicia. Es una sensación de libertad... desaparece la rutina. Me voy con Diego y Silvia. Y solo estás tú y el medio natural. Correr, kayak, bici... es un deporte con muchas variables.

—¿Le falta libertad en los ralis?

—No, al contrario. Te mueves mucho. Hoy en día, todo está muy cuadriculado. Y esto es justo lo contrario, la improvisación. Es la chispa de los ralis. Compites muy deprisa, pero entrenas muy despacio.

—Pero gente como usted le quita la improvisación a los ralis.

—En cierto modo, pero debes improvisar tú para que el piloto no tenga que hacerlo. Debes hacer una proyección y calcular, y nunca va a ser exacto. Entrenas en seco, corres en mojado...

—¿Le gustaría correr con un monoplaza en un circuito?

—A mí, particularmente, no me gusta nada conducir. Encima, en el circuito es todo muy matemático, hasta que entras en el cuerpo a cuerpo. Es espectacular lo que hacen, eso sí.

—Al menos le gustarán los coches.

—Sí, sí. Ver pasar los coches en los ralis claro que me gusta, pero meterse dentro, la adrenalina que me da ir al lado del que conduce... es como estar en una montaña rusa. Lo disfruto. Es muy difícil decirle a la gente lo que sentimos en un tramo.

—¿Cómo alcanzó un asiento en el Mundial?

—Siempre me despertó mucha curiosidad la vida del deportista. Mi primera licencia fue de tenis. Y juego cuando puedo. Me encanta el sentimiento de competir, y ser bueno en ello me gusta. Siempre me digo: «A ver, ¿cómo se juega a esto? ¿Cómo hay que hacer para hacerlo bien?». Creo que le pasa a muchos deportistas.

—¿Y si no gana?

—A los chavales les digo que lo importante es participar. Mucha gente no practica deporte por no perder. Yo soy capaz de asimilar cuándo voy a competir y cuándo voy sólo como deportista, no como profesional. Eso cambia la filosofía del deporte. Si en el Mundial no gano, disfruto, pero me quedo con el resquemor de no ganar. A un triatlón voy sólo a pasármelo bien. Sé que voy a perder y no pasa nada. Hay que aprender eso.

—Tiene un pabellón a su nombre.

—En Salvaterra. Me quedé de piedra cuando me lo dijeron. Es lo máximo, ser querido por gente de todas las edades. No hay quien lo pague. Que me valore gente que me conoce desde que estaba en el tacatá me pone la piel de gallina. Desde pequeño sabía que me iba a dedicar al deporte. Me encantan las motos, el raid.

—Llegó a pedirse una excedencia del trabajo.

—Si haces un deporte con categorías inferiores, tienes tiempo de crecimiento en el que vas viendo si eres bueno, y coincide con tu época de estudiante. Si es un deporte valorado económicamente, tu primer puesto de trabajo es ser deportista profesional. Yo empecé a trabajar y llevaba diez años de mecánico cuando me llegó el WRC. Con 30 años, una hipoteca... pero lo tuve muy claro. También podía haber salido mal. Tuve mucha suerte, porque el encargado era árbitro internacional de yudo y entendía perfectamente la vida de un deportista de élite. Se tienen que cruzar mucho los astros. La suerte hay que buscarla, pero, a veces, tiene que salir todo rodado. Hubo quien lo intentó y no lo logró.

—Fue copiloto de Iván Raña y de Óscar Freire. ¿Cómo se toman ellos una disciplina que no es la suya profesional?

—Tuve sensaciones superchulas. Yo admiraba a Raña. Freire, que ya había ganado tres mundiales, era un mito para mí. Se cruzan caminos que no esperas. Hasta disputé carreras de mountain bike UCI. Ellos compiten, porque les gusta muchísimo, pero ganar era una utopía. «Ya empezamos a ir demasiado rápido», me decía Freire. Claro, lo haces por afición y no te quieres jugar el pellejo. Los ralis son un deporte de riesgo. No se puede escapar de ello. Es como cuando se nos incendió el coche en Japón. Lo asumes y adaptas tus parámetros personales.

—También es uno de los organizadores del rali Sur do Condado, del campeonato gallego. ¿Qué satisfacción obtiene?

—Toda. Fui el primer director de carrera, el primer presidente de la escudería. Pero en Salvaterra también ayudo en la carrera popular, la quedada de BTT, el raid... para que todos los niños puedan escoger. En muchos sitios, solo hay un deporte y los niños se quedan sin practicar nada, si justo ese no les gusta. El abandono es fácil. Organizo torneos de ajedrez... lo que sea. Por su salud y sus valores. El deporte debe estar más vinculado a la educación, como la cultura activa. La música, por ejemplo.

—Los tiempos cambian.

—Y tanto. Las redes sociales ofrecen a los niños la opción de que conozcan cosas nuevas, otros deportes. Yo, la primera vez que fui de escalada, fue con un amigo que estaba en el Ejército en Madrid y vino de vacaciones, lo propuso y yo le acompañaba. Y tenía otro amigo que venía de Estados Unidos, ponía una rampa en Salvaterra para saltar al agua con la bici. «Está colgado», nos decíamos.

—¿Qué coche tiene?

—Un Hyundai Tucson. Pero ya te avanzo que yo ando muy despacio. Y si puede conducir otro, aunque sea mi coche, mejor. Mi hermano, Javier, ya no me deja conducir a mí.

—¿Se imagina un rali solo con coches eléctricos?

—A nivel de prestaciones, esos coches son tremendos. Entregan toda la potencia al instante. Si les pones ruido, ya... Pero hay muchos aspectos por evolucionar. Yo corrí uno en Austria y después de cada tramo estaba el camión para recargar. Es que cargar setenta coches en el parque de asistencia... desconozco la evolución que puede tener eso. Dependerá de la promoción de las marcas.

EN CORTO

A personas como Cándido Carrera se le presupone una habilidad manual que siempre está por confirmar.

—Se me estropea la lavadora. ¿Lo llamo para que me la arregle?

—Bueno... Yo fochicaría... no sé si la arreglaría o no, pero una changa siempre la hago. Si hay que salir del paso, uno se atreve, seguro.

—¿Cocina?

—Me defiendo. Pasta, tortilla, pulpo... eso me sale bastante bien.

—¿Qué música escucha?

—Pop-rock. Bandas locales. Percusión. Me hice bastante amigo de los integrantes de Pel e Pau. Compartimos aficiones.

—¿Películas? ¿Series?

—Por las noches trato de verlas para relajarme. Me gusta la criminalística. Me parece un mundo muy complejo de entender, aunque sé que las series no es la realidad, el hecho de analizar, pensar...

—¿A dónde le queda por viajar?

—A un sitio donde no haya estado, nada en concreto. Me gusta. Viajé mucho por Europa. Fuera, solo Marruecos y Japón. Con mi pareja, me voy mucho de furgocamping. Da igual mar o montaña. Vamos a nuestro rollo.

—¿Sus amigos le piden que les arregle el coche?

—Mi compadre es un mecánico muy bueno. Nos juntamos los dos y...

—¿Alguna afición más?

—Lo que menos hago es estar en casa. Salir en bici. Era muy fan de los Bicivoladores. Me pasé una tarde entera para aprender a andar sentado al revés. Ahora voy con cuidado de no lesionarme. Yo iba a los triatlones, a pesar de que nado fatal, y quedaba de tercero o cuarto por la cola. Hay que saber ordenar la mente. Saber cuándo no te toca ganar a ti, pero aún no tocándote, que no sea una amargura participar.